A Nayib Bukele le conviene, lógicamente, ganar en primera vuelta. Pero al resto de los candidatos también. Lo que quiero decir es que también a ellos les conviene que Nayib gane en primera. Me explico:
Si hay segunda vuelta la derecha arriesga hundirse aún más en sus divisiones internas, pues Javier Simán nunca se sumó a la campaña de Carlos Calleja y ha esperado agazapado el fracaso de su adversario. Tal vez por eso mismo insiste éste en su propósito de ganar en primera. También porque se habrá planteado la pregunta: ¿cuántos votos más puede aspirar la Alianza por un Nuevo País a sumar en segunda vuelta? Muy pocos, pues ya representa a la casi totalidad de opciones de derecha. Podría atraer los votos de VAMOS y poca cosa más.
Y, desde luego, al que menos le conviene una segunda vuelta es al FMLN. La cúpula efemelenista tendría difícil convencer a sus militantes y simpatizantes no dar el voto por Nayib, a fin de impedir un gane de Calleja. Y si se diera tal corrimiento del voto, su futuro y el del partido quedarían muy comprometidos.
No causaría extrañeza que, en su intimidad, los dirigentes prefieran la victoria de Calleja antes que el triunfo de Nayib. Conociendo su tradición tremendista – de raíz estalinista, que plantea que “cuanto peor, mejor”– es probable que dicho cálculo ronde por sus cabezas. Podrían sobrevivir a un gobierno arenero, volver a ser oposición y confiar en recuperar fuerzas en el plazo de cinco años. Pero su problema es que, aunque así piensen, no pueden decirlo públicamente.
Lo más probable es que ante tal panorama la cúpula se incline por dejar en libertad de voto a sus bases y que cada quien actúe según su conciencia. Pero resultaría paradójico e hipócrita dejar sin orientación en una coyuntura crucial como lo es la presente elección presidencial. Sería muy cuestionable.
Tampoco los dirigentes de Arena podían manifestarse abiertamente favorables a una remontada del FMLN, aunque la vieran como único chance de frenar el triunfo del candidato golondrino. El Frente insiste en tildarlo de nueva derecha, pero todo el mundo sabe que sus votos los obtiene de la izquierda.
Siendo, pues, que una segunda vuelta pondría en serias dificultades, tanto a la coalición derechista, como a la candidatura efemelenista, casi estoy tentado a rectificar mi primera apreciación y considerar que al único que podría convenir que haya segunda vuelta es a Nayib Bukele. Hundiría aún más a los partidos tradicionales en su crisis y se desharía por largo tiempo de sus contrincantes. Pero, incluso si llegase a dicha conclusión, tampoco lo diría. Nadie participa en un proceso electoral buscando evitar la victoria.
Es lo curioso del presente escenario: a nadie le conviene decir abiertamente lo que desea, por ser políticamente incorrecto. Por tanto, todos están en similar juego de fingimientos. Lo único seguro es el multitudinario rechazo a lo ya conocido. Nos adentraremos, pues, a la incertidumbre de lo desconocido.