El Salvador vive en el momento actual, a pocos días de terminarse el año 2016, una situación de angustia y de incertidumbre. Miles de empresas, especialmente micros, pequeñas y medianas, están en la quiebra por las deudas (de 140 millones de dólares) que tienen como proveedores del gobierno y que éste no les ha pagado desde hace meses por la crisis fiscal.
Esta crisis fiscal tiene antecedentes, pero también actualidades. La no exigencia debida a evasores y elusores es una de las mayores causas de la falta de liquidez del gobierno.
Decenas de alcaldías están en igual situación que los proveedores, por el adeudo del Fondo de Desarrollo (Fodes)”¦
Ésta situación hace que millares de salvadoreños estén en una situación de calamidad, sin salarios, sin aguinaldos, endeudándose cada vez más, ahogándose por culpa de la incapacidad y la perversidad de los políticos todos, ante la falta de acuerdos en el tema fiscal.
El politólogo mexicano Rubén Aguilar Valenzuela, columnista de ContraPunto, habla de cómo la sociedad de su país tiene un ánimo negativo por la corrupción existente y galopante. Ese ánimo no deja lugar para el desarrollo democrático ni para el crecimiento económico.
Según Aguilar Valenzuela, en todas las últimas encuestas en México, la corrupción aparece como una de las tres grandes problemáticas de los mexicanos.
Nos atrevemos a creer que en El Salvador es igual. La corrupción está presente en la derecha, la izquierda, arriba, abajo y en medio, como dagas envenenadas que atraviesan el cuerpo social.
Da rabia ver y oir cómo los políticos se culpan unos y otros, pero nunca logran lo que la sociedad realmente necesita y le urge. Ni se castiga la corrupción ni la incapacidad administrativa.
Unos culpan al pasado y otros al presente. Unos hacen política barata en busca de aplastar al otro; los otros hacen lo mismo, creyendo que así aseguran la próxima elección.
Quizás haya que esperar más para que realmente la situación de un vuelco para mejorar. Pero las crisis siempre abren posibilidades de cambios.
Mientras, las organizaciones sociales deben pronunciarse para que la corrupción tenga un fin y que su lucha ilumine el futuro con más esperanza.