La solidaridad inmediata de la ciudadanía volcada en las calles, solo minutos después de que pasó el terremoto del 19 de septiembre pasado, llama la atención, conmueve y merece todo el reconocimiento, pero no sorprende. En la catástrofe de 1985, la sociedad reaccionó de la misma manera.
Ahora, la ciudadanía con las posibilidades tecnológicas de las redes se organizó mejor y de manera más productiva. Sí sorprende el uso inteligente y al momento que se dio a las redes sociales para señalar los sitios donde se requería atención, canalizar a los voluntarios y demandar ayudas específicas.
Como en 1985 cada voluntario involucrado en la ayuda, algunos calculan un millón de personas, se ubicó donde sus condiciones se lo permitían. Las estructuras de coordinación que se establecieron en cada frente de acción funcionaron bien. Los ciudadanos se coordinaron así mismos de manera democrática y eficaz.
En 1985 y ahora en 2017, 32 años después, se hizo evidente que el desastre natural mueve como un disparador de reacción inmediata a la acción solidaria de la ciudadanía. ¿Por qué lo hace en estas circunstancias y no en otras? ¿Qué se necesita para que esa capacidad se exprese en la vida de todos los días? El tema merece estudio.
La ciudadanía en 1985, después de su experiencia de organización y el impacto y dimensión de su acción, decidió continuar su trabajo. En ese tiempo surgen organizaciones de la sociedad civil que hoy siguen presentes. Ese sector tuvo un crecimiento importante y se hizo más visible. A partir de esa fecha hubo un antes y un después en la organización ciudadana.
En los próximos meses queda por verse si la acción de la sociedad, que ha demostrado ser poderosa y eficaz, termina una vez que haya pasado la peor parte de las consecuencias del terremoto o continúa. Y de ser así de qué manera lo va a hacer. En esta ocasión el uso de las redes sociales jugó un papel determinante.
Las organizaciones ciudadanas que puedan surgir, espero sean muchas, van a estar encabezadas por liderazgos de gente joven y seguramente van a estar relacionadas con el uso intensivo de la tecnología y las redes sociales. En esta ocasión demostraron sus enormes posibilidades, para impulsar la organización y la movilización social en diferentes frentes.
Podemos estar en presencia, espero que así sea, del surgimiento de una nueva generación de organizaciones ciudadanas con características muy propias y de un espacio nuevo de desarrollo de la sociedad civil igual o superior al que tuvo lugar en 1985. En menos de un año sabremos si fue así.