viernes, 11 octubre 2024

Un discurso inacabado sobre el vivir…

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No solemos pensar sobre la vida, sólo vivimos y ya…; a lo sumo resolvemos problemas, entramos y salimos de crisis, administramos rutinas e intentamos del mejor modo posible encontrar el placer; nos relacionamos con otros e intentamos cumplir la agenda de lo aceptable. En este mundo y en estas sociedades suelen haber cuatro bandos, según Carlo M. Cipolla: incautos, inteligentes, malvados y estúpidos…; cada quién se anota en uno de estos equipos y vive.  

Años, décadas o siglos atrás se solía pensar y escribir sobre la vida en discursos filosóficos, metafísicos o antropológicos; hoy perdimos ese hábito y estamos simplemente sometidos a los partes meteorológicos del mercado y de las redes sociales: engañados, superfluos, consumistas, endeudados y con poco sentido. “Compro y luego existo”. No somos ni dueños ni capitanes de nuestro destino, como señalara Mandela. Tampoco tenemos sueños comunitarios como Luther King, sólo intereses individuales de tener, más que de ser. La sociedad está cambiando.    

Cuando nacemos, sin saber para qué y por qué, llegamos a uno de los cuatro posibles escenarios: 1) Dramático, inhumano, cruento o de pobreza extrema; 2) Con limitaciones y carencias; 3) Con el bienestar adecuado; o 4) Fastuosidad. En efecto, así son las condiciones socioeconómicas en donde nacen los niños. Pero todo puede cambiar, no hay un determinismo. La educación, el trabajo, la suerte –o a veces la corrupción– pueden cambiar estas circunstancias.

Dice Pepe Mujica que la vida se gasta, y que no puedes ir al mercado a comprar tiempo de vida. La gente se endeuda por el consumismo y trabaja para pagar deudas; ese tiempo que invertimos en más y más trabajo es el que perdemos y no invertimos en las cosas importantes o que nos gustan hacer. En la vida hay seres humanos y cosas; las cosas son sólo cosas, y debemos tener cuidado en los apegos; la gente idolatra cosas, se hace posesivo y se deshumaniza. Lo importante en la vida es la alteridad y la humanidad, la relación con los demás. El sistema económico y social contemporáneo nos proyecta la vida como “éxito”, “competitividad”, y el “dinero” como la herramienta fundamental de realización. La gente cree que vivir es hacer dinero para comprar…

La vida es fugaz, el tiempo es veloz; vivimos, con suerte, no más de 80 o 90 años; en esa curva humana; tenemos un ascenso de niñez, adolescencia y juventud (0 a 25 años); luego una meseta de madurez o adultez (25 a 50 años); y finalmente el descenso hacia la ancianidad (50 a 90 años). Los primeros dos tramos son vertiginosos y vitales, también son los más breves, el tercero es lento y más prolongado.

En la vida hay aspectos reales e ideales, hay circunstancias y sueños, pero todo depende de la definición humana a elegir: hay gente que es “Actor” representa roles o repite patrones, otros son “Agentes” hacen cosas o activismo sin un propósito y hay “Autores” creadores y transformadores.

La dimensión ética de la vida es lo más importante; vivimos para el ethos, porque nos hacemos y nos descubrirnos en los demás y no sólo en nosotros mismos. Es la alteridad la que le da sentido y valor a la vida. Vives para otros en pro-existencia, ellos –los otros descubren y definen lo que eres-. La ética es el mejor seguro de vida; el cuidado de tu conducta técnica o profesional en lo que haces es fundamental. La honestidad nos permite dormir tranquilos. Pero me refiero a una ética mínima, no la convencional, aquella que es coherente con tus principios y que no daña, causa dolor o defrauda a otros. La ética que tu construyes en base a un código único y personal en relación con tus actividades y necesidades.  

Los seres humanos somos una mezcla de tres factores: 1) Lo que otros piensan de nosotros, 2) lo que nosotros creemos que somos y 3) lo que realmente somos; en la infancia predomina el factor uno, en la juventud el factor dos y en la adultez el factor tres; pero al final los tres nos definen.

La mente humana dirige todo, es potente y persuasiva, es tenas y resilente; lo importante es tener conciencia de ello. La razón debe ser la guía de la vida, y las opiniones, percepciones y creencias deben estar en un segundo plano.

