Carlos Velis
Según el informe de la Escola de Cultura de Pao, de Cataluña, en abril de este año, hay dieciocho conflictos armados de gravedad por todo el orbe. Pero, si incluimos los de baja intensidad, suman más de cuarenta. Algunas de estas guerras llevan más de sesenta años, como la de Colombia, la de Filipinas o la del Congo. Sin mencionar las revueltas internas como las de Perú, Honduras, Arabia Saudita y Estados Unidos.
Curiosamente, solo se habla de la guerra Rusia-Ucrania. Las guerras son crueles y dejan terribles secuelas en los pueblos que las sufren. No todas son con las armas ni todas dejan muertos por balas y bombas, pero igualmente son devastadoras.
Podemos señalar que absolutamente todas tienen un interés económico subyacente, aunque se cubran con mantos ideológicos, religiosos, patrióticos y, como un chiste de humor negro, humanitarios. Toda guerra implica una invasión, una conquista y, en fin, la destrucción de una sociedad.
Hay una modalidad de guerra, aparentemente sin derramamiento de sangre, pero más peligrosa y demoledora que cualquier bombardeo. Esa es la guerra mediática, la que se hace desde las salas de redacción de los medios de comunicación. La parcialización de la realidad, hasta el grado de inventar una historia, que nos lleva a simpatizar con los victimarios y odiar a las víctimas.
De las cuarenta guerras actuales, solo una existe según los medios informativos de nuestra sociedad occidental. Sobra decir cuál es el poder detrás de ese terrible engranaje que oculta diecisiete conflictos con sus millones de víctimas para enfocarnos en una. La guerra Rusia-Ucrania. También sobra decir quién es el artífice y sustentador de todas ellas.
Estados Unidos es un imperio que ya cumplió su ciclo histórico. Se quedó en los sueños de grandeza de finales del siglo XIX. Sin embargo, en el siglo XXI, quiere seguir gobernando con la extorsión y el chantaje a los países del mundo, destruyendo países enteros como Siria, Libia, Irak, Afganistán, y un largo etcétera, para rapiñar sus riquezas naturales, a la vez que calla ante los horrores de masacres a civiles, como en Colombia o el genocidio de etnias enteras, como los palestinos en Israel.
En estos momentos, ese polo de poder con pretensiones imperialistas se debate en sus grandes contradicciones internas. La doctrina del neoliberalismo, que elevó el mercado al nivel de deidad, ha fracasado y, con él, se ha llevado las políticas globalistas. Las naciones que antes eran sus esclavas en las producciones industriales, como China e India, ahora son sus iguales y le disputan la hegemonía mundial. Se le crecieron los enanos. Pero, en contraste, las grandes masas de población se han sumido en la miseria.
Solo la gran industria de la guerra es la que salva la economía estadounidense de la banca rota. Con chantaje puro y duro, desde Donald Trump han obligado a los países europeos a destinar el dos por ciento de PIB para gasto militar. Cada bomba lanzada sobre un pueblo hace crecer las economías de aquellas empresas. Por ende, los muertos cumplen la misma función.
Pero nada de eso existe para las transnacionales de la información. Solo la invasión rusa a Ucrania es la que nos ocupa la atención. Pero tampoco existen las consecuencias en las poblaciones europeas y estadounidenses, la inflación global y los enfrentamientos internos.
Por fortuna, ahora tenemos las redes sociales, donde se rompe el cerco comunicacional y podemos conocer la otra cara de la moneda. Por allí tenemos acceso a fuentes confiables al alcance de un click del ratón. Como el informe del Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz, que registra las masacres en Colombia, en los últimos tres años: 2020, 91; 2021, 96; y lo que va de 2022, 36, hasta el 24 de abril. Pero nada de esto existe en nuestros noticieros locales.
Gracias a esas ventanas, hemos sido testigos de la denuncia de Siria ante el Consejo de Seguridad de la ONU contra los países occidentales de la llamada Coalición Internacional, liderada por Washington, por la guerra terrorista impuesta contra el pueblo sirio y que ha destruido ciudades enteras y dejado una secuela de muertes. Dicha denuncia se presentó el 27 de abril de este año, a través del Representante Permanente de Siria ante la ONU.
También se han podido escuchar voces de alerta de muchos especialistas en geopolítica, que hablan de la inminente ascensión del nazismo en el mundo, de una alianza global de ultraderecha y, lo peor, la alcahuetería del sionismo a las hordas neonazis. De cómo las inmensas toneladas de armamento que occidente está enviando a Ucrania, está llegando a manos de aquéllas y que estos mismos países están generando una situación que se les va a salir de las manos, tarde o temprano.
Definitivamente, estos son momentos de entropía en grado máximo. Y de aquí, solo puede salir un nuevo orden mundial, no precisamente el que querían los neoliberales. No puedo pronosticar nada, solo que el mundo ya no es ni será el mismo en que nacimos.