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Aquel diciembre de 1991…

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El 31 de diciembre de 1991, poco antes de medianoche, en Nueva York se firmó el acuerdo definitivo, conocido como Acta de Nueva York, que señalaba el 16 de enero de 1992 como fecha inicial para poner fin al conflicto en El Salvador. Los Acuerdos de Paz firmados antes en Chapultepec, México, tendrían efecto a partir del 16 de enero siguiente. El cese del fuego y el inicio de la desmovilización tanto de la guerrilla como del ejército en esa fecha, eran producto de las negociaciones que habían finalizado en Nueva York. El GOES y el FMLN aceptaban el alto al fuego y, consecuentemente, la desmovilización de sus respectivos ejércitos a partir de esa fecha.

Como antecedente inmediato, la ofensiva “Hasta el tope” del FMLN, de noviembre de 1989, tocó las fibras sensibles de una de las zonas más privilegiadas de San Salvador: la Colonia Escalón. Entre las acciones más fuertes de los comandos insurgentes destacó la toma por asalto del Hotel Sheraton, donde precisamente se encontraba alojado el secretario General de la OEA de entonces, Baena Soares, y varios soldados del ejército norteamericano.

La ocupación y el inquietante accionar de la guerrilla, generaron tensiones significativas que -según analistas- presionaron la decisión oficial de pactar un acuerdo de paz, después de que desde 1984, algunos encuentros al interior y fuera de El Salvador habían propiciado negociaciones serias, hasta culminar con la firma de un armisticio con anuencia total de ambas partes. Es posible, pero no es seguro. En todo caso, aquel diciembre de 1991, el armisticio llenó de esperanza  El Salvador.

El 16 de enero fue declarado “Día de la Paz”. Sin embargo, después de superado el conflicto bélico, la población salvadoreña no logra la satisfacción total de paz y concordia, tan anhelados desde los días más difíciles del conflicto. Callaron los fusiles, pero se desbordaron los malos instintos y la ambición de los nuevos gobernantes, quienes tiraron por la borda las aspiraciones de todo un pueblo, ávido de progreso y bienestar.

Corrupción sin límites, en competencia a quien robaba más. Han sido millones robados al pueblo, por los gobernantes y algunos de sus seguidores y testaferros… para colmo, casi todos gozando de impunidad; y, en algunos casos, del acuerdo de “juicios abreviados”. En lo civil ¿cuándo devolverán los recursos robados, por lo menos, explicar al pueblo sobre la mansiones que compraron con sus impuestos?…  El Fiscal General tiene por delante serio compromiso con el país. Enjuiciar a los culpables, sin preferencia partidaria alguna. A ver si, al final, los buenas intenciones de los Acuerdos no quedan en letra muerta, en los temas tratados.

Impropio e injusto puede ser, sin embargo, negar cambios y avances en varios rubros, pero si los ha habido en los gobiernos posteriores a los Acuerdos, resultan mínimos. Es más, la situación  política, social y económica, sigue tan deprimente como antes y, particularmente, en cuanto a Seguridad, de mayor riesgo para la población honrada. Se decía que la Fuerza Armada era la más cumplidora; pero de ser ciertas algunas aseveraciones públicas sobre treguas, armamento, negociaciones… pues, el cumplimiento no es del todo cierto. En el campo político -como ya se dijo- las componendas y la corrupción han sido imparables, después de los Acuerdos de Paz.

Pese a la exigencia constante de las organizaciones políticas y sociales opositoras de cada régimen de turno, el cumplimiento de los Acuerdos de Paz, continúa como promesa fallida. Las áreas de la educación, salud, vivienda cultura y la comunicación social, las más desestimadas. Si antes la cultura y los intelectuales siempre habían sido desatendidos, después de los Acuerdos, la marginación siguió evidente.

Ahora, después de casi 29 años, la población  sigue cuestionando la falta de cumplimiento de los Acuerdos de Paz, en todos los aspectos del quehacer nacional: social, político, económico y cultural, en la búsqueda de una sociedad más justa y más humana, mediante condiciones diferentes y hasta opuestas a las que originaron el conflicto bélico en El Salvador.

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Renán Alcides Orellana
Renán Alcides Orellana
Académico, escritor y periodista salvadoreño. Ha publicado más de 10 libros de novelas, ensayos y poemas. Es columnista de ContraPunto

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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