Comúnmente se conoce como “clase media” a los segmentos de la población que se encuentran sobre los indicadores de la pobreza y por debajo de quienes ostentan grandes capitales y medios de producción. El economista y ex presidente del Colegio de Profesionales en Ciencias Económicas, Santiago Ruíz Granadino, define las clases sociales salvadoreñas así: Clases Dominantes: oligárquica histórica, oligárquica emergente y capitalista no oligárquica. Clases Dominadas: campesina semi ““ asalariada, campesina media, Trabajadora Manual Asalariada de la ciudad, Marginal urbana, media urbana, migrante que vive y trabaja en el exterior. Nos enfocaremos en la clase media. El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo define la clase media latinoamericana como aquel segmento de la población con ingresos entre USD$10 y USD$50 al día.
La clase media navega de acuerdo a la marea económica. Generalmente depende de sus propios ingresos. Asalariados o propietarios de pequeños negocios, tiendas, distribución de bienes y/o servicios profesionales. Como el juego infantil “mar y tierra”, se la pasa saltando las fronteras que impone el consumo. Así, este segmento de población construye su ideario contemplando en el espejo su sempiterna aspiración, ilusión espejismo de la movilidad socioeconómica.
La clase media consume
La clase media pone a sus hijos/as a estudiar en los colegios y universidades privadas que instalan otros miembros de esa clase o los empresarios de mayor capital o clase alta. La clase media se educa de esa manera. La clase media accede a servicios de salud que la clase alta pone a su disposición, hospitales, clínicas y paga fuertes sumas de dinero por ello con tal de evadir la aglomeración e incomodidad de los servicios públicos. La clase media consume medicamentos que la clase alta le ofrece a través de las farmacéuticas. La clase media va los fines de semana a los restaurantes de franquicias que le instala la clase alta. La clase media en su mayoría no acude a mercados municipales, sino a las cadenas de supermercados de franquicias que le instala la clase alta. La clase media, en su mayoría, no utiliza el transporte colectivo de pasajeros. La clase media utiliza vehículo propio y a la menor oportunidad procura cambiarlo por modelos recientes (hasta el 20 de diciembre de 2017, el Registro Público de Vehículos Automotores del Vice ministerio de Transporte reportó 1, 091,027 unidades en todo el país, lo que significa que el parque vehicular aumentó en casi 83,000 automotores en un año). La clase media utiliza servicios de telefonía, cable televisión e internet. Y también a la menor oportunidad los cambia por modelos y planes de servicios más recientes o con mayor capacidad. La clase media atiborra los centros comerciales que la clase alta le construye y pone a la disposición. La clase media ya no vive en vecindarios “a orilla de calle”, sino en residenciales privadas, acordonadas, amuralladas, con seguridad privada. La clase media se endeuda, según la categorización que le impone el sistema bancario de la clase alta para calificarla como “sujeta de crédito”. La banca de la clase alta conoce mejor a la clase media de lo que ésta se conoce a sí misma.
La clase media paga impuestos
Impuesto al valor agregado a bienes y servicios; impuesto a las telecomunicaciones para seguridad; impuesto sobre la renta o impuestos a las transacciones mayores a mil dólares, son algunos de los tributos que la clase media no puede evadir ni eludir, porque es la clase alta y sus empresas las que funcionan como agentes retenedores del fisco, aunque éstas defrauden al Estado. (Aproximadamente USD $1,200 millones anuales es lo que la gran empresa salvadoreña elude y evade al fisco salvadoreños según diversos estudios académicos)
La clase media y los gobiernos “progresistas”
En 2009, la clase media confió en los gobiernos progresistas porque este segmento se sintió desamparado ante la vorágine neoliberal durante los gobiernos de ARENA[i]. La naturaleza subsidiaria y asistencial de los programas y políticas progresistas que pretende acercar la brecha entre pobreza y riqueza en el país continúa durante la administración Sánchez[ii], y en el medio un segmento de la población que no percibe los beneficios directos de esta política pero que siente que el pesado yugo del financiamiento de la actividad del Estado recae en sus espaldas. Al menos es la opinión generalizada de individuos entrevistados para este texto. El PNUD lo resume así: “en El Salvador la pobreza disminuyó en 4.2 puntos porcentuales, pero también lo hizo el tamaño de la clase media (en 1.8 puntos)”
En El Salvador, la gran empresa evade y elude sus obligaciones fiscales mientras el contrabando de mercancías a plena luz del día, que se exhibe en cada plaza de cada pueblo salvadoreño, queda desatendido por el Estado. La economía subterránea cunde sin control mientras que la clase media, que paga impuestos, percibe que tiene que pagar los subsidios del Estado a los más pobres. En otras palabras, la clase media percibe que tiene que pagar por los platos rotos por el capitalismo.
Quien pretenda ganar las elecciones presidenciales del 2019, deberá construir una serie de mensajes para la clase media, que constituyen el colchón de la economía, en quienes descansa el funcionamiento del Estado.