martes, 30 abril 2024
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El suspense catalán: independencia “en suspenso”

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Llegando a la casa lo primero que he hecho ha sido quitarme la barretina, esa gorra tradicional catalana, que puede servir para simbolizar tantas cosas. Me la he quitado por comodidad y para refrescarme. No sólo la cabeza, también las ideas. Me he dado cuenta enseguida que me habí­a provocado un recalentón de la testa, que arriesgaba afectar el correcto funcionamiento de mis apreciadas neuronas (ésas con las que nacemos y que, supuestamente, no se reponen nunca; nos duran, nos deben durar toda la vida).

Creo que el pasado martes 10 de octubre no he sido el único catalán que, quitándose el sí­mbolo patrio y nacionalista de la cabeza, habrá experimentado una sensación similar. Junto con el alivio, la sensación de haber sido ví­ctima de una inocentada, de una broma de mal gusto, de una manipulación que, no por verla venir dejaba de ser irresistible. El esperado discurso del presidente del gobierno catalán Carles Puigdemont en el Parlament, que habí­a levantado la expectativa y morbo que durante el mismo pudiera realizar la Declaración Unilateral de Independencia, lo que trajo fue estupor y decepción en unos, alivio y esperanza en otros. Sorpresa para todos.

La independencia de Catalunya habí­a durado escasos 43 segundos. El tiempo que pasó entre la frase de la proclamación, la ovación de parte de los congresistas y la siguiente frase del discurso, en la que el “President” anunciaba “la suspensión de los efectos” de la declaración de independencia. Lo que siguió fue pura confusión. ¿Ha declarado o no la independencia?

Un “sí­, pero no”. Una calculada ambigüedad. Una exquisita jugada de póker, con cartas escondidas para algunos o para los más simple tomadura de pelo. Desde Madrid el derechista presidente español Mariano Rajoy ha demostrado que no es amigo de sutilezas. Ha contestado con un “requerimiento” al jefe del gobierno autonómico de Catalunya. Le emplaza a que (valga el juego de palabras) aclare si ha declarado la independencia. Le da plazo para contestar hasta el lunes 16.

Al decir de la Vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamarí­a la pregunta es sencilla y deberí­a responderse con un “sí­” o un “no”. Si el gobierno considera que la respuesta prolonga la calculada ambigüedad del discurso del 10 de octubre, 72 horas después adoptará “medidas”. De ambos lados, pues, se mantiene el “suspense”, en la tradición de las mejores pelí­culas de Hitchcock. Si Puigdemont no rectifica sino que, lejos de ello, ratifica la proclamación de la república catalana ¿qué pasará entonces?

¿Asumirán las autoridades centrales las funciones propias de la autoridad autonómica? ¿Irán presos los principales lí­deres catalanistas? ¿Se militarizará Catalunya? ¿Qué hará el estado con dos millones de ciudadanos catalanes que votaron “sí­” en el ilegalizado referéndum? ¿Qué está dispuesto a negociar?¿Se seguirán dando respuestas judiciales a un problema polí­tico?

Mientras, la rueda de la historia no se detiene. Y no lo hará; nunca lo hace, menos cuando todo la incita a acelerarse más y más. Han pasado cosas desde el “1-O “. Ese dí­a el referéndum y la fuerte represión del mismo fueron noticia mundial. Se reforzó esa imagen dos dí­as más tarde con la huelga general y las manifestaciones de protesta. Pero después el péndulo de la correlación de fuerzas osciló al otro lado. El domingo siguiente 8 de octubre una gran manifestación en Barcelona reclamaba “Cataluña es España”. Y el “dí­a de la hispanidad”, 12 de octubre, la tradicional parada militar en Madrid disputaba el control de la calle con el lema “orgullosos de ser españoles”.

El catalanismo no ha conseguido dividir a sus adversarios. Al revés. Ha propiciado que se unan el PP, la nueva derecha de “Ciudadanos” y el socialista PSOE. En cambio, entre sus filas apareció la división. Unos reclaman la declaración inmediata de la República de Catalunya y amenazan con retirar su apoyo y hacer perder la mayorí­a parlamentaria a Puigdemont, mientras otros apuestan por la moderación, por frenar el proceso y abrir el diálogo con Madrid.

Más grave que esto: las autoridades de la Unión Europea no han respondido favorablemente a pedidos de mediación. “No quiero una Catalunya independiente. Otros harí­an lo mismo – dice el presidente de la Comisión Europea, Juncker – No quiero una Unión Europea con 98 Estados. Eso serí­a imposible.” Supone un jarro de agua frí­a para los lí­deres del “procés” que parecí­an muy confiados de obtener una respuesta favorable. La reacción en Europa al ver las imágenes de ancianas sangrando fue de espanto y hay presiones a Rajoy para que no se repitan; pero apoyar la secesión es otra cosa. Varias regiones con aspiraciones nacionalistas propias pudieran seguir su ejemplo: Padania en Italia, Flandes en Bélgica, Córcega en Francia, Baviera en Alemania… La postura de Juncker es lógica. Y no va a cambiar.

En cuarto lugar el argumento más demoledor, que muestra la falta de realismo del catalanismo: la fuga de empresas que se trasladan (por lo menos su sede social, es decir, donde pagar impuestos) fuera de Catalunya. Iniciaron los dos bancos más potentes y han seguido todo tipo de firmas. Al momento se cuentan ya 531 empresas que han emprendido la diáspora. El impacto sobre las finanzas de la burguesí­a catalana puede ser importante. Y enfriará muchas “cabezas calientes”. Un viejo proverbio refleja esa mentalidad: “Barcelona és bona si la bossa sona” (Barcelona es buena si la bolsa suena).

Por todo ello parece probable que Puigdemont en próximos dí­as escenifique una nueva versión del dicho famoso y castizo: “donde dije digo, digo Diego”. Si al final todo queda en nada, no será para seguir igual, no será sin consecuencias. La derecha catalana ha despertado un monstruo.

No me refiero al independentismo que estaba ahí­, dormido, pero que se ha demostrado de naturaleza pací­fica y dialogante. No. El monstruo que ha despertado es el fascismo, la extrema derecha violenta e irracional. Que ahora se atreve a cantar el himno falangista “Cara al sol” y a hacer el saludo fascista, en público y sin reproches oficiales. Como si Franco no estuviera muerto y enterrado desde hace más de cuarenta años.

Cuando por toda Europa toman fuerza los grupos neo-nazis, xenófobos y de extrema derecha, las filigranas soberanistas en Catalunya han tenido el maléfico efecto de darle oxí­geno a esos grupos. Tal como expresa el conocido cuento corto cortí­simo: “cuando desperté (tras el breve sueño democrático) el dinosaurio seguí­a ahí­.”

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Ricardo Ribera
Ricardo Ribera
Columnista Contrapunto

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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