sábado, 13 abril 2024

“Vicente Aguiluz vuela con su luz a encontrarse con Morena Celarié”

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Maestro Vicente Aguiluz preserva la memoria de su compañera, la bailarina salvadoreña, Morena Celarié. La periodista Tania Primavera narra sus últimas experiencias de vida.

Por Tania Primavera


Esta tarde, al mediodía quedé de llegar de nuevo a ver al Maestro Vicente Aguiluz, sus sobrinos Eduardo y Coralia me habían permitido verlo en el MQ del ISSS, donde pude verlo y platicar el lunes pasado, llegué el sábado con mi madre, pero no se podían hacer visitas. El lunes, ya estaba en la cama cinco de emergencias, ya le habían diagnosticado el cáncer, pero mejor no le habían dicho sus sobrinos, para no afligirlo. Tenía diabetes desde hace años. Y otras dolamas, pero no se quejaba de otras cosas. Hasta hace unos dos meses, como me contaron sus familiares. El Maestro Aguiluz, no se casó, no tenía hijos, siempre cuidó de su hermana Teresita, un poco menor y que vive con él.

Ese lunes, le llevaron su almuerzo cuando yo estaba ahí, no quería comer porque le dolía mucho el cuello, era cáncer en el esófago. “Aquí me dan comida rica hija”, me dijo, pero mejor no como porque me duele. Solo tres cucharadas de Gerber de manzana comieron, y mejor guardamos las meriendas de nuevo que le llevaron las enfermeras.

 ¿Usted es pariente? No soy una amiga. ¡Ah! Ella es escritora, les dijo, es periodista, es una gran amiga, la mejor amiga.

Le lleve su foto favorita, donde está con su amiga de baile de muchos años, la magnífica Morena Celarié, ellos dos, Vicente Aguiluz y Morena Celarié, hoy son leyenda. “Esta foto la tomó Amandita Blanco”, me dijo, de nuevo como tantas veces nuestro tema es la danza. “Es en el parque Cuscatlán, en 1961 con el grupo, el grupo fundado por Morena”.

Ellos dos, son los más grandiosos pilares de la danza folclórica salvadoreña. Hoy se encuentran de nuevo, después de 50 años, desde que Morena murió, encontrada al fondo de la Puerta del Diablo, en abril de 1972.

Hoy, al mediodía, del viernes 2 de septiembre de 2022, fui de nuevo a la UCI del MQ del Seguro Social, donde estaba el Maestro, Distinguido Artista de El Salvador. Me encontré con Coralia, que me dijo que pasara yo primero, para poder verlo y regresar al museo, donde trabajo. Me dio la tarjeta, cama 8 en la UCI, lavarse las manos, tomar la bata azul #8. Hice todo lo que me pidió, antes recorrí los pasillos, eternos los sentí, llegué a esas puertas. Entré y a lo lejos lo reconocí. Estaba ya entubado, me acerqué a la cama, lo abracé, le acaricié la cabecita blanca, le dije lo quiero mucho, gracias por su amistad, gracias por su amor al arte y la memoria, no lo voy a olvidar.  Yo veía la pantalla, los aparatos, todos los rostros tristes de los visitantes a los enfermos alrededor.

Tenía unos minutos de haber entrado, cuando, de repente, llegaron súbitamente los doctores. A preguntarme quién era yo. Les dije que era solo una amiga, pero que yo lo quería como un padre, era como una hija, un gran amigo. Escribí de él, fui cuando pude a verlo, le ayudé en algunas cosas, para mí la amistad es importante. Se demuestra.

¿Y dónde están los parientes?, afuera está su sobrina política, les dije.  Dígale que entre, me dijo. Entonces al llegar, Coralia, nos dijo a las dos, que él acababa de morir. ¡La estaba esperando a usted! me dijo Coralia, solo eso esperaba, a despedirse.

Ahora, escucho la música que tanto amó, la marimba, de nuestras danzas folclóricas, aquellas que volverán a bailar en los recuerdos que en vida me deja, hasta siempre querido amigo, Vicente Aguiluz, gracias por la gracia.


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Tania Primavera
Tania Primavera
Promotora cultural, museóloga, escritora y periodista salvadoreña. Colaboradora en temas de Artes y Columnista de ContraPunto
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