martes, 16 abril 2024
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A Roma ¿por fe, por polí­tica o por turismo?

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Mientras la mayorí­a de la población celebra la próxima canonización del ilustre salvadoreño Beato Oscar Arnulfo Romero, en Roma el próximo 14 de octubre, aquí­ la otra parte de la población, como fiel reflejo de la derecha radical del paí­s, desearí­a que este evento nunca se hubiera dado. Claro, sobre sus hombros pesará por siempre la grave responsabilidad del vil asesinato del ahora Santo, Monseñor Romero, ocurrido el 24 de marzo de 1980. Cuestión de conciencia…

Justa es también, por lo mismo, la indignación que ha causado a la mayorí­a de la población -católica o no- que la Asamblea Legislativa haya designado a 3 diputados para que -con gastos pagados (viaje y altos viáticos)- asistan a la canonización. Hermoso premio, sin importar si la visita a Roma será, realmente, por Fe o simplemente un viaje turí­stico, a costa de los impuestos del pueblo honrado y laborioso. En cambio, numeroso pueblo católico asistirá por su cuenta y, desde luego, por cuestión de Fe.

Además, aunque la visita a Roma ese dí­a es de gran significado afectivo y patriótico, y aunque existen relaciones diplomáticas con el Vaticano, esto es asunto personal y nada de “misiones oficiales”. Sobre todo, porque “irán como representantes que son del pueblo salvadoreño”; pero el pueblo rechaza su designación y, por tanto, su representación.

La derecha no participará, según se desprende de expresiones de Norman Quijano, presidente de la Asamblea Legislativa. Claro. Ni moral, ni ética, ni ideológicamente les convine; sobre todo, por el señalamiento, verdadero e inevitable (Comisión de la Verdad), de que el autor intelectual del magnicidio de Monseñor Romero, fue el mayor Roberto D´Aubuisson, secundado por otros dirigentes del partido de derecha, ARENA.

Pero, si irá el diputado de derecha ex ARENA y ahora del PCN: Francisco Merino, de generales muy conocidas. “Asamblea enví­a a ex aliado de D´Adaubuisson a canonización de Monseñor Romero”, tituló El Faro (25 de septiembre de 2018). Credenciales muy contradictorias para un acto de Fe tan grande.

Además -por ignorancia y malicia- los candidatos a Presidente y Vicepresidenta de la República, Carlos Calleja y Carmen Aí­da Lazo, en expresiones por separado han declarado respectivamente a los medios, que las acusaciones contra el mayor D´Aubuisson “son elucubraciones” y que “no hay nada claro todaví­a”, contradiciendo al Vaticano y a la Comisión la Verdad. ¿Será esa la actitud a futuro de algunos diz que católicos, pero patrocinadores y celebradores -todaví­a hoy- del vil asesinato del nuevo Santo? El verdadero cristianismo precisa de coherencia, humana y cristiana.

Pero, la historia es implacable y verdadera. Y lo que sigue es apenas mí­nima parte de esa gran historia:

… El 12 de marzo de 1977, cuando Monseñor Romero recién habí­a sido nombrado Arzobispo de San Salvador, durante el perí­odo presidencial de Arturo Armando Molina, la Guardia Nacional habí­a asesinado a su confesor y amigo, padre Rutilio Grande, en la zona de El Paisnal, al norte de San Salvador.

La muerte del padre Grande hirió hondamente a Monseñor Romero, quien exigió al Gobierno esclarecer el asesinato. Igual petición harí­a en su oportunidad, para que no quedaran impunes los crí­menes, perpetrados por el ejército salvadoreño, de los sacerdotes: Alfonso Navarro (11 de mayo de 1977), Ernesto Barrera (28 de noviembre de 1978), Octavio Ortiz (20 de enero de 1979), Rafael Palacios (20 de junio de 1979), Alirio Napoleón Mací­as (4 de agosto de 1979), Cosme Spessoto (14 de junio de 1980), Ernesto Abrego (desaparecido 27 de noviembre de 1980), Marcial Serrano (28 de noviembre de 1980) y varios catequistas. Monseñor Romero seguí­a demandando justicia, como lo harí­a hasta el dí­a de su muerte, sin que fuera oí­do.

Iniciaba la guerra, Y en ese marco, el 24 de marzo de 1980 se da el cobarde asesinato de Monseñor Romero, en la capilla del Hospital Divina Providencia. Una bala explosiva de fusil calibre 22, con mira telescópica, disparada por un tirador experto, le ocasionó la muerte, casi instantánea. El error de los asesinos fue creer que asesinando al Arzobispo, terminarí­a su denuncia por las injusticias contra la población más humilde. Pero no. Su figura y su voz crecieron. Y hoy, ya próxima su canonización, como promesa cumplida del Papa Francisco, se confirma la nominación de San Romero de América, como desde hace tiempo lo nominara el Obispo poeta, don Pedro Casaldáliga.

Habrá justicia. El asesinato de Monseñor Romero, los crí­menes contra los miembros del FDR, los sacerdotes Jesuitas y sus dos colaboradoras, las religiosas Maryknoll, Marianela Garcia Villas, Lil Milagro Ramirez, Roque Dalton, Madelaine Lagadec, sacerdotes, seminaristas, catequistas, otros religiosos, los periodistas nacionales y extranjeros y tantas otras vidas de valiosos salvadoreños, son deuda pendiente del Estado salvadoreño, con las ví­ctimas y con la sociedad entera.

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Renán Alcides Orellana
Renán Alcides Orellana
Académico, escritor y periodista salvadoreño. Ha publicado más de 10 libros de novelas, ensayos y poemas. Es columnista de ContraPunto

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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