viernes, 2 mayo 2025
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Barberías (Quinta y última parte)

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"Una buena barba brinda personalidad e infunde respeto, es parte primordial de la apariencia propia": Gabriel Otero.

Por Gabriel Otero.

BARBAS RALITAS Y BARBITAS

Los ves por todos lados con sus barbitas miserables, sus hileras de pelos levemente crecidos, pelitos ralos sin el volumen serio y carácter de una barba real, pero ellos se sienten soñados, viriles y conquistadores, se proyectan con las pelusas recién salidas de sus ídolos reggaetoneros como el conejo malo u otros cantantes emergentes igual de nefastos en su apariencia y en su música.

Para ellos, los hombres de este milenio se crearon decenas de barberías que cobraron un nuevo auge, las hay en cada esquina, ahí se ofrecen servicios pretenciosos y a todo precio, desde mascarillas exfoliantes para metrosexuales hasta varoniles depilaciones de cejas o todo lo contrario aumentarlas con minoxidil para que se vean como gusanos azotadores.

Para la mayoría de los hombres lampiños ser barbado es facilísimo, bastan tres días sin rasurarse, el autoengaño al tope, y voila, pueden delinearse laberintos y figuras con sus barbas de dos docenas de vellos, estas difícilmente crecerán, pero eso no importa, lo interesante es la ilusión de sentirse peludo como oso u hombre lobo y apreciarse, seguro frente al espejo, dueño de sí.

Hoy ya no es inalcanzable el antiguo oficio de barbero, cualquiera puede aprender con tutoriales básicos en youtube y una rasuradora eléctrica y los cortadores numerados del uno al tres, si acaso acudir a la academia a cursos de medio año, pero también es preciso decirlo, hay mujeres barberas excelentes y jóvenes talentosos y profesionales, incluso mejores que los barberos de antaño, pero descubrirlos equivale a encontrar una aguja en un mar de heno.

DE BARBERÍA EN BARBERÍA

Mi barba ha cambiado de color acorde a mi edad, hace quince años tenía tres colores, hoy tiende a encanecer a diario, pero el candado principal permanece rojo, bastante encendido.

Una buena barba brinda personalidad e infunde respeto, es parte primordial de la apariencia propia, por eso hay que cuidarla, lubricarla con aceites y untarle bálsamo para evitar resequedades, además, se debe acudir con un profesional para podarla cada cierto tiempo.

Las buenas barberías son escasas, a las que yo iba las han ido cerrando por incosteables, el problema con las restantes es la duda, se requiere audacia para confiarle el rostro a un desconocido, un barbero es igual a un confesor, un artista del vello que sabe que si corta de más puede arruinar no solo una barba sino estropear un distintivo.

A mi me sucedió hace un mes. Fui a una barbería de cadena, nada barata, en la que el binomio corte de cabello y arreglo de barba costaba alrededor de cincuenta dólares. La atención era buena, pero me llamó la atención que el denominado “maestro” barbero no tenía más de treinta años.

Le di indicaciones precisas de cómo quería el acicalado de mi querida barba, le dije al “maestro” que la poda debía ser en concordancia a mi imagen respetable y le señalé con el dedo hasta dónde debía llegar con la tijera. Todo iba bien, el té en los párpados, el masaje facial y las toallas relajantes en la cara.

Como siempre, en estas situaciones, me quedé dormido, tal vez, más de la cuenta. Al despertarme sentí, horrorizado, que el mentado maestro había cortado más de cinco centímetros de pelo muy cerca del mentón, el tipo al verme tan irritado se apresuró a levantar el asiento y a quitarme la capa, pálido, afirmó haber seguido mis indicaciones.

Después de los reclamos, pagué y salí contrariado, ese mismo día escribí una reseña del lugar y la publiqué en Google: “debut y despedida con esta barbería, el barbero hizo todo lo contrario a lo que pedí, le indiqué con el dedo hasta donde quería que me cortara la barba, le dije que necesitaba un corte de barba respetable, no delineado ni de reggaetonero. Por fortuna me crece rápido. Y con todo y disculpas me cobraron los 905 pesos del corte de pelo y la barba. Consejo: si usted usa barba no vaya a este lugar, no saben cuidarla, es de los cientos lugares emergentes, pretenciosos y no profesionales”.

Hoy la barba creció, sigue linda y adorable, a pesar de la novatez de algunos “maestros”.

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Gabriel Otero
Gabriel Otero
Escritor, editor y gestor cultural salvadoreño-mexicano, columnista y analista de ContraPunto, con amplia experiencia en administración cultural.

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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