Ni Nayib es el mesías en el cual creen sus adeptos más fanáticos, ni es el ogro que anuncian sus detractores más apocalípticos. La figura de este personaje se les escapa por igual entre los dedos a sus más ciegos admiradores y a sus más encarnizados críticos. Ni la caricatura que lo santifica como apóstol ni la que lo pinta como un demonio autoritario permite comprenderlo ni anticipar el alcance de sus acciones.
Ciertas personas creen que basta con hacer un retrato psicológico de un líder para inferir cómo será su forma de gobierno. No nace siempre una dictadura porque un líder posea rasgos de personalidad autoritarios. Para que esto suceda debe existir como premisa una crisis ideológica e institucional que conduzca a que los organismos, grupos y personalidades que conforman un sistema político acepten delegar grandes cantidades de su poder en un solo sujeto. No creo que ese vaya a ser el caso, si Bukele es elegido como Presidente. Al contrario, no hay que ser un lince para pronosticar que, si Bukele es elegido Presidente, va a tener a la Asamblea Legislativa como un interlocutor molesto e inclinado a ponerle las cosas muy difíciles. Y lo mismo podría aventurarse del poder judicial en estos tiempos donde abundan los jueces-showman y la tentación de judicializar la política. Tampoco la Iglesia será tan mansita como para comer de la mano de Bukele. Y en todo aquello que haga tendrá enfrente a la poderosa ANEP y sus socios mediáticos. Si Bukele gana la Presidencia, no va a tener más remedio que negociar algunos asuntos y que comerse a disgusto muchas de sus promesas electorales.
Si me dan permiso de ponerme apocalíptico, creo que la gran amenaza para nuestro Estado de derecho y nuestra renqueante democracia provendría más bien de un hipotético triunfo de Arena. Que Arena controlase los poderes Legislativo y Ejecutivo, mientras mantiene en su cargo a Douglas Meléndez, esa sí que sería una mala noticia. Otra cosa: si gana la Presidencia, no tendría como contrapeso a la ANEP, por la sencilla razón de que Arena representa los intereses políticos estratégicos de la ANEP. Por otro lado, ya sabemos cómo Arena se las gasta cuando controla una institución: ahí tenemos el lamentable ejemplo de cómo ha gestionado la mesa sobre la privatización del agua y el trágico ejemplo de cómo controló a balazo limpio una manifestación de vendedores en Santa Tecla.
Díganme ustedes, en esta historia, quién tiene más visos de convertirse en el lobo.