Hagamos que nuestro trabajo valga, hagamos desarrollo humano: a escala humana.
Yo insisto… promover y desarrollar mecanismos que beneficien integralmente no es fácil. Y muy generalmente las intervenciones son asistencialistas, cortoplacistas y sin apropiación local. Esto último es determinante ¿Cómo lograr durabilidad, impactos y adopción de algo, si planificamos y ejecutamos verticalmente? ¿Cómo lo hacen desde el ejecutivo, el legislativo y el judicial? ¿Cómo lo hicieron para que tengamos tantos rezagos, tantas alienaciones de derechos fundamentales, tanto desempleo, tanta corrupción e impunidad, tanta institucionalidad endeble y permeada, tanta gente migrando en busca de lo que acá no encontró: oportunidades ni bienestar?
Nos acostumbramos a establecer los satisfactores (acciones, posibles soluciones, recursos, las recetas de los organismos multilaterales y de los expertos, etc.) a las necesidades de los demás, imposición exógena. Por ej. Llevamos la tecnología y el desarrollo agrícola a las comunidades, como la panacea. Olvidando que: más del 60% de la población rural son mujeres, boicoteadas por el machismo, la desnutrición, la baja autoestima. Y qué obtenemos: seudoproyectos exitosos durante la ejecución y 30% durando al año de finalizado, para luego retornar al estado de crisis primero o a otro peor, fracaso.
Igualmente, ocurre en procesos medioambientales de restauración, conservación, programas, proyectos, políticas públicas, marcos regulatorios u otros más amplios. Imponemos soluciones y mercadeamos soluciones extranjeras, sin apropiación, ni socialización ni construcción local.
Hagamos algo: construyamos país con la gente, con nuestras comunidades, con nuestros territorios, con nuestros ecosistemas. La solución, posible, debe ser fortalecer a la familia, reivindicar los grupos marginalizados (formación de competencias personales -auto conocimiento, estima y valoración, motivación, etc.), y de ahí partir a construir la planificación del desarrollo, la intervención o proyecto, endógeno (desde dentro, con la gente, apoyada con datos e información del contexto).
En qué invertir: producción, apropiación y transferencia de tecnología, conocimientos e innovación. Cuánto bien haría, en agricultura, los seguros indexados para pérdidas y daños agroproductivos, a causa de los efectos adversos del clima. El fortalecimiento de la robótica y la programación para el desarrollo de aplicativos de automatización, industria y más. O la replicación de la academia de jóvenes talentos en cada municipio ¡Tenemos población talentosa que con oportunidades repuntarían en ciencias y e innovaciones!
En qué más: ecodesarrollo, estricto cumplimiento social y ambiental (no la falacia mercadológica de responsabilidad social), sino la coherencia, integridad y ética de la corresponsabilidad articulada en todos los eslabones. Sustentabilidad, resiliencia, cogestión de cuencas, energías limpias, manejo y gestión de los desechos, tratamiento apropiado de los vertidos, descontaminación de ecosistemas, delimitación y respeto de las zonas protegidas y los ecosistemas de soporte de la biodiversidad, establecimiento de los caudales ecológicos de cosecha y captura de nuestra biodiversidad, para que no prime el extractivismo saqueador. Valoración de la salud, la recreación, la belleza escénica, la biodiversidad, el suelo, el agua, el aire y la vida, como máximos inalienables y derechos fundamentales todo ser viviente.
En qué más, en regular la función pública. Erradicar la corrupción, el clientelismo, el asocio gobierno con otros para boicotear al estado, su gente. En fortalecer la gobernanza y la buena gobernabilidad. En la democracia paritaria. En retribuir al pueblo con excelencia y óptimo desempeño. Erradiquemos el parasitismo del estado.
En qué más, en la política fiscal progresiva, que combata y restituya la elusión y la evasión fiscal presente e histórica ¿Qué es eso que según Oxfam El Salvador, los pobres pagamos más impuestos que las grandes corporaciones y los capitales en el país? Dicen que en nuestro paisito, mejor se paga por el maíz y los frijoles que por el combustible de las grandes aerolíneas.
Trabajemos para el pueblo, nuestra familia. Con ética, idoneidad, mérito, corresponsabilidad. La contraloría ciudadana lo exige y nos fiscaliza. Seamos congruentes con el bien común. Por ende, debemos retornar hacia la persona humana y luego, con enfoque holístico, incidir en su contexto.
Finalmente, los abordajes sociales y ambientales nos deben apasionar y transformar (no solo a los sujetos abordados). De tal manera de propiciar resiliencia, sostenibilidad y bienestar. Esto quiere decir planifiquemos nuestro desarrollo, a escala humana.