“¡Libres o muertos, jamás esclavos!”,
consigna del General San Martín a los combatientes
Por Juan Gasparini
La necrológica de una veintena de páginas sobre el fallecimiento del “Padre de la Patria” argentina en Boulogne-sur-Mer, publicada el 21 de agosto de 1850, por el abogado, periodista y director de la biblioteca de la ciudad, Adolphe Gérard, amigo de San Martín, evoca su gesta, y critica a Simón Bolívar por el desempeño en la cumbre de Guayaquil, el 26 y 27 de julio de 1822. Reportaje donde murió el prócer, en ocasión del 172 aniversario.
En los últimos 16 meses de su vida, alquilando el segundo piso de un inmueble en el puerto francés de Boulogne-sur-Mer, San Martín y su familia compartían el comedor del primer piso con el casero, Adolphe Gérard, de 45 años, quien tenía su despacho en la planta baja y vivía con su esposa e hijos en el tercer piso. Fue el autor de esa reseña biográfica del Libertador, a escasos 4 días del óbito, el 17 de agosto de 1850, con 72 años.
José Francisco de San Martín había nacido el 25 de febrero de 1778 en Yapeyú, Corrientes, Argentina, hijo del gobernador del distrito colonial, y de Gregoria Matorras, prima del gobernador de Tucumán, todos españoles. Fue el menor de 5 hermanos: 4 hombres y 1 mujer. En 1784, a los 8 años, se integró a España con su familia. Emprendió formación escolar en Madrid, luego en Málaga. Al detonar la Revolución Francesa en1789, con 11 años, ingresó en el regimiento de Murcia. En 1791, su primer destino militar fue africano, en Melilla, hoy española, reclamada por Marruecos. Su bautismo de fuego sucedió en Oran, Africa, el 28 de junio de 1791.
San Martín volvió de Africa a España, el 25 de mayo de 1793. Recibió el grado de subteniente y luchó contra Francia junto a sus hermanos Manuel y Juan, igualmente militares. En 1798, actuó en operaciones costeras contra piratas norteafricanos y navíos británicos. En 1801, enfrentó a Portugal en la “Guerra de las Naranjas”, y participó en el sitio de Gibraltar. Fue herido en combate, sufriendo recaídas el resto de su vida. Lo ungieron capitán en 1808, rápidamente ascendido a teniente coronel. El 26 de julio de 1808 intervino en la batalla de Bailen contra huestes de Napoleón, y en 1811 en la batalla de Albuera.
Entre tanto, el 25 de mayo de 1810, sobrevino la sublevación de Buenos Aires, generando la ruptura con el Virreinato español. El 9 de marzo de 1812, al poco de su paso a retiro voluntario del Ejército de España con 34 años, San Martín desembarcó en Buenos Aires con pasaporte inglés, y ofreció sus servicios al flamante gobierno, sometido al acoso español desde Uruguay y Chile. De inmediato se puso a disposición de la independencia de las Provincias Unidas del Rio de La Plata. El 16 de marzo de 1812, instruido por el inédito gobierno argentino, San Martín creó el Regimiento de Granaderos a Caballo, logrando reunir unos 300 soldados. El 28 de enero de 1813 se le encomendó proteger el Rio Paraná. Consiguió la victoria contra la flota española en la Batalla de San Lorenzo, en las costas de ese rio, el 5 de de febrero de 1813.
Previamente, el 12 de septiembre de 1812, a los 34 años, San Martín contrajo nupcias en la Iglesia de la Merced en Buenos Aires con María de los Remedios Escalada, de 14 años, fallecida muy joven de tuberculosis el 3 de agosto de 1823. Su esposo quedó viudo, habiendo recientemente concluido las campañas para liberar a Chile y Perú. El matrimonio tuvo una hija, Mercedes Tomasa, nacida el 24 de agosto de 1816 en Mendoza, quien a su turno dio a San Martín dos nietas de su casamiento con el diplomático y médico argentino Mariano Balcarce: María de las Mercedes (nacida 14 de octubre de 1833 en Buenos Aires) y Josefa Dominga (nacida el 14 de julio de 1835 en Francia). Las tres mujeres y el yerno, acompañaron a San Martín en Boulogne-sur-Mer, hasta su defunción el 17 de agosto de 1850.
