Las sociedades centroamericanas del siglo XXI atraviesan un periodo en el que diversos tiempos se intersectan en un mismo espacio. El conglomerado de pobres arrinconados a vivir en la premodernidad económica, la modernidad política que quiere resolver problemas del presente con marcos lógicos del pasado y la vertiginosidad en la que viajan los signos culturales que impactan en las subjetividades de los hombres y las mujeres trasciende la realidad de las explicaciones. Por ahora los seres racionales comprenden que más allá de su escala de valores son importantes los sentimientos y las sensaciones humanas.
La cultura de los pueblos del istmo centroamericano es tan compleja que deben utilizarse métodos interdisciplinarios para explicar las expresiones artísticas que se multiplican y diversifican en sus formas. La ciudad letrada que pretende leer en claves escritas los signos visuales, plásticos y audiovisuales se quedó atrapada en formas de lecturas que no les permite descifrar el signo de los tiempos. Cada día que pasa la velocidad de las imágenes circula en formatos inéditos.
Con la ruptura de la concepción teleológica de la historia y la crisis paradigmática de los grandes relatos, también los objetos de estudio se redefinen. En este contexto las mujeres se han posesionado de un sitial de importancia no solo como investigadoras y constructoras de nuevas epistemologías, sino que han vuelto su mirada hacia ellas mismas como sujetos históricos, biológicos, íntimos y culturales para proponer una nueva forma de explicar su relación con el entorno, el conglomerado social y el imaginario cultural para liberarse de los determinismos patriarcales. Ahora la mujer habla y decide ser hablada a partir de su voluntad.
En el presente la cultura salvadoreña propone expresiones artísticas interesantes. Los audiovisuales y las plásticas experimentan espacios, formas y propuestas ideológicas que trascienden la tradición. El campo de la fotografía de corte realista que da cuenta de los dramas sociales y las desgarraduras humanas comparte el espacio con la fotografía artística que explora ámbitos como el filosófico, estético, político, de género y de las nuevas masculinidades.
La propuesta fotográfica titulada Sin pre-juicios del autor salvadoreño Juanjo Tenas examina una serie de espacios cuyo leitmotiv es el cuerpo femenino y, de manera extraña, también visibiliza una de las formas de la masculinidad. Es el cuerpo que se despliega desde perspectivas que engloban el desnudo, semidesnudo, combinación de colores, luces y sombras.
El discurso fotográfico de Juanjo Tenas tiene a la base el contraste del cuerpo como lugar donde se refracta la luz, se expone la focalización del autor y la perspectiva del discurso fotográfico. La ausencia de luz opera como las márgenes donde finaliza su narración; pero el fondo negro deja ver ensimismamiento, enigma y sortilegios. El uso recurrente de este recurso también simboliza algunas cualidades masculinas y al armonizar con el rojo puede producir efectos de miedo y confusión. Según la filosofía del color, en el plano simbólico representa la muerte; sin embargo en el caso de estas fotografías el cuerpo parece sostenido por la extensión de los colores que atraviesan el cuerpo y se anclan en la inmensidad de lo oscuro, lo que implica que continúa en una especie de puntos suspensivos.
La exposición del cuerpo adquiere movimiento con los trazos de colores, es el lienzo que se dibuja en la piel con sus manos de pincel. Son líneas que recorren lentamente la piel hasta insinuar una caricia de otra piel deslizándose como gota de excitación. Estas fotografías establecen una relación con el ámbito de las artes plásticas, pues los elementos en perfecta combinación sugieren cuadros de pintura, al mismo tiempo se identifica el componente lúdico que activa el juego de los colores y las curvas en el desnudo femenino.
