Después de ver a Mauricio Interiano perdido en el mundo de las palabras, intentando rescatar aquella que a su criterio fuera la más adecuada para asumir los “errores” cometidos por los expresidentes de la República venidos de las filas de su partido, es posible llegar a preguntarse si realmente ARENA es ahora un partido al lado de los eternamente pobres, marginados y silenciados salvadoreños.
Parece que con sus discursos, cargados súbita pero forzosamente de conceptos, ideas y reivindicaciones propias de aquellos a los que han pretendido reducir a la nada, son hoy por hoy los mejores amigos del pueblo y los políticos más idóneos que el país puede llegar a tener. Pero sólo lo parecen, porque no lo son y aquella persona que se atreva a darles el beneficio de una duda a su lado favorecedora, estará errando del todo. Estará viciado por el error del pasado, está viciado por la ceguera y está viciado de ignorancia.
ARENA parece estar por el momento cambiando sus posturas ultraderechistas a unas menos radicales, mostrándose con ayuda de los medios dominantes como la más acertada en cualquier esfera de la política. Están del lado del medio ambiente, del lado de los trabajadores, del lado de los intereses del pueblo, del lado de la transparencia. Ahora son anticorrupción, ahora son éticos ““como si la ética no existiera del lado del capitalismo-, ahora están del lado de las víctimas. Ahora se acuerdan que en El Salvador hay seres humanos que se ven afectados por el mal manejo de los fondos públicos. Hoy quieren dar ese primer paso que no estuvieron dispuestos a dar antes. Hoy quieren reivindicar sus propios “errores” – que son legal y éticamente actos de corrupción por mucho que quiera decir lo contrario- con “humildad”. Una humildad que no les asiste. Una humildad que no comprenden.
Por ello ahora vemos a una ARENA que aún con sus crisis internas debe ““sí, debe- abrirse a temas como la diversidad sexual, a prestar sus votos por esas leyes que han estado por años en discusión en la Asamblea como la de prohibición a la minería metálica asegurando que en ese día histórico que “el agua le ganó al oro”, anulando por supuesto toda la lucha organizada de la población y quitando del centro de esa lucha a los activistas asesinados. A asegurar con todo cinismo que los fondos se despilfarran, a rasgarse las vestiduras hablando de un impago generado por ellos mismos, a señalar las malas gestiones y los actos de corrupción que frente a lo innegable son obligados a reconocer a regañadientes.
Pero hay que tener cuidado, porque frente a una ARENA que públicamente está aparentemente del lado de los pobres está esa ARENA que conocemos todas las personas que hemos seguido sus pasos, que conocemos su historia y que vivimos, día con día sus “errores” en la gestión de la cosa pública. La ARENA que conoce El Salvador es la misma ARENA de siempre, y posiblemente, hasta peor.