Este 10 de mayo, día de asueto nacional, es el de las Madres, con toda razón y fuerza. Pero también, con toda razón es el día triste en que nos arrancaron de la vida a nuestro poeta nacional: Roque Dalton.
Fue triste y cruel aquel 10 de mayo de 1975. Una madre como María García Medrano recibió en su corazón una espina que siempre le sangró, al igual que todos sus descendientes y admiradores de la obra y vida de su hijo, su Roquito.
Roque Dalton fue un gran poeta; lo dice y reconoce la crítica y la academia nacional e internacional. Es por el momento el más reconocido de los intelectuales salvadoreños. En sus reconocimientos se le pone en paralelo con nuestro beato y mártir, Mons. Oscar Arnulfo Romero, como salvadoreño más universal.
Pero Dalton es más que eso: su vida fue ejemplo de buen salvadoreño: luchador social infatigable e incorrupto. No cedió nunca de todo aquello que lo quisiera acomodar y apartarlo de sus compromisos, aún frente a las ofertas tentadoras de riqueza y poder, como frente a las amenazas de muerte en las torturas.
Su muerte incluso es un legado de sacrificio. Sus asesinos lo acusaron de todo lo que pudieron: de agente de la CIA (hasta este mismo nefasto organismo reconoció que nunca Dalton quiso colaborar con ellos)”¦ Trataron de enlodar su vida y su obra. Vano esfuerzo. Su misma muerte fue al final un acto de lealtad a sus convicciones y de su entrega máxima a la lucha por un mejor El Salvador.
Hoy por hoy el asesinato de Roque Dalton está impune; los dos gobiernos de izquierda lo mantienen en la impunidad como estandarte. Quizás es la lógica de no dignificar a quien con su vida y obra señala siempre y con crítica clara el camino de la incorruptibilidad y del sacrificio pleno en la lucha por la construcción de un país democrático, libre y próspero.
Como Roque Dalton decía:
El Salvador será
Un lindo (y sin exagerar)
Serio país”¦