La incidencia del internet en nuestra sociedad es ya de sobra conocida; entrados en el siglo XXI, nuestras relaciones, decisiones y comportamientos son decididamente afectados por las nuevas tecnologías de la información. Es de esta manera que, en los últimos años, asistimos al impulso de un nuevo componente de estas tecnologías: la internet 2.0, entendida como la web social, aquella que engloba sitios o aplicaciones con las que compartimos información, interactuamos y colaboramos entre los usuarios de éstas.
Así, redes como Facebook, Tuiter, Instagram o Whatsapp se han convertido en parte cotidiana de nuestras vidas, aplicaciones con las que nos informamos, participamos activamente en debates, opinamos y sentamos postura respecto a algunas cuestiones. Este es un mundo virtual en el que cientos de ciudadanos interactúan y generan opiniones de manera masiva.
Es tal la influencia cultural de las redes sociales en el mundo de hoy que están modificando la manera en que hasta hace poco entendíamos el periodismo, la economía y, también, la política. Ahora ya sabemos que los medios tradicionales (prensa, radio y televisión) han tenido que acoplarse a los nuevos tiempos y tener sus propias redes sociales, que transmiten contenidos en vivo, difunden información al instante y están en constante comunicación con sus audiencias. Esto ha permitido un periodismo más activo e interactivo, pero como siempre sucede, también ha generado nuevos problemas.
Desde hace unos meses vemos cómo proliferan medios digitales que, en algunos casos, intentan hacer un periodismo honesto y profesional, pero en otros tantos, son pseudo medios que se dedican a difundir información falsa, bulos o lo que se ha dado en llamar fake news. Lo grave de esto es que, ante audiencias poco reflexivas, con poco criterio para saber qué es real y qué no lo es, a través de las redes sociales se difunde información falsa, que de alguna manera orienta la opinión pública y genera ideas equivocadas ante tal o cual tema.
Es de esta manera que vemos cómo las redes sociales tienen una influencia para movilizar a los públicos. Y eso también los saben los políticos. Recordemos el caso del actual presidente de los Estados Unidos; el señor Donald Trump fue consciente del poder de los medios sociales y fue a través de éstos que basó gran parte de su campaña política en el 2016. Fue gracias a las redes sociales que llegó a un público diverso y se mantuvo cerca de sus electores. El resultado todos lo sabemos y una política de gran trayectoria como lo era la señora Clinton, no pudo frente la “marca Trump” y su tremenda incidencia mediática.
Recientemente ha sucedido un caso similar en Brasil. El candidato opositor, Jair Bolsonaro, ha derribado muchas creencias que se tenían sobre cómo ganar elecciones. Tópicos como que se ganan elecciones con mucha publicidad en televisión, o que solo se puede ganar si estás en un partido grande fueron totalmente rebatidos. Jair Bolsonaro necesitó tener una gran fortaleza en redes sociales para quedar en primer lugar en las pasadas elecciones brasileñas, amén de que falta una segunda ronda. Este candidato demostró una gran incidencia, a través de Whatsapp. Según datos de la empresa encuestadora Datafolha, en Brasil más de 120 millones de personas usan esta aplicación, por lo que la campaña de Bolsonaro se enfocó en esos potenciales votantes. Ese es solo un ejemplo de lo que se puede hacer con las redes sociales.
Ahora enfoquémonos en El Salvador: El pasado cinco de octubre fue la oficialización de la campaña electoral para las elecciones presidenciales del 2019. Y ya vemos a los candidatos entrando de lleno en la carrera electoral. A pesar del gran poder que tienen las redes sociales, también en nuestro país, aún hay personas que parecen no percatarse de esa tremenda influencia política. Podemos ver a políticos de la vieja escuela decir que lo que vale es el “trabajo territorial”, “la cercanía con la gente”. Y sí, sí es importante, pero visto lo visto hoy ya no sólo así se ganan las elecciones.
Uno de los candidatos opositores lo tiene claro, de ahí que inunde las redes sociales con sus mensajes, haga transmisiones en vivo y tenga un nutrido grupo de medios digitales que lo apoyan sin fisuras. Le está sacando mucho provecho a las redes sociales, porque sabe que, ahora, más allá de la famosa pinta y pega, los debates se están generando en ese mundo virtual que muchos desdeñan. Y no deberían: Cuando los jóvenes (que representan una cantidad sustancial del electorado) ya no se informan a través de diarios, sino de sus dispositivos móviles, parecería una insensatez no hacer campaña política a través del mundo virtual. Es cierto, lo virtual aparentemente no es real, pero todos esos usuarios de las redes sociales van a ir a votar el próximo tres de febrero y eso ya no será virtual; luego entonces, la campaña debe desarrollarse en ese terreno más que en cualquier otro. Y sino, pregúntenle a Trump y a Bolsonaro.