Retomando la cronología histórica, el 24 de junio de 1816, las nuevas autoridades de Buenos Aires habían designado a San Martín gobernador de Cuyo (ahora provincias de Mendoza, San Juan y San Luis), región limítrofe con Chile, para organizar el Ejército de los Andes. Lideró el proyecto de emprender el cruce de la Cordillera de los Andes con 6.000 hombres y liberar a Chile, preludio de la incursión por el Océano Pacífico para desencadenar la independencia del Perú. El 9 de julio de 1816, en Tucumán, el Congreso de las Provincias Unidas de Argentina, proclamó definitivamente la liberación de España.
En enero de 1817, el Ejercito de los Andes atravesó la Cordillera en 24 días, desplegado en 4 columnas, por pasos diferentes, una de ellas al mando del chileno Bernardo O’Higgins (1778-1842). San Martín hizo la travesía enfermo, corolario de su herida pulmonar en 1801, más reuma y una ulcera estomacal. En cúspides de hasta 3000 metros, con abrasadores calores a veces superando los 30 grados durante el día, y fríos de 10 bajo cero en la noche, San Martín supo cabalgar acostado sobre una camilla. A la cabeza de sus tropas, arribó a Chile entre el 6 y 8 de febrero de 1817.
El primer triunfo del Ejercito de los Andes en Chile contra los españoles fue en la batalla de Chacabuco, el 12 de febrero de 1817. Un Cabildo Abierto en la capital, Santiago, designó a San Martín Director Supremo, cargo que el argentino declinó. Propuso en cambio a su subordinado en el Ejército emancipador, el chileno Bernardo O’Higgins, quien asumiera la jefatura de Chile el 16 de febrero de 1817. El Ejército Libertador derrotó irreversiblemente a las fuerzas españolas, en la batalla de Maipú, el 5 de abril de 1818, debiendo superar antes el revés de Cancha Rayada durante la noche del 19 al 20 de marzo de 1818, cuando fuera herido el chileno Bernardo O’Higgins.
El 20 de agosto de 1820, desde el puerto chileno de Valparaíso, el General San Martín partió hacia el Perú, conduciendo 24 buques, y 4.800 soldados. Fondearon en el muelle peruano de Pisco el 12 de septiembre de 1820. El Ejército Libertador irrumpió victorioso en Lima el 12 de julio de 1821, sede de los virreyes españoles. El 28 de julio de 1821, en la Plaza Mayor de Lima, el General San Martín, proclamó la independencia del Perú y el 3 de agosto asumió el título de protector. El Cabildo de la capital le había entregado a San Martín el estandarte del conquistador Francisco Pizarro, símbolo del Imperio Inca, que distinguía las procesiones populares cuando se celebraba un importante acontecimiento. En su testamento ológrafo labrado el 23 de enero de 1844, en París, San Martín manifestó que el estandarte que le fuera obsequiado por la Municipalidad de Lima se devolviera a la República del Perú, “a pesar de ser propiedad mía, … siempre que sus gobiernos hayan realizado las recompensas y honores con que me honró su primer Congreso”. Según versiones posteriores que restan debidamente por verificar, ese estandarte no sería el de Pizarro, sino exclusivamente del Ayuntamiento de Lima. (1)
A propuesta de San Martín, entre el 26 y 27 de julio de 1822, se celebró en Guayaquil, su famosa entrevista con Simón Bolívar (1783-1830), libertador de Colombia, a fin de completar la erradicación del colonialismo español en la región. San Martín se desplazó por vía marítima. Lo ocurrido en esa reunión a solas, ha sido el enigma que perdura por conocer fehacientemente, dado el mutismo que la rodeó. No hubo fiestas ni ceremonias, solo 7 horas de reunión entre los dos hombres sin testigos, repartidas entre los dos días. No informaron de ningún acuerdo, desconociéndose oficialmente las razones. San Martín embarcó de vuelta a Lima en la madrugada del 28 de julio de 1822, al finalizar una estadía de unas 40 horas. Cobra importancia la extensa semblanza del General San Martín, suscripta por Adolphe Gérard (1804-1878) en el “Impartial de Boulogne-sur-Mer”, apenas a 4 días que sucumbiera el Libertador argentino, una suerte de testamento histórico, el cual destaca los pretextos de Simón Bolívar por su conducta esquiva en Guayaquil. (2)