La noesis, es una capacidad particular de intuir, de prevenir; cada ser humano debe fomentar y estudiar su propia prospectiva, prevenir y planificar el futuro aplicando la noética como capacidad cognitiva. La epistemología nos ayuda a ubicarnos frente a la realidad y a desideologizarla y a desnudarla; esta herramienta metodológica nos permite descubrir nuestro lugar en la historia y en la sociedad; pero también nos permite reubicar nuestra posición en otros lugares humanos, o saber distinguir las partes de la realidad.

El ser humano puede descubrir que en la vida hay aspectos énticos o esenciales, sustancias o materias, accidentes o características y formas; una mayor comprensión analítica de las cosas y seres ayuda a entender más el mundo.

Los seres humanos son iguales y a la vez distintos; cada uno pertenece a una cultura o idiosincrasia, pero a la vez posee una identidad genotípica y temperamentos psicológicos variados. El ser humano es un conjunto perfecto de elementos fisiológicos, pero a la vez está construido por creencias, valores, circunstancias, educación.

Entender al ser humano supone una mirada “cubista”; se debe leer y analizar desde múltiples puntos de vista y lugares; también utilizando diversas herramientas metodológicas de análisis para armar un rompecabezas limitado. El ser humano siempre guarda secretos insondables y es impredecible. El ser humano es libertad, verdad y miedos. La libertad es la capacidad de autodeterminación; la verdad es una adecuación convencional; y el miedo es un instrumento de protección ante sus vulnerabilidades.

Cuando nacemos nuestro sistema sólo lee rostros e imágenes difusas; luego, se comienza a ordenar pos necesidades fisiológicas; posteriormente codificamos y decodificamos, imitamos y jugamos; y finalmente aprendemos. Todo lo anterior ha contado para definir lo que somos. El ser humano se comunica, posee diversos lenguajes y códigos, desde los elementos más simple fonéticos hasta los más complejos o sexuales. Codificar y decodificar es una tarea inacabada en la historia de la persona.

El ser humano es un animal en búsqueda de algo; a veces sabe lo que busca otras veces no; en ciertos momentos de la vida se traza metas y desafíos, luego los cambia, lo supera se deja superar por la incapacidad. Pero generalmente está buscando algo.

¿Hay destino, predestinación o simplemente azar en la vida? No puede existir una superestructura trascendente que tenga u ordene la dirección de cada ser humano; ni una mente suprema que planifique el destino de miles de millones de seres humanos. Cada quien fragua su libertad y responsabilidad con las decisiones que toma. Nadie está jugando a los dados por ti…

El dolor y la muerte son una realidad constitutiva del ser humano. Desde que nacemos estamos sometidos al imperio del dolor como consecuencia neurálgica y, ya somos adultos para morir. Son dos seguridades históricas poco administrables de la misma condición humana.

La rudeza y malas experiencias de la vida forjan el carácter y la personalidad. El equipaje de experiencias perversas o dolorosas de la infancia o juventud se desempacan en la adultez. Sólo hay que saber utilizarlas en el momento oportuno.

El proyecto de vida: Creo que poca gente ha diseñado un proyecto de vida, simplemente vivimos y ya; a lo sumo nos trazamos alunas metas de corto y mediano plazo; comprar una casa o un vehículo; terminar los estudios de bachillerato o universidad; hacer un viaje. Pero quizás vale la pena preguntarse ¿para dónde va mi vida o dónde me veo en el futuro? Responder a estas preguntas es complejo, pero nos permite hacer algo de futuro o prospectiva y valorar las posibilidades reales de lo que debo hacer y cuánto me debo esforzar. Lo cierto es una cosa: Nada es imposible; todo se puede construir; la mente humana es muy capaz. Eso sí, cuidado con las ideas imaginarias o de atracción o con copiar vidas idílicas de otros.    

Somos seres para la muerte, nadie es inmortal. Entonces debemos construir el sentido de la vida sobre la base de esta limitación; quizás dejemos un legado o no, depende de nuestra visión. Dicen que verdaderamente morimos cuando nos olvidan, de lo contrario seguimos incidiendo. Han pasado miles de años y todavía se habla de Platón, Aristóteles, Jesús de Nazareth o Buda. Creo que no se debe vivir pensando en la muerte, sino en el aprovechamiento al máximo de la vida; disfrutando la capacidad de vivir y ser mejor para otros.  

