viernes, 26 abril 2024

Un gobierno bajo sospecha; o, un gobierno bajo acecho

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Estamos, a dos semanas de que se cumpla el primer año, de cinco, periodo para el que fue electo Nayib Bukele, si es que lo dejan los poderes fácticos, reaccionarios, antipopulares y antidemocráticos.

Bukele, fue electo por el “pecado” de 1 millón 434, 856 personas, o sea, el 53.1 por ciento de los ciudadanos que acudieron a las urnas, quienes, cansados, cuando no “encanchimbados”, le endosaron su apoyo, en unas votaciones que significaron un rompimiento con el continuismo. Contra la mediocridad y contra la corrupción. Estos votantes, hombres y mujeres, expresaron con su voto el interés en recuperar y renovar la esperanza robada.

Desde que se postuló a la candidatura presidencial, se inició la campaña antibukele, los epítetos y calificativos han sido una constante. Unos le llaman el jeque, el musulmán, el sultán; por su forma de ejercer el gobierno y hacer política, le dicen fascista, dictador, autoritario; y, otros le cuestionan (sin juicios de cuentas de por medio) el manejo de los fondos públicos. Y, le señalan que su gestión está plagada de opacidad, que se resiste a rendir cuentas, es, según éstos, un gobierno corrupto. Son los mismos que piden que rinda cuentas de los 3 mil millones, sin aún haber ingresado un solo dólar de esos créditos.

Estos mismos, que atacan al gobierno, entre los que se cuentan muchos exfuncionarios de los gobiernos anteriores y empresarios, le señalan a Bukele, que tiene un gabinete mediocre y que, además, estos no se dejan ayudar, no soportan, que los actuales funcionarios a los que descalifican, les vean con aquel letrero del libro de los 80, “de las vacas sagradas se hacen las mejores hamburguesas”. Esta es la guerra que le hacen al gobierno en público, ya no se diga la que hacen en privado, los memes en las redes sociales y las caricaturas de los medios tradicionales, dan cuenta de estos señalamientos.

Lo que está claro, es que el país sigue siendo un espacio de exclusión social, donde la corrupción era ya una epidemia, cuando se ha gobernado con patrones y estilos dictatoriales; entonces, Bukele no está ajeno a eso, sólo que, tiene la oportunidad de mostrar la diferencia, no sólo en las formas, que son importantes; sino, sobre todo en el contenido y resultado de sus políticas y obras.

Particularmente, me he pronunciado porque en mi opinión, los avances democráticos logrados en el periodo anterior están en riesgo por el avance de fuerzas neofascistas con discursos de ultraderechas o de oportu-neoizquierdistas. Y Bukele, bien podría caber en esa definición.

Bukele y su equipo, deben demostrar ante el pueblo su honradez y honestidad y derrotar todo el poder que les quiere aplastar. Ante tan grandes desafíos, la sociedad sólo les demanda ser un gobierno honesto, con funcionarios honestos y con las mejores y más eficaces prácticas de gobierno.

Ahora bien, creo después de todo, que Bukele es un disruptor, un líder desafiante en una coyuntura global de cambios, en un país que no funciona para las mayorías populares, en una sociedad enferma y con un futuro incierto. Un país con una vulnerabilidad socioambiental creciente, que expulsa continuamente a su pueblo. La pandemia actual, ha puesto esas realidades sobre la mesa y hace que la gente vea quienes son los culpables de su situación.

El conflicto central está siempre en la distribución de la riqueza creada. Esto hay que tenerlo claro. En este conflicto, el lado que escojas te define, más allá del traje y la prosa que se use, estás con el pueblo y sus intereses, o contra él.

De esto, se desprende el problema de fondo que hoy vivimos, se ha abierto una crisis de hegemonía, el viejo bloque de poder está cuestionado y evidenciado en sus intereses antipopulares; y, el pueblo, se ha percatado de esta oportunidad de cambio, de configurar un nuevo bloque hegemónico.

De ahí, que esos poderes fácticos busquen crear una situación de doble poder, en donde cuestionan y descalifican lo que el gobierno hace, en la gestión de la pandemia no le reconocen ni un mérito en salvar vidas, en prevenir; presionan por la apertura de la economía y asustan con la pobreza que se viene. Aprovechan errores y desaciertos y los magnifican, mueven altos recursos, acá y en el exterior, para la campaña antibukele. Y hay que decirlo, les han oído, aunque más afuera que acá.

Esa sanguinolenta campaña de los poderes fácticos, contra Bukele, también la han endosado otros actores y sectores a quienes los ha cegado el antibukelismo. Descuidando el hecho, de qué tipo de coyuntura es la que vivimos y como la pandemia del COVID 19, nos reta a pensar desde otras perspectivas, con otros parámetros. Pero bien, cada quién es responsable de su actuar, la historia juzgará si su actuar ha sido el correcto o se posicionaron del lado equivocado, contra el pueblo.

Esta coyuntura por la hegemonía pasa por la configuración de una nueva mayoría, ese es el horizonte inmediato, las elecciones legislativas y municipales de febrero próximo. Las diferentes acciones de la oposición al gobierno de Bukele, buscan evitar que se configure una nueva hegemonía, que se edifique un nuevo bloque hegemónico y menos que este tenga un alto contenido popular. Eso explica, porque ANEP-FUSADES-CAMARASAL-ESEN, se retiran del Comité de los 3 mil millones que, hay que aclarar de nuevo, que aún están en proceso de gestión.

Si alguien cree, que se vienen tiempos de calma, se equivoca; vienen tiempos convulsos, vienen tiempos de cambio, vienen tiempos de lucha por un país mejor.

De la pandemia estamos obligados a salir como un mejor país, una mejor sociedad, eso pasa por:

Enfrentar, aislar, desplazar y derrotar a los grupos delictivos de las maras mediante una estrategia política para disputar el poder en los territorios, con nuevos valores de convivencia, con nueva institucionalidad, con fuerte inversión social y cultural, con promoción del desarrollo y progreso de las comunidades y con un liderazgo moralmente comprometido con un nuevo proyecto social de cambio. Una nueva generación de políticas públicas post COVID 19, serán necesarias.

Además, es preciso levantar las banderas de la revolución democrática, creando poder alternativo, para disputar el poder a la oligarquía transnacional y sus poderes fácticos.

Pero, sobre todo, es una necesidad histórica, construir un fuerte movimiento social de ideología popular y políticamente de amplia base social; esto es una condición, es la tarea estratégica, para continuar la lucha por una revolución democrática, que sea viable mediante la articulación de mayorías, de un programa democrático y de un gobierno de amplia participación, para hacer de El Salvador, un país donde valga la pena vivir, un país mejor. Con oportunidad para todos.

La gran tarea: refundar la nación desde los intereses del pueblo, para vivir en democracia, justicia y progreso.

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Francisco Martínez
Francisco Martínez
Columnista y analista de ContraPunto. Consultor en temas sociolaborales, exdirigente sindical y exmilitante insurgente. Con experiencia en capacitación y organización popular, formación en finanzas corporativas y gestión de recursos humanos.
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