sábado, 13 abril 2024

A propósito del texto: “Violentados por tener pene”

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Carta abierta a Roberto Valencia, periodista de El Faro: http://losblogs.elfaro.net/…/violentados-por-tener-pene.html

Hola Roberto:

¿Cómo estás?

Aunque hace dí­as leí­ el tí­tulo de tu publicación, preferí­ esperar a tener tiempo para leerla detenidamente y no “prejuiciarme”.

Luego de haberlo hecho, me dio por reflexionar y escribirte. Por supuesto que podrí­a haberte escrito todo esto en privado, pero como es un texto público, me permito también, reaccionar de manera pública, y lo voy a hacer tal cual me nace.

No voy a referirme a lo de las cifras, porque Laura Aguirre ya dijo todo lo que yo hubiese querido decir y además dijo muchí­simo más y muchí­simo mejor, así­ que me voy a referir solamente a la discusión clase-género, porque aunque no aparecemos las feministas expresamente mencionadas en tu texto, hay una clara alusión a nuestro posicionamiento público sobre la violencia contra las mujeres, sobre los feminicidos y a nuestra denuncia de que enfrentamos cierto tipo de violencia por el hecho de ser mujeres.

Esa alusión se resume en tu insinuación de que a “alguien” le gusta “hacer campaña” sobre la victimización, Pero creeme, nosotras NO queremos tener el tí­tulo de las más violentadas, al contrario, nadie desea, pide, exige, más que nosotras, no tener que hablar nunca más de violencia contra las mujeres, ni de feminicidios.

Además, decí­s que creés “de corazón que en una sociedad como la salvadoreña, con un problema de violencia tan enraizado y desbordado, establecer polí­ticas públicas atinadas pasa por analizar, conocer y ponderar las distintas violencias desde todas las variables posibles: edad, ingresos económicos, ubicación geográfica, grado educativo y género, por supuesto. Pero no creo que las lecturas parciales, sesgadas o interesadas sean lo más conveniente, sobre todo cuando son enfoques que se utilizan para soslayar o minimizar determinadas realidades.”, pero lo triste es que lo que hiciste con tu texto, fue precisamente, una lectura parcial, sesgada e interesada, y la has utilizado para soslayar y minimizar la realidad que nosotras vivimos y nosotras denunciamos, además de hacer parecer que con nuestra denuncia, lo hacemos con la intención de minimizar el hecho de que los hombres jóvenes salvadoreños están enfrentando actualmente una situación muy difí­cil.

A partir de eso, la verdad es que me parece un texto muy mal intencionado, pero vaya, talvez estoy de “alcanzativa”, así­ que voy a procurar dejar eso de lado y te voy a tomar la palabra en la primera parte de ese párrafo. La repito: "Establecer polí­ticas públicas atinadas pasa por analizar, conocer y ponderar las distintas violencias desde todas las variables posibles: edad, ingresos económicos, ubicación geográfica, grado educativo y género”.

Vos no lo sabés, (está bien eso, desconocés los feminismos), pero si por algo nos caracterizamos las feministas, es por estarnos cuestionando a lo interno, todo el tiempo: por revisar nuestros discursos, por reconocer nuestros privilegios y por preguntarnos si lo que estamos haciendo y diciendo, se está convirtiendo o no, en un discurso “de élite”, que es algo que no queremos.

Así­, la discusión clase-género ha estado desde hace décadas en nuestros debates, y no es un debate acabado, pero tenemos sumamente claro que a las mujeres, “el género nos une, la clase nos separa”.

Ahora, con el permiso de las compañeras autoras de la frase, me voy a permitir analizarla por fracciones y a incluir a los hombres y a las relaciones entre hombres y mujeres, en esa discusión:

Vamos a empezar por “la clase nos separa”.

Me parece que esta parte de la frase aplica bien a lo que decí­as que: “ni la violencia homicida ni la represión estatal afectan parejo a los alumnos varones del Instituto Nacional de Soyapango, a los del Externado San José o a los de la Escuela Americana… aunque todos ellos tengan pene.” Tenés toda la razón en esto, pero también es real que la violencia social actual en nuestro paí­s, tampoco afecta de igual manera a alumnas, mujeres, de esos mismos centros educativos, aunque todas, tengan vulva.

