El neoliberalismo es un paradigma económico según el cual el crecimiento de la economía y el bienestar de la población se logra mediante el fortalecimiento de lo privado (y de lo individual) y el debilitamiento de lo público (y de lo comunitario). Es un paradigma con una enorme capacidad de normalización y de innovación, la cual muchas veces supera la capacidad de detección y de crítica de los sectores opositores y/o sectores afectados negativamente.
La primera versión del neoliberalismo llegó a El Salvador a inicios de la década de 1980 y estaba basada en las recomendaciones del Consenso de Washington: privatización de empresas públicas y de servicios públicos; eliminación de mecanismos de regulación de precios; reforma fiscal orientada al aumento de impuestos indirectos y a la reducción (o eliminación) de impuestos directos; atracción de inversión extranjera directa; firma de tratados de libre comercio y de inversión; consolidación fiscal; flexibilización laboral, etc.
El principal hito del neoliberalismo 1.0 salvadoreño fue la creación de la Fundación Salvadoreña para el Desarrollo Económico y Social (FUSADES), que rápidamente y gracias al apoyo político y financiero de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo (USAID), se transformó en el tanque de incubación y de divulgación de las ideas económicas del neoliberalismo en el país. Estas ideas se concretizaron en el documento Bases para un Nuevo Modelo Económico y Social (FUSADES, 1989) que se convirtió en el plan de desarrollo económico y social de los gobiernos de Alfredo Cristiano (1989-1994), Armando Calderón Sol (1994-1999), Francisco Flores (1999-2004) y Antonio Saca (2004-2009).
El listado de sus socios fundadores de FUSADES incluye entre otros nombres a los empresarios Ricardo Poma, Roberto Murray Meza, Alfredo Cristiani, Francisco de Sola, Archi Baldochi, Rodolfo Dutriz, Fabricio Altamirano, Rafael Castellanos, Francisco Callejas, Roberto Kriete, Boris Eserki y Ricardo Simán. Dos décadas después ““ y gracias a las drásticas reformas económicas neoliberales- estos nombres pasaron a encabezar los nuevos grupos empresariales (Grupo Roble, Grupo AGRISAL, Grupo Siman, Grupo TCS, Grupo Callejas) que tomaron el control de la economía nacional y regional.
Una segunda versión del neoliberalismo fue impulsada por los gobiernos del FMLN a partir del 1 de junio de 2009. Esta versión 2.0 se caracterizó por la continuidad de las reformas económicas aplicadas por los cuatro gobiernos del partido ARENA (privatización de servicios públicos, privatización de pensiones, dolarización, tratados de comercio e inversión, subsidios fiscales a grandes empresas, austeridad fiscal, etc.) pero agregándole el componente de las políticas sociales asistencialistas para la mitigar el empobrecimiento provocado por las políticas económicas neoliberales. Estas acciones asistencialistas (disfrazadas de políticas de inclusión social) consistieron básicamente en la entrega de paquetes agrícolas, transferencias monetarias a familias en extrema pobreza, programa alimentación escolar, y entrega de uniformes y paquetes escolares gratuitos.
Los efectos del neoliberalismo sobre El Salvador durante tres décadas han sido duales. Por una parte, una minoría de familias y de empresas nacionales y transnacionales ha aumentado sus ganancias y su poder en el mercado, mientras la mayoría de familias y de empresas del sector popular de la economía ( cooperativas, mipymes, empresas solidarias ) se han empobrecido, se han sobre endeudado y han visto deteriorada su capacidad de movilidad social por la vía de un mayor y mejor inserción a los mercados, incluyendo el mercado laboral.
El debilitamiento de la educación pública, de la salud pública, de la seguridad social pública, de la vivienda pública, de los cuidados públicos a personas en situación de dependencia (personas ancianas, personas con enfermedades crónicas y/o terminales, personas con discapacidad) y de la seguridad pública terminaron por convertir a la migración en la principal estrategia de la población salvadoreña para satisfacer su aspiración a una vida digna.
