Chocó, selva encantada en Colombia

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Gigantes, animales de otro mundo, frutos de tamaño de carros yacen detrás de los muros verdes levantados en ambas orillas del Jiguamiandó

Un bochorno subí­a por las piernas, ese mismo entraba por las mangas del buzo y no contento con eso, también cacheteaba la cara dejando una gota de sudor en cada poro. Las montañas de la cordillera central iban quedando atrás y el bosque espeso, crecí­a frente a la caravana. La población se iba poniendo negra e india con cada kilómetro que corrí­an los buses. Uno que otro blanco se veí­a entre tiendas y mostradores. Ahora los blancos, mestizos, extranjeros y uno que otro negro iban en la caravana humanitaria, Chocó adentro. (1)

Envueltos entre bosques y humedad, el rio Jiguamiandó no paraba de mostrar su corriente tranquila, oscura y silenciosa. Dí­a y noche este brazo de agua nos acompañó mientras nos reuní­amos con los habitantes de las Zonas Humanitarias establecidas a lo largo de la cuenca de este protector natural. Historias de retomas de tierras, palmas aceiteras decapitadas, amenazas de uniformados, relatos de lí­deres y lideresas que ya no caminan por esta tierra salí­an de las bocas, bailes y dramatizados de negros, negras e indios. Desde el 2000 sobrevive esta memoria de lo que pasó a partir de 1997 en el norte del Chocó. (2)

Menos mal, usé una combinación de jabón anti-mosquitos y protector solar para caminar por estas tierras sin la preocupación de ser picado o quemado por el sol. Antes de dormir y al levantarme impregnaba la piel con esta receta. Era curioso ver los demás caravanistas hacer ritmos con las palmadas en piernas, brazos y cintura debido a los ataques de los pequeños voladores que al encontrar carne nueva en su territorio, querí­an llevar un poco a sus nidos. Los cigarrillos no paraban de arder como alternativa para espantar a los zancudos y otros insectos que acompañaban a los visitantes. Por cada gota de sudor regado por la tierra se injerí­an litros de agua en bolsa o botella comprada en las tiendas de las comunidades.

Al llegar la noche en estas tierras, todo es diferente. Los ruidos del bosque cambian. Chillidos, grillos, ranas, uno que otro búho, el arrullo del rio sobre las piedras, los pescados brincando fuera del agua para atrapar moscas, acompañaban el sueño que desde las 9:00 pm iniciaba entre carpas, hamacas y toldillos. Lo que no cambia en el campo o la ciudad, serán los ronquidos que toman un ritmo orquestal al producirse en grupo. Allí­, daba la sensación de que la luna estaba más grande; ningún poste de luz igualaba la iluminación que producí­a nuestro astro. Los caminos, la orilla del rio, los lí­mites de los árboles, las calles y casas de madera se identificaban claramente.

El viajar por canoa a motor, ayuda a despertar la imaginación. Gigantes, animales de otro mundo, frutos de tamaño de carros yacen detrás de los muros verdes levantados en ambas orillas del Jiguamiandó. Uno que otro cultivo de plátano y yuca se asoman alrededor de chozas llenas de niños sin ropa, adultos con ropa de trabajo, caballos en los huesos y vacas sin leche. Los perros cazadores persiguen desde tierra la embarcación. Las olas chocan con ramas y rocas. Cuando baja otra canoa, las olas se besan durante un largo tiempo como novios que esperan meses para cruzarse miradas de amor.

Junto al bochorno se sentí­a también en la piel, miedo. Debido a la desmovilización de los frentes 5, 34 y 57 junto al resto del Bloque José Marí­a Córdoba de la exguerrilla Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en el 2017 se ha incrementado la presencia e incidencia de paramilitares en este territorio. Ahora es común, encontrar en algunas tiendas a borde de carretera grafittis con las letras AGC (Autodefensas Gaitanistas de Colombia) así­ como oí­rse pronunciar por algunos habitantes que el Clan del Golfo quiere dominar estas tierras. (3)

Para las comunidades de las Zonas Humanitarias de la cuenca del Jiguamiandó, se corre la sospecha que la llegada del nuevo gobierno del partido Centro Democrático traerá consigo nuevos destierros, más paramilitares y mayor control territorial de las empresas palmicultoras y mineras que desde 1997 pusieron sus intereses en el Chocó. Con ese temor que se asoma entre las sonrisas blancas de negros e indios, me despido nuevamente por rio y carretera del norte chocoano que durante siglos ha combinado la belleza de la naturaleza con la dignidad de sus habitantes olvidados y arrinconados por el Estado. Es una selva encantada.

 

 Notas al pie

(1) La Caravana Humanitaria por la Vida, se realizó con más de 120 miembros de organizaciones sociales y defensoras de Derechos Humanos tanto colombianas como extranjeras para visibilizar la crisis humanitaria que sufre el norte del Chocó debido al abandono estatal y conflicto social y armado. Se realizó del 05 al 13 de agosto del presente año. https://caravana.redcolombia.org/caravana-humanitaria-por-la-vida/
(2) Del 24 al 27 de febrero del1997, se realizó la operación Génesis a cargo de la Brigada 17 contra el frente 54 de las FARC. Dejó 4000 personas desterradas y un sin número de ví­ctimas mortales debido a los bombardeos indiscriminados junto a la militarización del territorio. https://colectivodeabogados.org/OPERACION-GENESIS-9-ANOS-DE
(3) https://www.contagioradio.com/paramilitares-estan-retomando-el-control-del-bajo-atrato/

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Wilmar Harley Castillo
Wilmar Harley Castillo
Comunicador social, especialista en Política Pública para la Igualdad. Columnista y comunicador de ContraPunto
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