Las instituciones religiosas inmiscuidas en política partidaria traicionan la religión. Los rituales impuestos pueden ser la traición a Dios mismo. La búsqueda de poder por medio de las angustias humanas: miedo a la muerte por ejemplo, es una forma de negocio de las creencias. Vender a Dios como vender el amor (14F), felicidad (24D) y el bien (apóstol/diezmo) frente a la crisis de fe que enfrentan y resolver participar en política para solucionar carencias también es traición a la religión. En El Salvador el intento de mezclar (otra vez) política y poder lo intentara en el 2021 la iglesia La Luz del Mundo por medio del partido Nuevas Ideas. La luz del Mundo es una hibridez entre pentecostalismo y militarismo-visión de restauración de su fundador Eusebio Joaquín González abuelo de Naason Joaquín García ahora preso en Los Ángeles acusado de delitos sexuales.
¿Qué agenda buscan impulsar en nuestro país esta generación de políticos miembros de una secta con características anti católicas muy marcadas? Haciendo una analogía sociológica, económica y política del continente buscan sondear la posibilidad de que un miembro de su iglesia logre cuajar como líder nacional y poder impulsar una figura presidencial. Un presidente cristiano-popular que venda la esperanza que si todos nos convertimos de fe el país puede cambiar y que esperemos juntos (de la guía del consejo de ancianos) la venida de Jesús e instauración de su reino en la tierra. El fin de las ideologías como fenómeno del primer cuarto de siglo XXI les deja un margen de posibilidades reales para impulsar y ganar adeptos con ese discurso. Desde luego esto en nuestra realidades se logra dirá Jean Pierre Bastian con «modelos caciquiles y caudillescos de control social y religioso». Veremos si logran lo que el catolicismo no pudo hacer en 1821.
La teología política si bien es un concepto ya veterano en la filosofía desde 1981 con la llegada de Ronald Reagan a la presidencia de EE.UU. (doctrina de la prosperidad) cobró una importancia contemporánea que ha ido expandiéndose por Latinoamérica: el bolsonarismo que tiene como base iglesias evangélicas y que una vez llegados al poder tratando de imponer su visión de desprecio por la educación, cultura, salud y diplomacia han causado divisiones, odios y tensiones entre líderes e iglesias en Brasil. Más cerca, Guatemala con el partido del general Efraín Ríos Mont, condenado por etnocidio y su partido cancelado por corrupción o recientemente Costa Rica con Restauración Nacional que colocó al borde de la presidencia al cantante cristiano Fabricio Alvarado.
Corolario:
Según el último censo poblacional 2,18 millones de salvadoreños son creyentes no católicos. Importante cifra si tomamos en cuenta que para 1930 solo eran un poco más de 7,000 personas. Gran logro si recordamos que la llegada de los primeros misioneros no católicos a El Salvador fue a finales del siglo 19.
Si bien los católicos nominales son 1,20 millones ¿Qué hizo que los católicos activos se redujeran a 1,72 millones en los últimos años? Tres realidades: el estilo ultraconservador de Juan Pablo II y Benedicto 16 que choca con la cuarta revolución industrial inteligente y alentada desde las clases altas salvadoreñas ahuyentó feligreses. Pasando por los escándalos sexuales que más que ser castigados con juicios ejemplarizantes fueron ocultados, silenciados y negados. Finalmente la dinámica mercantil (la banca vaticana era accionista de un fabricante de preservativos) que los alejó del pueblo pobre, mayoritario. Uno de los pilares filosóficos del catolicismo es el dualismo helénico lo que permite de cuando en vez un levógiro como el ocurrido con Francisco I y, de allí que, uno de los actos de reparación histórica que debía hacer el nuevo papado era precisamente castigar la pederastia, la corrupción económica y para nuestra realidad geo-religiosa santificar a Oscar Romero como un acto hemisférico anti conservador y más concretamente nombrar al perseguido Gregorio Rosa Cardenal, continuador romeriano en nuestro país.
Si algo puede enseñar Roma a sus hermanos separados es precisamente a no pasar por donde ellos ya transitaron: la política partidista. Esto pasa por dejar de ser (y que las iglesias no católicas salvadoreños son) una adaptación y refuerzo de las tradiciones de control social. No escucho en el discurso religioso-político de la Luz del Mundo el fortalecimiento de una sociedad civil fuerte, una opinión publica autónoma y prácticas democráticas cosas elementales que el catolicismo después de 2,000 años en el mínimo (Benedicto 16) de los casos tolera y en la figura de Francisco I acepta.