El lienzo del cuerpo femenino es tejido con líneas azules que proyectan serenidad y pureza; anaranjadas que se entrecruzan con amarillas y actúan como inspiradores; sin embargo, para los estudiosos del color al mezclarlo con el negro sugiere engaño y conspiración. También se identifican trazos verdes que producen frescura, vida y fertilidad. El contraste lo producen los trazos blancos que simbolizan bondad, pureza e inocencia, pues está asociado a la paz y al amor fraterno. Un último elemento es la alusión al color café que aparece como “rareza”, que según los especialistas en la psicología del color representa lo masculino, severo y confortable.
La disposición del cuerpo desnudo y colorido contrasta con la sutileza del negro degradado a grises de los párpados. Sin embargo, sobresale el rojo de los labios, que desde la perspectiva simbólica es el color de todas las pasiones. En palabras más coloquiales es el color de la guerra a través de la fuerza, la agresividad y la excitación. Representa el peligro y lo prohibido. En otro plano, lo sublime de los labios es el discurso artístico de la desnudez que se equilibra con el maquillaje cotidiano de la provocación en el rostro.
El uso de la técnica fotográfica y la perspectiva artística del autor le permite incorporar recursos que adquieren sentido temporal; es decir que el elemento humano y su entorno viajan hacia un pasado ficcional construido con el sepia, que en el plano metafórico nos evoca a un pasado detenido en las imágenes. Este procedimiento fotográfico no solo sustituye el blanco y el negro, sino que alcanza la dimensión temporal envejecida.
El virado a sepia es un procedimiento fotográfico que el autor utiliza para proponer ese recurso transtemporal en el que sustituye los grises de una fotografía en blanco y negro del presente, por unas tonalidades sepia remotas. Este recurso estético fue muy usado en la pintura y posteriormente alcanzó el campo de la fotografía.
Juanjo Tenas usa el color negro profundo en el fondo de sus fotografías y, en el caso de la serie en sepia se vuelve relevante el contraste de la refracción de la luz en el lienzo del cuerpo. Los elementos del cuerpo adquieren sentido en el juego de equilibrio entre las partes eróticas altamente sexuales de la penumbra, las extremidades y las voluptuosidades, que entrecruza las líneas rectas del erotismo con la cadencia del cuerpo. En otro compás, la geografía de los senos desde la perspectiva de la luz desciende hacia el centro de la sensualidad femenina, la cual se equilibra con la luz de los muslos que sostienen en plano inclinado el erotismo de la oscuridad.
En la otra parte de esta serie los cuerpos en movimiento de los desnudos femeninos adquieren una dimensión artística, puesto que a pesar de la completa ausencia de atuendos se pondera la sensualidad sobre la sexualidad, lo erótico sobre lo pornográfico. Se vuelve trascendente el juego de la luz, el movimiento o la quietud de los cuerpos que revelan todo sin caer en lugares comunes.
Otro espacio de exploración en el que incursiona el autor es el desnudo masculino. En la cultura centroamericana contemporánea este tema tensiona el campo cultural, pues se activan discursos machistas, religiosos, morales, de género y el de las nuevas masculinidades. Hasta ahora se conoce que el desnudo masculino es un “correlato” en el campo de la fotografía centroamericana; sin embargo el trabajo del académico guatemalteco Miguel Flores Castellanos en su tesis doctoral hace un recuento pormenorizado del asunto y concluye con hallazgos e interpretaciones sorprendentes. En esta exposición el fotógrafo trasciende al visibilizar el cuerpo masculino que tensiona y juega con una cadena entrelazada.
En la historia de las culturas las cadenas eran utilizadas como armas, como ataduras para los prisioneros y como atuendos a manera de trofeos de guerra. Se conocen mitos como el de Prometeo encadenado, la simbología bíblica y las ataduras en la esclavitud. En el plano metafórico se puede relacionar con las cadenas mentales, machistas, ideológicas y de las prohibiciones. Por ahora tenemos una serie fotográfica que expone la firmeza del cuerpo que tensiona la cadena entrelazada en las manos, haciendo un trazo horizontal y se triangula con la mirada. En otro plano la cadena atraviesa el cuello, provocando una diversidad de sentidos.