Conviene reiterar que el autor del testimonio fue quien le arrendaba a San Martín las 5 habitaciones en el segundo piso del edificio de la Grand Rue 105 de Boulogne-Sur-Mer, inaugurado en 1843. El propietario Gérard tenía oficina en la planta baja del inmueble, y ocupaba el tercer piso con su familia. Compartía con el inquilino, hija, yerno y dos nietas el comedor y la sala de fumadores del primer piso, escenografías domésticas de los 16 meses postreros de existencia del emblemático militar del Cono Sur. La morada disponía a su vez de un sótano, albergando depósitos y cocina; y un cuarto piso, con habitaciones para los empleados y jardín de invierno, cuyas fotos de las dependencias que no se encuentran actualmente en reparación ilustran el presente reportaje. Prueba suplementaria del protagonismo y confianza que ostentara Gérard en aquel contexto, lo constituye su firma en el acta de defunción de San Martín, con el encargado de negocios de Chile en Francia, Francisco Xavier Rosales, ante el delegado adjunto de la Municipalidad de Boulogne-sur-Mer.
Al hilo de esa crónica del testigo Gérard, sin duda interlocutor privilegiado de San Martín, de notoria credibilidad por su relevante actividad pública, resulta evidente que la noticia fúnebre se nutrió de las confidencias del Libertador de Argentina, Chile y Perú. Resaltan significativos pormenores del cónclave en Guayaquil. Gérard reveló lo que podría interpretarse como la versión de San Martín sobre lo acontecido. Sostuvo que Bolívar rechazó “bajo vanos pretextos”, la propuesta de conjurarse para
finalizar “juntos” la independencia del Perú, pese a ofrecerle “su ejército”, y el compromiso que combatiría “bajo sus órdenes”. El país estaba todavía dividido, y en peligro, con los españoles reagrupando fuerzas militares superiores a las de San Martín. Gérard afirmó que Bolívar quería anexar el Perú a Colombia, como venía de hacerlo días antes con Guayaquil, recuperada por Ecuador recién en 1829.
Gérard recalcó que si Bolívar “aceptaba la ayuda de San Martín, era fortificar un adversario a sus ambiciones”. Le endilgó querer “terminar solo la conquista”, sacrificando “sin vacilar su deber a sus intereses”. San Martín, “desesperado” por “no haber podido llevar a sentimientos más elevados” a Bolívar, estuvo de vuelta en Lima el 28 de julio de 1822. Enseguida convocó el primer Congreso del Perú independiente, para elegir un nuevo Presidente. Los peruanos concretaron autónomamente la independencia que Bolívar desechó compartir con San Martín, quien dimitió de todas sus funciones, desprendiéndose irrevocable, espontánea y desinteresadamente del mando y de los honores. En tales circunstancias negó aspiraciones monárquicas en el Perú, “fatigado de escuchar … que aspiro a poner una corona sobre mi cabeza”, reintegrándose “a la vida privada” el 22 de septiembre siguiente. Estimó que él era “el único obstáculo” que le impedía a Bolívar “venir al Perú”. Le dejó la tarea de “reunir los dos Ejércitos” para forzar a los colonialistas españoles a “abandonar para siempre América”, concluyó Gérard.
