Por Margarita Mendoza-Burgos

Hoy la perspectiva ha cambiado, sobre todo porque los casos en la infancia y la adolescencia están aumentando en casi todos los países. Ahora la obesidad afecta a los niños de países de todos los niveles de ingresos. Si se compara con las cifras de 1975, la obesidad afecta diez veces más a las niñas y doce veces más a los niños. Para peor, hay poca evidencia de que algún país haya logrado una disminución sostenida.

La clave, sin duda, es que cada vez más los hábitos alimenticios son peores, debido a que se incluyen muchos aditivos que hacen desear la comida -los llamados cravings- y a que las porciones son demasiados grandes y se ofrecen como recompensa a todo.

Gran parte de esta responsabilidad, sobre todo en los casos de los más pequeños, es de los padres: ellos deciden qué y cuánto comerán sus hijos. En términos generales hay cada vez más problemas en la alimentación relacionados con los hijos, ya sea por exceso de consumo o por conductas alimentarias inadecuadas.

De repente vemos comidas maratónicas seguidas de ayunos, es decir comportamientos contradictorios del tipo de pensar todo con comida pero a la vez tener ideales de belleza inalcanzables.

En muchos casos, sobre todo cuando ambos padres trabajan y están ausentes gran parte del día, la responsabilidad de la alimentación recae en la niñera o la persona que los cuida.

 Los padres pueden sugerir e incluso adoptar platillos sanos, pero a veces la comodidad prima, y se les deja elegir a las empleadas, que en la mayoría de los casos no tienen ni idea de salud al comer. A veces parece que cuanto más sabroso, grasiento y engordador, mejor es el alimento. O, peor aún, se excede en los delivery, que por lo general son comida chatarra. Por eso es fundamental la supervisión de parte de los padres. 

Incluir las verduras en las dietas

Además de “enfermedad de ricos”, había otros mitos o falsas verdades que envolvían a la obesidad infantil. Uno de ellos es la ecuación niño gordo = niño sano. Aunque parezca mentira, en algunas familias eso no ha cambiado mucho. Los niños producen infinidad de células grasas y luego deseamos que sean muy adecuados a esquemas corporales que incluso tienen poco que ver con la imagen latina. 

Esto no solo pasa por una cuestión estética. La obesidad aumenta las probabilidades de que un niño desarrolle problemas médicos que pueden afectar su salud actual y futura. Por ejemplo, afecciones graves como el colesterol alto, la diabetes tipo 2 y la hipertensión arterial, que antes se consideraban como exclusivas de la etapa adulta.

Majid Ezzati, catedrático de la Facultad de Salud Pública del Imperial College de Londres, consultado por la Organización Mundial de la Salud, expresó: “Es preciso encontrar soluciones para que, tanto en los hogares como en las escuelas, las familias y las comunidades desfavorecidas puedan acceder a alimentos saludables y nutritivos. Además, los países también deben establecer normas e impuestos para proteger a los niños de los alimentos malsanos”

Otro mito, fácilmente comprobable, es que la alimentación saludable es más cara.

Al  contrario, puede ser económica si sabemos cómo acceder a ella.

Utilizando productos de temporada (vegetales y frutas) o sabiendo buscar proteínas económicas como combinar arroz con frijoles. También se recomienda el uso de soya procesada para aumentar la proteína animal y además hacerla más saludable. Otra recomendación es el uso de incaparina, que es  muy económica y puede combinarse con otros productos para hacerla más apetecible.

Si bien no es necesario consultar a un nutricionista, hacerlo puede ayudar a reforzar nuestros propósitos ante el resto de la familia. Ellos pueden también hablarnos de recetas y combinaciones novedosas. Sin embargo, la clave para lograr estos buenos hábitos de alimentación dependerá de nosotros mismos. Se requiere mucha iniciativa y cierta voluntad, porque nada se consigue sin la voluntad real de lograr un objetivo

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