En este contexto, ha surgido una tercera versión del neoliberalismo, que retoma la esencia de las dos versiones anteriores, pero que le adiciona un aspecto novedoso en su estrategia de implementación y de legitimación: el fascismo digital.
Los gobiernos que están adoptando el neoliberalismo 3.0 y el fascismo digital son muchos: Donal Trump, en Estados Unidos; Jair Bolsonaro en Brasil; Andrzej Duda en Polonia; Volodomir Zelenski, en Ucrania; Mateo Salvini, en Italia y Nayib Bukele en El Salvador. Paradójicamente, en todos estos casos, el factor clave para el ascenso al poder de estos gobiernos ha sido el desencanto y el odio de las masas populares en contra de las élites políticas que previamente implantaron y administraron las reformas económicas neoliberales.
El fascismo digital conserva las características primordiales del fascismo clásico. En primer lugar, se trata de un proyecto económico y político de corte autoritario que se encarna en la figura de un líder carismático, a quien se le considera la encarnación del pueblo y de la voluntad popular. En segundo lugar, es un régimen que rechaza los principios republicanos, en particular, el principio de la división de poderes y del funcionamiento de pesos y contrapesos que puedan limitar o amenazar el enorme poder concentrado en la figura del líder supremo. Y, en tercer lugar, se trata de gobiernos que institucionalizan mecanismos estatales y paraestatales de represión hacia cualquier manifestación de crítica o de disidencia al líder y a su proyecto de desarrollo económico, social, político y/o cultural.
El fascismo digital se aplica a través de la ciberguerra propagandística y de los grupos de choque digitales.
La ciberguerra propagandística está enfocada a debilitar a las ideologías económicas y políticas y a sustituirlas por relatos, es decir, por historias emotivas y persuasivas que crean identidades y lealtades en torno a un líder amado y supremo. Mediante la ciberguerra se impone un relato económico según el cual el líder supremo ““ a diferencia de las elites tradicionales- sí posee la sabiduría y la talla moral para hacer del debilitamiento de lo público y del fortalecimiento de lo privado, un instrumento para el desarrollo nacional y el bienestar de las mayorías populares.
Por su parte, los grupos de choque digitales cumplen la misma función que desempeñaron en su época las camisas negras en la Italia de Benito Mussolini o las camisas pardas en la Alemania de Adolfo Hitler, es decir, poner en marcha acciones de choque, control y neutralización de los enemigos del amado líder: ambientalistas, feministas, defensoras/e de derechos humanos, sindicalistas, huelguistas e intelectualidad de izquierda adversa al neoliberalismo y/o al autoritarismo. Sin embargo, estos escuadrones digitales no utilizan ni piedras, ni antorchas ni palos (por el momento), sino que usan las redes digitales y las aplicaciones de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones: Twitter, Facebook, Instagram, wasap y por supuesto, las fake news.
A 60 días de iniciado el gobierno de Nuevas Ideas-GANA, el neoliberalismo navega viento en popa en El Salvador. La Secretaría Técnica de Planificación ha sido eliminada (¿Para que se necesita planificar sí el mercado se encarga de todo?); el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional han sido designados como responsables de la elaboración del Plan Económico y Social 2020-2023, y los capitalistas nacionales y extranjeros han sido invitados al gran banquete que el nuevo Ejecutivo esta preparando para promover las inversiones privadas con la máxima tasa de ganancia posible (exenciones fiscales, flexibilidad laboral, aumento de la duración de la jornada diaria de trabajo, trámites de permisos ambientales “amigables” con la inversión privada, masificación de los asocios público privados, creación de zonas económicas especiales”¦.).
El neoliberalismo 3.0 solo puede ser frenado mediante la construcción de relaciones de poder contra hegemónicas y esta tarea les corresponde a las organizaciones populares de izquierda antineoliberales. ¿Podrán los movimientos sociales populares de izquierda reponerse de la anomia, del miedo y/o del duelo que les aqueja? Esperemos que sí y que lo hagan pronto.