Los días recientes han conmocionado a quienes luchamos por otro mundo posible, ya que diputadas y diputados intentan despojar del derecho a la verdad, a la justicia y reparación de las víctimas de la guerra y al colectivo social en su conjunto. Esto porque su memoria les resulta incómoda y acusatoria, ya que varios legisladores son señalados incluso como victimarios; sin embargo, en medio del espectáculo de la política partidaria, son los testimonios de las víctimas y sus familiares que lograron sobrevivir, quienes nos recuerdan que la política se hace con la coherencia de vida.
El informe de la Comisión de la Verdad señala que el FMLN fue el responsable del 5% de las denuncias recibidas por la ejecución de graves hechos de violencia, frente a un 85% atribuido al Estado, a través de sus Fuerzas Armadas y grupos paramilitares. Pese a ello, el FMLN, otrora defensor de las causas populares, sorprendió siendo la única fracción que hasta este martes 28 mantuvo unificada su intención de voto por la mal llamada ley de reconciliación. Seguramente, su postura responde al compromiso de no poner en riesgo a algunos mandamases entre sus filas; es decir que, por no asumir ese 5% de responsabilidad, han estado dispuestos a sacrificar el derecho a la verdad, a la justicia y a la reparación de las mayorías.
Son las víctimas y sus familiares la reserva moral de nuestro país, son precisamente los perseguidos, torturados y masacrados, quienes vuelven su mirada con sorpresa al ver que además de los mismos de siempre, ahora también sus excompañeros confabulan para volver a enterrar su memoria. Mientras tanto, en El Salvador los días transcurren normalmente, entre el tráfico y los muertos de siempre, la gente ignora por decisión o falta de interés que los partidos deciden sobre la posibilidad misma de sanar nuestra historia.
La Comisión Política de la Asamblea recibió este lunes a las víctimas y a las organizaciones que les acompañan, concediéndoles solo minutos para convencerles de lo moralmente obvio: que los horrores de la guerra no deben quedar sin castigo. Más grave aún, la Comisión también pidió opinión a las Fuerzas Armadas, como si los perpetradores que señala la Comisión de la Verdad tuviesen la misma legitimidad que las víctimas, familiares y sobrevivientes.
Como salvadoreñas y salvadoreños, esto nos debe llenar de rabia y de dolor por las 75 MIL personas asesinadas y las miles de personas desaparecidas, torturadas y violentadas en la guerra. Todas las personas de este país conocemos directa o indirectamente sobre las vidas arrebatadas cruelmente durante la guerra, ya sean familiares, amistades o conocidos; y sabemos que fueron seres humanos con sueños, proyectos e ilusiones, seres humanos como tú y como nosotras.
Ahora con honestidad: ¿Podrías continuar tu vida sabiendo que algún ser querido ha sido desaparecido o asesinado? ¿Puedes si quiera imaginar ese sufrimiento y angustia? Piensa en eso un momento y luego imagina cómo te sentirías si la sociedad te obligara a olvidar, a borrar tu dolor y a no poder siquiera saber qué sucedió ¿Cómo se llamaría esto? Para nosotras se llama injusticia, impunidad y deshumanización; para nuestros diputados, se llama “reconciliación nacional”.
En esta sociedad de luto permanente, donde todos conocemos a alguien que aún llora a un ser querido arrebatado en la guerra, lo menos que podemos hacer es acompañar su camino en defensa de la justicia y su lucha contra la impunidad. ¿Por qué habrían de luchar solos? Si ya en 1993 se dijo: “la violencia fue una llamarada que avanzó por los campos de El Salvador (“¦). Las víctimas eran salvadoreños y extranjeros, de todas las procedencias y de todas la condiciones sociales y económicas, ya que la violencia iguala en el desamparo ciego de su crueldad.”