Para tomar como referencia etimológica del náhuat vernáculo de los pipiles en Cuzcatlán, hay que apreciar varios panoramas desde el Huey –tepéc, y ver el paisaje hermoso del valle de (Quet) Zal- Coatl- titán, cuyo fondo vigila Chichon- tepec y el valle y lago de Xilomen –Pango. El rio acelhuate un afluente puro y no profanado en las épocas prehispánicas, naciente en las sierras Pant- chimal- co y la de Huizt-ucar y San Marcos Cuta – Cuzcat. Bañaban el valle de purísimas aguas, sagradas y medicinales, no podía ser más que el regalo preciado Quezalcúat (La serpiente emplumada) que fertilizaba la tierra de joyas, y hacia prosperar la tierra de hombres fuertes y guerreros. Más que ninfas (para ser un lugar de) la hidrografía del Acat- itzel – cúat. Es adornada por cañas o soyate; tule. En el sector plutónico de Amatl – tepéc, el río se calienta y se vuelve medicinal. También es necesario reconocer el tipo de cultos y religiosidad que se desarrollaba sobre el rico valle prehispánico, principalmente en el centro de dicho valle, el culto a Quetzalcúat, y su rio enigmático que bendecía Venus en sus dos estados (Matutino y Vespertino; Cuate). La riqueza del valle era más de índole espiritual y religiosa, que material (Según la concepción hispánica). La nación pipil era la patria de Quetzalcoatl, del río que hablamos, que ahora es muerte y contaminación y en sus albores fue vida y pureza, pudo ser la encarnación terrenal de la “serpiente acuática fertilizadora” o sea el mismo regidor del Este y el Oeste.
Otra parte que sustenta que la patria Cuzcatlan era una tierra presagiada por los antiguos sacerdotes del valle del centro de México prometida por Quetzalcoatl es que sus mismos fundadores pertenecían a ese culto, Topiltzil Acxitl la fundó en el primer siglo de la era cristiana. De él se desprendió una extensa era, un linaje de Huey tlatoanis que heredaron la tierra de Cuzcatlán hasta la invasión hispánica en el siglo XVI.
Mi propuesta es que después de leer todo esta información que contrae todo este cúmulo histórico y religioso fundacional de Cuzcatlán, apartar un poco la mención de las ninfas acuíferas y centrarnos más en el culto a Quetzalcoatl y su rio sagrado, el Acát – Itzel – coatl ; Cañas acuáticas, que edifican, Itzel o lucero vespertino. El espejo serpenteante que vio nacer el señorío en todo su esplendor. Que por supuesto trajo riquezas a los herederos nahuas, ricas cosechas maíz, frijol, chile, ayote, Huitzjiquilit y cacao. Además salud por medio de sus aguas, salubridad social que forjaba una nación saludable, que no fue fácil de tumbar ante la impertinente intromisión de la espada.
De las glorias del sagrado rio del pasado a taparse la nariz por sus nauseabundos olores en el presente, los actuales tlatoanis tienen una deuda pendiente, con Venus y Quezalcuat. Salvemos en serio al río, con políticas ambientales de verdad.