sábado, 7 diciembre 2024
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A los irruptores de la fotografía en El Salvador

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Por Rigoberto Chinchilla.

Desde que se inventó el daguerrotipo han pasado muchos años, hoy día el tema de la fotografía ha sumado a miles de seres humanos que se dedican de manera integral a este oficio que goza de aficionados como de hombres y mujeres que han hecho de la fotografía un oficio profesional exigente con un elevado nivel de responsabilidad.

En nuestro país existió a mediados de los 80’s un importante desarrollo de la fotografía y nadie puede negar que en los salones del Departamento de Periodismo de la Universidad de El Salvador, funcionó en un primer momento un cuarto oscuro testigo único de los momentos para nada mágicos del positivado de la fotografías.

Luego aparecieron proyectos como Tacachigua Yapali que acuñó una propuesta alternativa, independiente y cargada de propuesta de los amantes de la fotografías que  hicieron de ellas una propuesta única, hombres y mujeres que se convirtieron en irruptores de la imagen y que registraron los momentos históricos que vivía el país e incluso algunos de ellos murieron con la cámara en el pecho llevando al más alto nivel de su entrega a la profesión; su vida.

Libraron con astucia muchos momentos, crearon sus propias credenciales, se sumaron a la escuela y la experiencia de corresponsales de guerra que vinieron al país y aprendieron el uso de equipos fotográficos hoy legendarios, una generación solidaria que se alegraba de verdad del éxito de los demás y que se apoyaba mutuamente. Alejada de la falsa competencia comercial y egoísta de generaciones post e incluso admirablemente creativos y entregados de verdad a la fotografía.

Rompieron con el oligopolio del RAF y de Westing House, los únicos espacios mercantiles privados donde podían revelar sus fotografías, sin duda irrumpieron e hicieron de la fotografía un acto de humanidad histórica;  al expresar la verdad de los acontecimientos con imágenes irrefutables, venciendo a las miles de palabras inobjetivas sobre los hechos.   

Ahí nacieron grandes vocaciones una generación de verdad de valientes fotógrafos que con pocos recursos y con cámaras réflex hicieron un importante archivo documental y elevaron la profesión de la fotografía, injusto mencionar los nombres y que en la pila de la memoria dejar de mencionar a más de alguno.

Por ello sin excepción rendimos con estas palabras a los fotógrafos que ya partieron y que nos heredaron su creatividad y sus obras de arte con la luz de la verdad. Para todos, nuestro reconocimiento, que su luz siga brillando en el firmamento.  

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Rigoberto Chinchilla
Rigoberto Chinchilla
Periodista salvadoreño. Graduado en la Universidad de El Salvador (UES); colaborador y columnista de ContraPunto

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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