El 31 de octubre de 2017, se cumplen 500 años de la reforma religiosa encabezada por el fraile agustino Martín Lutero, que da origen al luteranismo. El 31 de octubre de 2016, el papa Francisco estuvo presente en la catedral de Lund, Suecia, en el evento que dio inicio al Año de Lutero que abre los festejos conmemorativos de la Reforma Protestante.
Ese día, el papa y el presidente de la Federación Luterana Mundial, Munib Younam, firmaron una declaración conjunta en la que rechazan todo tipo de violencia en nombre de Dios y la religión. El Concilio Vaticano II dio un gran impulso al ecumenismo, que frenó, de manera intencional, el papa Juan Pablo II. Francisco, el actual papa jesuita ha retomado la ruta trazada por el concilio.
En junio del año pasado, el papa dijo a La Civilitá Cattolica, que “Lutero fue un reformador y tal vez algunos de sus métodos no fueron los correctos, pero si leemos la historia vemos que la Iglesia no era un modelo a imitar, había corrupción, mundanismo, apego a la riqueza y al poder”.
La tradición dice que la reforma inicia el día que Lutero clava sus 95 tesis en la puerta de la Iglesia de Wittenberg, entonces capital del ducado de Sajonia. En ese tiempo era profesor de teología en la universidad de ese lugar. Ahí después se casó y se quedó a vivir.
Ese día, Lutero impulsa la segunda gran ruptura de la Iglesia católica, después de la separación en 1054 de las iglesias de Oriente que da lugar a las iglesias ortodoxas con cuatro de los cinco grandes patriarcados de aquel entonces (Constantinopla, Antioquia, Jerusalén y Alejandría). El de Roma se queda solo.
La Reforma Protestante, la de Lutero, cambió la historia del mundo y provoca grandes transformaciones en Europa, que ya no va a ser la misma, y también en lo que después serán los Estados Unidos. La Reforma da lugar a la contrarreforma. Se rompe con la existencia de un pensamiento único controlado por Roma.
Los estudiosos del tema de la relación entre la Iglesia católica y las iglesias luteranas consideran que en el marco de la celebración de los 500 años de la Reforma Protestante, Roma podría anunciar la aprobación oficial, en los hechos se da, de la participación común de la celebración de la eucaristía de iglesias que ahora no están en comunión.
Entre la Iglesia católica y las iglesias que nacen con la Reforma Protestante no existen grandes diferencias teológicas. Es mucho más lo que las une que lo que las separa. La aportación de los teólogos y teólogas de la iglesias reformadas es fundamental, para entender el cristianismo.
Hans Küng, el gran teólogo suizo, se asume como, católico, ortodoxo y reformado. Con esta afirmación integra las tres grandes tradiciones del cristianismo: la primitiva Iglesia, la que surge de la fractura de 1054 y la que nace en 1517 con el movimiento de Martín Lutero.
Yo me identifico con la postura de Küng y como creyente espero que un día se encuentre una manera en que estas iglesias, cada una con su aporte y originalidad, vivan en comunión. Las tres tienen en el anuncio de la buena nueva y el seguimiento de Jesús su razón de ser.
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