viernes, 12 abril 2024
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Disgenesia youtubera

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No va hacer un artículo positivo. La ignorancia –en El Salvador- es más provechosa que la verdad ya que el conocimiento tiene un costo. Primera premisa. La era del internet no solo ha disparado nuestra creatividad o capacidad de informarnos sino además la mediocridad.

Si aceptamos que no hay una verdad sino una muchedumbre de verdades debemos también diferenciar que no porque se acerque una mentira lo más posible a una verdad, mejor será la mentira y mejor podemos usarla hasta llegar a controvertirla para convertirla en likes o seguidores que nos darán la calidad de influencers y así poder ir a cobrar a quien le interese formar opinión pública.

Los youtubers salvadoreños desde una PC han construido nuestra versión guanaca de pesadilla orwelliana al explotar la estupidez de sus seguidores. Segunda premisa. Han vuelto tendencia el totalitarismo y represión digital contra sus adversarios (estigmatizándolos como haters) hasta volverlo una forma-estilo de vida normalizada y por momentos aplaudida. Todo a costa de la tribalidad, gregarismo, machismo e irreflexionabilidad de una sociedad violenta como la salvadoreña, una sociedad que no le interesa la verdad, sino la verdad propia.

La ignorancia en El Salvador es premiada. Hemos llegado a un punto que ser estúpido es más peligroso que ser malvado. Y es que hacer el mal pasa primero por creer que lo que se está haciendo es bueno. Al contrario la estupidez no se da cuenta de lo que hace y puede llegar a destruirlo todo. Pero no solo es culpa de los followers o haters nuestra historia patria es una llena de fanatismos, aberraciones y horrores. Se equivocan quienes creen que la intolerancia solo es cosa del otro, en realidad es una costumbre de todos.

Hay una clase perversa de youtubers que desde sus plataformas creen que tienen de su lado la buena moral y que por la tanto no son fanáticos. No se notan escupiendo al monitor al hablar y parecieran están vacunados contra los errores que cometieron los del pasado. Ignoran estos youtubers que quienes no se ponen límites para lograr un objetivo ya se convirtieron en fanáticos. Estos pervertidores de la verdad son como el hechicero que manipulando la energía de los otros desató fuerzas que luego no pudo controlar. Y es que será así. Ahora se puede insultar, denigrar, humillar, perseguir con la mas cínica ligereza a todo aquel que se atreve a disentir tachándolo de inmoral, nefasto o resentido pero habrá un momento que la disgenesia youtubera será una epidemia nacional y comenzaran los otros, los llamados malos a lanzar porquería con ventilador, porque ya se volvió fácil. Y no habrá líneas rojas porque ser tendencia no entiende de honor. Se valdrá usar todo. Si el mal es el otro, yo soy el bueno. Para 2024 la guerra será aún más sucia. Solo una vida vacía puede encontrar en el odio moral hacia el adversario político, social, religioso, económico, racial, cultural y sexual significado y propósito personal.

Corolario o conclusión del silogismo:

Ya Max Planck nos lo advirtió: la verdad no triunfa. Simplemente sus opositores se van muriendo. Por eso aunque nos parezcamos a una tenue flama en medio de unas profundas tinieblas debemos seguir manteniendo la vela encendida porque nunca la oscuridad derrotó a la luz.

Si bien en el pasado se acusó a la derecha de ser reaccionaria y escuadronera a la izquierda de infantilismo y sectarismo Nuevas Ideas debe evitar por medio de sus youtubers y actuales voceros afines el riesgo de llevar al partido al buenismo. Es decir: hacer lo que se tenga que hacer sin importar los métodos y a cualquiera que juzgue eso se le acuse de contrario y de situarse del lado malo de la historia. Ejemplos de buenismo hay muchos. Los jemeres rojos idearon el año cero: alentaron a la sociedad camboyana a re escribir la historia y hacer un nuevo país. Aquel noble intento terminó con un tercio de la población asesinada en cuatro años. El mayor genocidio en escala de la historia.

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Marvin Aguilar
Marvin Aguilar
Analista político, historiador, colaborador y columnista de ContraPunto

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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