Una pregunta típica de niños, adolescente o jóvenes es ¿estudiar, para qué?; no hay una respuesta correcta, sólo una indicación: estudiamos para ser mejores personas, para ser felices, para realizarnos y para no depender de otros. El estudio no debería ser un castigo o un condicionamiento de disciplina, sino una experiencia para saber más y ser mejores. Estudiar es buscar la realización plena de la persona y es aprender a vivir; supone conocer culturas, fórmulas o teorías para superarnos a nosotros mismos. Estudiar es agudizar la condición humana.

Después de la academia comienza la vida real; probamos y descartamos lo que aprendimos; comenzamos a ser autosuficientes, y esto puede ser dulce o amargo, depende de las decisiones que tomamos en nuestra etapa académica. Intentamos declarar nuestra independencia y ser autónomos, unos con más suerte que otros o en mejores o perores condiciones. Quienes heredaron su futuro no tienen problema, otros lo tienen que construir. Aquí la disciplina es crucial. No todos trabajan en el campo que estudiaron. Si estudiamos lo que soñamos es muy posible que nuestro trabajo sea como un hobbie, placentero y que lo disfrutemos. Para muchos trabajar es una pesadilla, ya que pueden estar ejerciendo algo que nos les guste y por una paga miserable. Pero podemos planificar o proyectar condiciones laborales mejores, y eso depende de nosotros. El trabajo debería ser una actividad que dignifique al ser humano y que su ejercicio colabore en una sociedad mejor. Hay trabajos estables y precarios, básicos y estratégicos; y todo esto lo decidimos en una etapa de limitada madurez. Cuidado, la guía es clave, revisemos siempre el pasado infantil hay claves de lectura de lo que va a suceder. 

Parece que la familia no la escogemos, llegamos a ella; posiblemente años después intervenimos en su constitución con nuestras decisiones. Esta unidad mínima social es clave, tenemos que saber adaptarnos, saber leerla y saber convivir; en efecto, la familia es la primera escuela de convivencia, en donde aprendemos el diálogo, la tolerancia, el castigo, etcétera. Es aquí en dónde se define nuestra identidad cognitiva y cerebral de los cero a 5 años; cuando llegamos a la escuela casi todo está definido. 

No es fácil la vida en la ciudad, pese a las normas acordadas y a una cultura común, siempre hay hostilidad y diferencias; pero también hay puntos de encuentro y coincidencias. Al final, siempre vivimos en una ciudad más o menos caótica u ordenada; y pasamos a ser parte de esa maquinaria social, contribuimos o afectamos. Aquí aparecen los conceptos de justicia, autoridad, política y economía, entre otros, con lo que tenemos que lidiar. No estamos solos…

Las religiones responden a ciertas necesidades der ser humano; cuando no hay respuestas en lo cotidiano, en el dolor, en la frustración y la muerte, acudimos a respuestas trascendentes. Las religiones han jugado un rol de catalizador moral o de disciplinamiento. Cada sociedad tiene sus religiones y mandamientos y también sus visiones escatológicas o soteriológicas. Hay modelos panteístas, providenciales u de predestinación, y cada uno ha configurado las sociedades y las economías. También hay ateos y agnósticos, y religiones a la medida de las necesidades. No podemos olvidar a los charlatanes y farsantes que se enriquecen a costas de la fe.

La filosofía como saber nos permite comprender a las personas, a la sociedad y al mundo con mejores puntos de vista; hay una importante tradición intelectual en la historia de las ideas que ha intentado dar respuestas a los problemas de la humanidad, desde los presocráticos, pasando por la edad media hasta la modernidad y postmodernidad. Pensar y reflexionar sobre la vida, desideologizar o desenmascarar la ignorancia, la mentira o los mitos, buscar un mayor entendimiento de la realidad y, justamente pensar sobre la historia, la vida y lo que estamos haciendo en este mundo, es una tarea indelegable de la filosofía. 

Estas son mis ideas y no las tuyas…; pueden ser útiles para pensar o no; tu puedes construir tu propio discurso y relato en base a tu experiencia. Se “autor” y no “actor o agente. Te pueden servir o iluminar, pero estoy seguro que hay muchas coincidencias y también muchas diferencias. Cada ser humano es único, así como nuestros rostros y huellas digitales. Al final, lo importante es que la vida tenga sentido, que pensemos en la vida y que no sólo estemos viviendo pro vivir, sin rumbo o con destinos equivocados. 

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Oscar Picardo Joao
Oscar Picardo Joao
Académico salvadoreño, de origen uruguayo; científico, analista, colaborador y columnista de ContraPunto
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