¿La toma del poder?
No, algo apenas más difícil:
un mundo nuevo…
Subcomandante Marcos
Eduardo Galeano en su cuento “La comunidad internacional” nos relata la trampa de lo que los poderosos nos venden como libertad. En el relato un cocinero le pregunta a las gallinas de la granja con qué salsa quieren ser cocinadas, una de ellas, atrevida, le responde “Yo no quiero ser comida de ninguna manera”. Es una metáfora muy apropiada para entender el mundo de hoy. La gallina, con mucha dignidad, eligió no ser comida, y en esto creo que consiste la verdadera libertad, en asumir la dignidad de plantarse frente al poderoso, frente al mal poder.
Actualmente nos enfrentamos al espejismo de elegir, entre votar o no votar. Creo que el asunto es mucho más complejo. No voy hablar de si es apropiado el voto al ‘mal menor´ o anular el voto, muchísimo menos votar al ‘mal mayor´. Cada quien que ‘elija´, pero en cualquiera de los casos, aunque tácticamente se apueste al ‘mal menor´, o se apueste al voto nulo, no debemos olvidarnos de lo sustancial, es decir, de la organización popular. Quiero hacer unas reflexiones en torno al poder y a la importancia histórica de la construcción del poder popular en nuestro país.
La revolución
El filósofo Walter Benjamín tiene una forma distinta de concebir la revolución, para él ésta se da cuando se irrumpe el tiempo lineal, menciona ” Hay que desformalizar el tiempo de la historia (…) sustituir la idea de tiempo objetivo y lineal por la experiencia subjetiva de un tiempo cualitativo en el que cada instante se vive en su singularidad incomparable" [1]. Es decir, para Benjamín, la revolución no es la locomotora de la historia, sino el freno de emergencia, aquella que irrumpe el curso lineal del tren, es la re escritura de la historia desde las víctimas de la catástrofe del ‘progreso´, es una posibilidad de nuevos horizontes, de que la vida sea posible, pero no sólo para algunos sino para toda la humanidad y la vida en el planeta entero. Porque la catástrofe no es lo que vendrá sino que es lo que ya tenemos, pero que aún puede ser detenida.
El poder
Uno de los filósofos que mejor ha conceptualizado el poder ha sido Michel Foucault, él menciona que el poder no algo que posee la clase dominante, que no es una propiedad sino que es una estrategia [2]. Es decir, que el poder no se posee sino que se ejerce. Señala que el Estado no debe entenderse como el lugar privilegiado del poder, sino que más bien es un efecto.
En nuestro país Aquiles Montoya también se dedicó a estudiar el poder, mencionaba que desde la perspectiva de la toma del poder, se consideraba el poder político como el lugar central, ya que al tenerlo parecía que se podían controlar los otros poderes. Señalaba: “Cierta tradición revolucionaria se veía, y se sigue viendo, la toma del poder ya sea por medios pacíficos –elecciones- o por medios violentos –la revolución- como el medio para transformar la sociedad, o al sistema capitalista en particular.” [3]. Sin embargo argumentaba que, al menos, existen nueve poderes: el económico, militar, del conocimiento, el ideológico, el cultural, el mediático, el político, el social y el jurídico. Estos poderes guardan entre si una serie de conexiones e interrelaciones que los potencian, además existe el suprapoder externo. Entonces, “la toma del poder” sería, por tanto, tomar los nueve poderes. Por eso es que “Resulta claro que las posibilidades de cambiar el sistema, sin alterar previamente tal sistema de relaciones de poder, resulta no sólo imposible sino insensato.” [4]
Montoya consideraba que el poder central es el poder económico “La burguesía no tiene poder porque controla el gobierno, sino que controla el gobierno porque tiene poder” [5]. Por tanto sería una estrategia errónea pensar únicamente el tema del poder en el aspecto político, y específicamente vía elecciones. Para cambiar la realidad, señalaba, antes deben construirse relaciones populares de poder.
Las relaciones populares de poder
La construcción de las relaciones de poder popular serviría para enfrentar las relaciones de poder burguesas. Porque no sólo se trata de enfrentar el poder económico sino también los demás poderes: ideológico, cultural, político, jurídico, mediático, etc.
En lo económico por ejemplo, el poder burgués se enfrentaría mediante el fomento de la economía del trabajo, es decir, mediante una lógica diferente a la del capital mediante la creación de empresas solidarias, autogestionadas, cooperativas. Articulando y potenciando este sector. Ojo no estoy hablando del emprendedurismo al que me he referido en otras columnas, sino de la economía solidaria como proyecto político. Aunque las luchas por el salario digno, la reforma fiscal, la sindicalización de clase, son importantes, no son suficientes, porque no crean otra economía.
Precisamente, los consejos municipales tendrían el mandato de ser los promotores de esas nuevas relaciones económicas. Pero también deberá crearse una cultura solidaria, un consumo solidario, una institucionalidad y una legislación solidaria. La célula de ese cambio parte de la comunidad organizada y del conjunto de comunidades articuladas. Así, se conformarían nuevas municipalidades, en los cuales se active la democracia participativa, que no sólo es política sino también económica. “La legislación solidaria tendrá por base y fundamento el Código Municipal, el cual deberá de servir para establecer los límites y posibilidades que tiene cada consejo municipal para establecer las normativas de funcionamiento de la comunidad.” [6]
La lucha desde arriba “por hacerse del Estado” y la lucha construcción de poder desde abajo, pueden y deberían confluir, de lograrse lo primero éste estará sólo mitigando la ofensiva del mal poder que destruye, el poder del capital, pero no estará creando nada, porque donde se construye y se crean otras realidades, otras relaciones sociales, es desde la base misma de la sociedad, desde la organización colectiva.
Más allá de votar o no votar, se trata que nos organicemos, que construyamos relaciones de poder popular. No se trata de cambiar presidentes, asamblea legislativa… se trata de crear una realidad diferente, y esa la haremos nosotrxs, el pueblo organizado.
¿Cómo se construye el poder popular? Creo que hay que empezar por autoconvocarnos, reunirnos en asambleas en las plazas públicas, vernos a la cara, hacer círculos, hablar de lo que pasa y de lo que nos pasa, escucharnos, reconocernos, acuerparnos, discutir el mundo, inventar maneras, y buscar e imaginar una vida en la que no falte la vida… Ese es el buen poder, el poder que construye y no destruye, el que expande lo humano, y que se resiste a que otra voluntad, la del mal poder, decidan nuestro futuro. “Porque la rebeldía cuando es individual es bella. Pero cuando es colectiva y organizada es terrible y maravillosa (…) es la que hace historia.” [7] . Se trata de hacernos cargo de nuestra historia.