El fotógrafo Juanjo Tenas transita de la exploración en el desnudo masculino, hacia la trasgresión en el desnudo femenino. En esta parte se observa el uso de atuendos que complementan y le dan otros sentidos al discurso del cuerpo. Para el caso utiliza un retazo de tela chifón blanca, la cual es muy utilizada para confeccionar vestimentas, especialmente como cubiertas, para darle un aspecto elegante. Ese color es utilizado para los vestidos de novia y el velo como complemento. En ese sentido la elegancia y la ritualidad de la indumentaria cambian de significado.
Los espacios en los que se realizan las fotografías también son relevantes en la propuesta fotográfica. El cuerpo como objeto adquiere otras dimensiones y el tiempo forma parte de la atmósfera retratada. En este caso el espacio es una casa en abandono, sórdida, teñida de sepia con un elemento humano que apenas se distingue en la ventana.
El primer plano es la edificación arquitectónica, minimizando el elemento humano; sin embargo en la otra imagen aparece la trasgresión en el sentido simbólico del cristianismo. La sustitución de Jesucristo por un desnudo femenino crucificado, solo que cambian los clavos por la tela que amarra las extremidades superiores y la forma del perizonium que cubre las partes pudendas sobresale en color negro. Se conoce como la expresión “paño de pureza” o “lienzo de pureza” utilizado en el arte con la misma intención.
Después hay un desplazamiento hacia el interior de la casa, en la que además se transita de la imagen individual, reflexiva y de modelaje hacia la multiplicación de los elementos; volviendo dialógica la exposición de la mirada que se propone a partir de la construcción de la metonimia de subjetividades femeninas múltiples.
Un último elemento importante es el diálogo de imágenes entre hombres y mujeres en circunstancias diferentes. Por un lado el cuadro de encuentro íntimo, privado, cercano y frívolo demarcado por la frontera de lo sagrado: un rosario monumental; mientras la otra fotografía se caracteriza por la estilización artística de dos desnudos al aire libre, pletóricos en armonía con la naturaleza, anclados a la roca, gravitando en el bosque circundante, mientras la prolongación del seno femenino besa el firmamento y se proyecta en la geografía montañosa del horizonte.
Por ahora tenemos la fusión de la perspectiva artística del fotógrafo como sujeto social decodificador y la de los objetos contenidos en la fotografía como elementos humanos, cuya voluntad de expresión por medio de su cuerpo, también los convierten en sujetos del discurso, en eso estriba el aporte de esta exposición. En palabras de Mijaíl Bajtín “Yo no puedo reaccionar de modo directo a mi cuerpo exterior: todos los tonos emocionales y volitivos inmediatos que yo relaciono con el cuerpo se vinculan a los estados y posibilidades internas: sufrimientos, placeres, pasiones, satisfacciones, etc. se puede amar al cuerpo propio, experimentar hacia él una especie de ternura, pero esto significa sólo una cosa: un permanente afán y deseo de tener aquellas vivencias y estados puramente internos que se realizan a través de mi cuerpo, y ese amor no tiene nada esencialmente en común con el amor hacia la apariencia” (1982: 49).
El desafío para el espectador es reconocer que el cuerpo es discurso y tiene múltiples formas de expresarse. La perspectiva culturalista debe ayudar a mirarnos como cuerpos en movimiento, con sentido y autodeterminación. Es necesario que reaccionamos frente al discurso publicitario que compra, utiliza y vende el cuerpo como mercancía. No se debe confundir pornografía “mass media” con erotismo artístico. Sin duda las nuevas sensibilidades, los descubrimientos de la diversidad en la totalidad y la producción de formas alternativas de arte, son los caminos que nos conducirán hacia la exploración de realidades ocultas, prohibidas o invisibilizadas.
Fotos de Juanjo Tenas