En las redes sociales abundan los retos o desafíos, en los cuales los usuarios se ponen a prueba con ciertas “evaluaciones” o “ejercicios”; por lo general tienen una gran repercusión mediática y tienden a viralizarse, reproduciéndose cientos de veces en las diversas social networks.
Desde hace unos días, el reto que está en boga es el “ten years challenge”, el cual consiste en poner una foto personal del año 2009 y compararla con una del 2019. El desafío ha sido tan popular porque a los aludidos les gusta descubrir cómo han cambiado en 10 años. Ver si los años han pasado para mejorar o si, por el contrario, los años han sido inclementes con algunos.
Un lapso de diez años, desde una óptica histórica, puede parecer poco tiempo; pero a nivel de desarrollo vital, en una década pueden pasar muchas cosas. Fue así que el dichoso reto de los 10 años me hizo cavilar sobre cómo, cuánto y qué cosas han cambiado en estos últimos diez años, más allá de si tenemos arrugas nuevas o libras de más.
A nivel de país, hace 10 años estábamos ilusionados con el primer gobierno de izquierda en toda la historia de El Salvador. Finalmente, desde la firma de los Acuerdos de Paz, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) se convertía en partido de gobierno, de la mano de Mauricio Funes, a la sazón el periodista con mayor credibilidad nacional.
Ese mismo año, en una de las primeras decisiones de su gobierno, el entonces presidente Funes restableció relaciones con el gobierno de Cuba, luego de cincuenta años de distanciamiento entre ambas naciones. De igual manera, su gobierno lanzó un plan anticrisis que buscaba paliar la grave situación económica en que se encontraba el país, debido a la inestabilidad que se vivía en los Estados Unidos. A finales de ese año, las torrenciales lluvias causadas por el huracán Ida ocasionaron un atroz deslave en San Vicente. Fue el 8 de noviembre que un deslizamiento de lodo y rocas gigantescas mató a 22 personas y asoló el municipio de Verapaz.
Esos hechos marcaron el inicio de una década que finaliza en este 2019. Al ver en retrospectiva, podemos apreciar que el país no es el mismo de hace diez años. Si bien muchas cosas han cambiado en ese tramo de tiempo, aún faltan muchas por cambiar: Pareciera que diez años después −con los condenables casos de feminicidios que se han dado en los últimos tiempos−, ser mujer es más peligroso en este país. Hace diez años no teníamos que saber a qué colonias podíamos ir y a cuáles no, pues el tránsito era libre para todos. Hoy vivimos en ciudades fragmentadas, llenas de fronteras imaginarias que, si llegamos a cruzarlas, tenemos serias posibilidades de morir asesinados. La vida se ha encarecido de tal manera que el poder adquisitivo de los salvadoreños es menor que hace diez años. Finalizando esta década, vivimos en un país más contaminado por el incremento desmedido del parque automotriz, que sufre nuevas enfermedades como el Chik o el Zika y con la posibilidad ominosa de que en un futuro no muy lejano se privatice el agua. Nadie hubiera imaginado en el 2009 que, diez años después, el grave problema de la inmigración tendría una cara más cruda con las caravanas de migrantes.
Es cierto que de estas situaciones no nos podemos congratular, pero tampoco debemos soslayar lo positivo: Hace diez años no había una ley de acceso a la información, que ha permitido una incipiente contraloría ciudadana de la gestión pública; hace diez años no existía el bulevar Monseñor Romero al igual que otras carreteras construidas; de igual manera, hace diez años nadie hubiera creído siquiera que en el 2019 El Salvador tendría su primer santo. En esta década hemos sido testigos de la detención y condena de un ex presidente por actos de corrupción. Si bien es cierto, nuestra institucionalidad es aún endeble, podemos decir que en esta década se ha fortalecido y nos ha permitido tener cierta estabilidad en nuestra joven democracia, caso contrario a lo que han vivido nuestros vecinos de Guatemala, Honduras y Nicaragua.
Así vemos que, como todo en esta vida, en esta década que ha pasado ha habido aciertos y desaciertos. Hoy, al igual que hace diez años, existe la esperanza por buena parte de la población que esta vez sí van a cambiar las cosas. Al igual que en el 2009, hay ciertos sectores del electorado que ven con esperanza las nuevas opciones que han aparecido en la vida política nacional. Pareciera que la esperanza es inagotable en los salvadoreños y salvadoreñas. Y está bien que así sea, pues sin esperanza la vida no tendría sentido. Esa esperanza es la que me alienta a creer que la década que viene será mejor que la que se va. A pensar que en el 2029 el “ten year challenge” será mucho mejor que el del 2019.
El tiempo lo va a decir.