Abreviando el recordatorio de los hechos hasta aquí resumidos, anterior al período europeo de San Martín, puede inferirse que al cabo de 12 años de lucha para independizar la Argentina y Chile, el Libertador sentó coincidentemente las bases para instaurar la del Perú, respetando siempre el principio de valorar la tradición histórica de cada país. Debe añadirse que demostró su respeto por los indígenas, pidiendo permiso a los mapuches para atravesar los Andes, ganándose seguidamente la simpatía de los descendientes de los Incas en el Perú, el pueblo quechua, en el momento que la población de Lima se lo reconociera explícitamente con un estandarte, como se ha visto, siempre bregando para que se incorporara en el modelo de Estado nacional independiente que adoptara libremente el Perú. Esa sensibilidad de San Martín por las poblaciones autóctonas, probablemente se inició durante su niñez en Yapeyú, cuando su padre tuviera responsabilidades de acogida para con las tribus guaraníes expulsadas violentamente del Paraguay por la represión del colonialismo portugués, cuando la Iglesia Católica abandonara las misiones jesuitas.
De retorno en Buenos Aires, como se anticipara, San Martín padeció el fallecimiento de su esposa, el 3 de agosto de 1823. El 27 de febrero de 1824 embarcó con su hija Mercedes hacia Inglaterra.Llegaron al puerto Southampton el 4 de mayo siguiente. El padre, a sus 46 años de edad, inscribió a su hija de 7 años como pupila en el colegio Hampstead de Londres, mientras él habitara el 23 de Park Road hasta diciembre de 1824. No obstante, de abril de 1825 a diciembre de 1830, se mudaron a Bruselas, fijando domicilio entre la Rue de la Fiancée y la Rue du Pont Neuf, entonces perteneciente a Holanda, que gozaba de protección británica. Pero disturbios políticos que le hicieron temer por su seguridad y la de su hija, motivaron a San Martín trasladarse con su hija a un antiguo domicilio de su hermano Justo en París. Aprovechó su estadía en Francia para viajar por varias ciudades, visitando incluso Italia, frecuentando baños termales para mejorar su salud. Terminó residiendo durante cerca de 18 años en ese país, desde 1830 hasta 1848, cuando se radicara en Boulogne-sur-Mer.
A lo largo de esa época compró primero una casa en el 35 de la calle Saint George, 2do distrito de París, (“arrondissement”), que heredaron sus nietas hasta 1924, cuando se extinguió la propiedad por sus fallecimientos. Debe agregarse que el 25 de abril de 1834, San Martín compró una segunda casa en la barriada de Grand Bourg, en Evry-Sur-Seine, departamento de Seine et Oise, a 35 kilómetros de París, que disponía de huerta y jardín. Para esa compra, se le atribuye haber recibido un préstamo del “celebre banquero Aguado”, como lo califica Adolphe Gérard en su necrológica ya citada. Fue un noble español que en su temprana juventud compartiera regimiento con San Martín en España, instalado asimismo en Evry-Sur-Seine. Convertido en adinerado banquero en Francia, anudó entrañable amistad con su vecino San Martín. Aguado lo nombró su “ejecutor testamentario” y le confió “la tutela de sus hijos”, consignó Gérard. La propiedad de Evry fue vendida en 1849. Actualmente esa antigua casa de campo acoge un monasterio de la congregación de “Las Hermanas de Sion”, ubicada en el 6 de la calle rebautisada General San Martín. Mientras tanto el Libertador y su familia se mudaran a Boulogne-sur-Mer, para ponerse preventivamente al abrigo de los peligros que entrañaba la revolución de 1848. Desde el milenario puerto francés a la vera del Canal de la Mancha, se avistaba el Reino Unido, cercanía susceptible de facilitar refugiarse en Inglaterra. No es de olvidar que San Martín poseía un pasaporte británico y dominaba el idioma inglés.