Ahora vamos por la parte de “el género nos une”

Resulta, que la violencia contra las mujeres en general, pero en particular, la violencia sexual y la violencia feminicida, aunque por supuesto tiene sus matices cuando se cruza con la clase, les pasa tanto a las niñas de los institutos nacionales, como a las niñas del Externado San José o el Sagrado Corazón (recordemos a Katya Miranda) y a las de la Escuela Americana, y el factor común es que los agresores están no solo en las pandillas, ni en el aparato estatal, más bien, y lo peor de todo, es que están mayoritariamente en sus cí­rculos de confianza: son sus padres, son sus abuelos, son sus tí­os, son sus primos, u otras personas cercanas. También nos pasa a las mujeres adultas de diversas clases sociales (recordemos a la ex pareja de Rodrigo Samayoa).

De hecho, puedo dar fe en carne propia:

– Aunque fui una niña de clase media baja (¡pero clase media al fin!) y también estudiaba en el Externado San José, enfrenté abusos sexuales de parte de una persona cercana.  – También me pasó, que a pesar de que fui una mujer joven estudiante de una universidad privada, uno de mis exnovios me acosó durante varios años.  – O aquella vez que un hombre con el que tuve que relacionarme por trabajo, me tocó sin mi consentimiento, a pesar de ser la mujer empleada de una organización internacional, a cargo de dar seguimiento al financiamiento que se brindó a la organización a que esta persona pertenece.  – O el dí­a en que otro de mis exnovios, aún cuando estábamos juntos, estaba muy enojado conmigo, así­ que me gritó, me “contraminó” contra la pared y me puteó, aún siendo una mujer militante del movimiento feminista y de clase media-media.  – O cuando un farmacéutico, después de ponerme una inyección, me metió la mano en el culo.  – O lo que me sucedió hace unos dos o tres meses, cuando fui a un bar al que de pronto llegó también un grupo de pandilleros, y uno de ellos empezó a acosarme.  Y sí­, mis privilegios de mujer de clase media, de familia que me quiere y me protege y con acceso a otras informaciones, con estudios superiores, con un empleo en condiciones muchí­simo mejores que la media de las mujeres y hombres en este paí­s, me han permitido reconocer que tengo derecho a no ser agredida, a sobreponerme, a poder “escapar” y a salir viva de esas situaciones.  También sé que a las niñas y niños, y a las mujeres jóvenes y mujeres adultas, que viven en condiciones precarias y en zonas controladas por las pandillas, esto les pasa 15 veces más fuerte y más frecuente que lo que me ha tocado a mí­.

Pero ahora decime, ¿cuánto de eso, y qué tan frecuentemente te ha pasado eso a vos? Incluso, me atrevo a decir, que estas cosas tampoco les pasa ni así­ ni tantas veces, a los hombres de ingresos bajos. Pero seguro les ha pasado cosas similares más de alguna vez, a las niñas y mujeres de tus cí­rculos cercanos que, también son de clase media.

Mi punto con toda esta “alharaca”, es decir que la violencia contra las mujeres no es más importante que la violencia que enfrentan los hombres jóvenes; son violencias distintas y ambas deben ser atendidas; pero de igual manera, el hecho de que hombres jóvenes sean numéricamente la mayor cantidad de ví­ctimas de la violencia social, ni elimina, ni minimiza la realidad de que la violencia contra las mujeres: 1) existe; 2) con matices, pero nos cruza a todas las mujeres de distintas clases sociales; 3) la existencia de esa violencia social actual, mezclada con la violencia contra las mujeres y con la mala atención y la revictimización de las mujeres y de nuestros cuerpos por parte de las instituciones del estado, resulta en agresiones particulares, especialmente en términos de control, desvalorización y apropiación del cuerpo de las mujeres.

Termino invitándote a que no te perdás, y que en lugar de estar minimizando nuestras luchas, ojalá, en tus próximos textos, continués mostrando las duras realidades a que se enfrentan los hombres jóvenes de nuestro paí­s, pero que además, te quités la idea de que las feministas somos enemigas de los hombres, o que estamos queriendo ser las mayores afectadas, porque más bien, lo que queremos es que TODAS LAS VIOLENCIAS DEJEN DE PASAR.

Que estés bien.

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Julia Aguilar Pereira
Julia Aguilar Pereira
Feminista y economista
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