Para poder cambiar una realidad se debe primero, conocerla y segundo, entenderla. La figura 1 representa la economía salvadoreña en su estado actual: es decir, atrapada en el ciclo de la pobreza. Los bajos ingresos no permiten el ahorro, lo que consecuentemente no permite la inversión o resulta en inversión demasiado baja. Al no haber inversión doméstica satisfactoria (ni extranjera) la producción se mantiene baja lo cual resulta en salarios bajos y desempleo.
Entre 1999 y 2015, en promedio, el potencial de crecimiento económico salvadoreño fue de apenas dos por ciento comparado con el cuatro por ciento a nivel Centroamericano (FMI, 2015). La interrogante que surge es ¿Cómo romper el ciclo de la pobreza para alcanzar un crecimiento económico que resulte en mejores condiciones de vida para los salvadoreños?
Antes de sugerir una posible solución se deben mencionar los factores que según el Fondo Monetario Internacional limitan o inhiben el crecimiento de la economía salvadoreña (FMI, 2015):
- Falta de competitividad,
- Alta concentración de mercado,
- Pobre clima de negocios,
- Inseguridad (aunque desde que se implementaron las medidas extraordinarias, eso ha mejorado),
- Demasiada burocracia a la hora de emprender un negocio,
- Falta de estabilidad legal y judicial,
- Infraestructura deficiente,
- Y falta de acceso a financiamiento.
El ciclo de la pobreza y los ocho factores identificados como obstáculo para el desarrollo económico salvadoreño pintan un panorama sombrío para el futuro del país. Sin embargo, reza un adagio muy sabio: “˜tener la confianza de que cualquier cosa es posible, le permite a uno escalar fuera del abismo más profundo de la desesperanza”™. La confianza que cualquier cosa es posible jamás se debe perder. Y en congruencia con esa confianza es que se sugiere una posible solución a uno de los ocho factores que limitan o inhiben el crecimiento económico, a la vez que se ahorra e invierte.
Infraestructura Deficiente
Para efectos de ejemplo se toma un problema de la ciudad capital y se propone no solo una solución, sino que un mecanismo de solución. Este puede ser adaptado a una plétora de problemas que aquejan al país.
San Salvador es una ciudad con 257,800 habitantes. En 2014 se anunció que dicha ciudad posee un sistema de agua negras desfasado. Que se necesita un sistema de aguas negras nuevo, moderno y capaz de amortiguar la creciente población es un hecho. La limitante es el dinero, porque dicha obra significaría varios millones de dólares y difícilmente la comuna capitalina o la Administración Nacional de Acueductos y Alcantarillados (ANDA) podrían financiarla por si solas. Se asume que la infraestructura valdría millones por las dimensiones de la ciudad y la complejidad de la obra.
¿Qué hacer?
Envés de endeudarse con organismos financieros ¿Porque no permitir que los salvadoreños invirtamos en obras concretas necesarias para el progreso de nuestro país? Esto se puede lograr emitiendo bonos simples que maduren en tres años pagando el uno por ciento de interés anual.
Por ejemplo, una vez presupuestado el nuevo sistema de aguas negras, la comuna capitalina puede garantizar cierto porcentaje, ANDA otro porcentaje y lo que falta se puede financiar emitiendo bonos.
Obviamente el interés a pagar por la compra de los bonos es algo simbólico ya que lo que se busca es que los bonos sean accesibles y comprados por cualquier salvadoreño. Esta emisión se podría abrir a los hermanos lejanos para que ellos también inviertan en su país en obras concretas, tangibles y necesarias para el desarrollo.
El dinero invertido por los que compren los bonos se puede considerar una forma de ahorro porque el dinero está garantizado por el gobierno municipal. Y para efectos de estas inversiones en el país, se obvia la inflación (que gracias a la dolarización es en promedio uno por ciento anual). Los que compren los bonos podrán declararlos al Ministerio de Hacienda y lo que hayan invertido en su país será restado del total de impuestos que tendrían que pagar.
Esto es obviamente una idea en bruto. Es decir, los detalles de la legalidad, la cantidad de bonos a emitir, el límite de bonos que se pueden adquirir, el valor de cada bono, el interés a pagar, el tiempo de madurez de los bonos y cualquier otro pormenor se puede determinar en cada caso particular. Lo que se busca con esta propuesta concretamente son dos cosas: 1) agilizar la modernización de la infraestructura necesaria para el progreso económico del país y 2) dar el sentido de que genuinamente El Salvador le pertenece a los salvadoreños.
Este mecanismo de emitir bonos para proyectos necesarios, pero para los cuales una municipalidad o el gobierno central, no son capaces de financiar por si solos en el presente, puede adaptarse para financiar: parques, canchas para deportes, estadios, carreteras, tendido eléctrico, estatuas, fuentes, murales, etc.
Por muy opaco que parezca el presente y el futuro, no debemos olvidar que cualquier cosa es posible. El progreso de El Salvador está en manos de los salvadoreños.