En definitiva la fortuna de San Martín nunca fue cuantiosa, más bien limitada, aunque suficiente para cubrir el diario vivir familiar, sin penar de pobreza. Por cierto, debió remontar infinitas dificultades para cobrar a tiempo en Francia rentas de Argentina y Perú, debido a sus nobles servicios militares. Al menos, y de seguro, el gobierno de Chile le había donado una chacra (granja), los de Argentina le otorgaron un apartamento en planta baja y primer piso, vecino a la Plaza de Mayo en Buenos Aires; y el de la Provincia de Mendoza, otra chacra, paralelamente a que el del Perú le concediera la casa Jesús María en Lima. Al parecer, San Martín terminó vendiendo esos bienes, por intermedio de su yerno, el diplomático y médico argentino Mariano Balcarce, siempre de su confianza. (2)
Gracias a la herencia recibida de su difunto padre, su hija Mercedes compró otra casa en Brunoy, cerca de París, en la región de Essone, donde falleciera, el 28 de febrero de 1875, a la edad de 58 años. Los féretros de ella, su esposo, Mariano Balcarce, y de su hija mayor, María de las Mercedes, nacida en Argentina, están sepultados en la Basílica de San Francisco, en la Provincia de Mendoza, Argentina. La hija menor, Josefa Dominga, nacida en Francia y condecorada con la Legión de Honor por su comportamiento en favor de las víctimas de la Primera Guerra Mundial, permaneció en dicho país, y celebró matrimonio con el diplomático mexicano, Fernando Gutiérrez de Estrada y Gómez de la Cortina. Falleció a los 89 años. Donó el mobiliario de la casa de Boulogne-sur-Mer al Museo Histórico Nacional argentino, y legó todas sus posesiones a la Sociedad Filantrópica de París. Está sepultada con su marido en Brunoy. Ninguna de las nietas de San Martín dejó descendencia.
El Estado argentino compró en 1926 el inmueble donde pereciera San Martín en Boulogne-sur-Mer, mediante una colecta pública, convertido en “casa Museo” abierta gratuitamente al público, bajo la tutela permanente de un “conservador” del Regimiento de Granaderos a Caballo del Ejército argentino, responsabilidad temporal de dos años, resuelta por concurso. En ese marco, todos los años se conmemora el aniversario de su muerte en un acto oficial organizado por la Embajada Argentina en París, con anuencia de las autoridades francesas. Existe además un monumento ecuestre de San Martín en la avenida al borde del mar, obra del escultor francés Henri Allouard, inaugurado el 24 de octubre de 1909. En la Cripta de la Catedral de Boulogne-sur-Mer, reposó el féretro de San Martín durante 11 años. A continuación fue desplazado al cementerio de Brunoy, ciudad en la que se ha dicho habitaban su hija, nietas y yerno, siendo repatriado en 1880 a Buenos Aires, a la Capilla de Nuestra Señora de la Paz en la Catedral Metropolitana.
Desde Boulogne-sur-Mer, Francia, Juan Gasparini, agosto de 2022.
(1) Diario “El Comercio”, Lima, Perú, 22 de febrero de 2022.
(2) La traducción al castellano de la nota en francés de Adolphe Gérard sobre San Martín, fue publicada en el libro “La ofrenda de Gérard al Libertador San Martín”, de Olga Elena Fernández Latour de Botas, Buenos Aires, Obras de Ferlabo, 2000.
(3) La mayoría de los datos sobre los bienes y moradas que ocupara San Martín en Francia, fueron investigados por el periodista argentino Armando Rubén Puente, domiciliado en Madrid, y aparecen en su libro, “Historia de una amistad” (Alejandro Aguado y José de San Martín), Editorial Claridad, 2011.