viernes, 12 abril 2024
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¿Trump el ideólogo?

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En un discurso en la Conferencia de Acción Polí­tica Conservadora, Bannon definió el trumpismo en términos de seguridad nacional y soberaní­a, nacionalismo económico y la "deconstrucción del estado administrativo".

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LONDRES ““ Los historiadores pueden llegar a ver al actor norteamericano Alec Baldwin como el aliado más útil del presidente norteamericano, Donald Trump. Las imitaciones frecuentes y extremadamente populares que hace Baldwin de Trump en el programa cómico "Saturday Night Live" convierten al trumpismo en una farsa, encegueciendo a los opositores polí­ticos e impidiéndoles ver la seriedad de su ideologí­a.

Por supuesto, a los polí­ticos se los parodia todo el tiempo. Pero con Trump ya existe una tendencia a no tomar su polí­tica en serio. A la clase burocrática, la forma de esa polí­tica -tormentas de tuits desquiciados, mentiras desvergonzadas, pronunciamientos racistas y misóginos y nepotismo descarado- le resulta tan grotesca y repugnante que puede eclipsar la sustancia.

Inclusive aquellos que parecen tomarse a Trump en serio no logran llegar a la raí­z del trumpismo. Los demócratas están tan enfurecidos por su misoginia y su xenofobia que no entienden cómo se conecta con muchos de sus ex seguidores. En cuanto a los republicanos del establishment, están tan entusiasmados de tener un "republicano" en el poder implementando polí­ticas conservadoras tradicionales -como la desregulación y los recortes impositivos- que pasan por alto los elementos de su agenda que contradicen sus ortodoxias.

Parte del problema puede ser que Trump salió a ambos lados de la mayorí­a de los debates principales defendiendo un tipo de polí­tica que privilegia la intensidad por sobre la consistencia. Esto puede causar que los observadores de Trump desestimen los intentos de establecer una base ideológica para el trumpismo -como el nuevo periódico American Affairs de Julius Krein- por considerarlo un oxí­moron absoluto. Pero el hecho de que Trump no sea un ideólogo no significa que no pueda ser un conducto para una nueva ideologí­a.

El establishment polí­tico británico aprendió esta lección por las malas. Durante años, conservadores y liberales por igual subestimaron al thatcherismo. No vieron que detrás del cabello rubio y el tono de voz estridente de Margaret Thatcher habí­a una polí­tica revolucionaria que reflejaba y aceleraba cambios sociales y económicos fundamentales.

Thatcher, al igual que Trump, no era una filósofa. Pero no tení­a que serlo. Simplemente tení­a que atraer a gente capaz de refinar la ideologí­a y el programa polí­tico que finalmente llevarí­a su nombre. Y eso es precisamente lo que hizo.

Aparte de esas ideologí­as, los primeros en entender el significado del proyecto polí­tico de Thatcher estaban en la extrema izquierda: la revista Marxism Today acuñó el término "thatcherismo" en 1979. Esas figuras de izquierda vieron lo que la gente convencional no vio: el desafí­o esencial que planteaba Thatcher para las estructuras económicas y sociales que habí­an sido ampliamente aceptadas desde la Segunda Guerra Mundial.

Un editor de esa revista, Martin Jacques, que como muchos otros en ese momento intentó ofrecer una explicación teórica del thatcherismo, recientemente me explicó por qué con tanta frecuencia se subestimó su significado. "El análisis polí­tico en ese momento era muy institucional y ligado a las elecciones", dijo. Al poner el foco en "el desempeño de los partidos polí­ticos", explicó, desestimó "los cambios más profundos en toda la sociedad".

Existen fuertes paralelismos entre fines de los años 1970 y el presente. De la misma manera que Thatcher percibió una creciente insatisfacción con el antiguo orden y le puso voz a ideas que se habí­an estado marchitando en los márgenes, Trump ha reconocido y, en alguna medida, reivindicado la angustia y la furia de un amplio segmento de la clase trabajadora que está harta de los sistemas de larga tradición.

Al igual que Thatcher también, Trump ha atraí­do a ideólogos listos y dispuestos a definir el trumpismo por él. Adelante y en el centro está Stephen Bannon, el ex presidente ejecutivo de Breitbart News, el hogar ultranacionalista de la derecha alternativa racista, que hoy se desempeña como principal estratega de Trump.

En un discurso en la Conferencia de Acción Polí­tica Conservadora, Bannon definió el trumpismo en términos de seguridad nacional y soberaní­a, nacionalismo económico y la "deconstrucción del estado administrativo". Como señaló, "Somos una nación con una economí­a. No una economí­a en algún mercado global con fronteras abiertas".

Esto refleja un conflicto fundamental entre thatcherismo y trumpismo: este último apunta a barrer con el consenso neoliberal de mercados desregulados, privatización, libre comercio e inmigración en el que descansaba el thatcherismo. Pero, aún si las ideas son diferentes, las tácticas son las mismas.

Para consolidar respaldo, Thatcher peleaba cara a cara con enemigos cuidadosamente elegidos -desde mineros británicos hasta el presidente de Argentina, el general Leopoldo Galtieri, y los burócratas en Bruselas-. De la misma manera, como recientemente me dijo Craig Kennedy del Hudson Institute, "Bannon quiere radicalizar a los liberales anti-Trump para que peleen por causas que los alejen de la corriente principal de Estados Unidos". Cada vez que los opositores de Trump marchan por las mujeres, los musulmanes o las minorí­as sexuales, fortifican la base de respaldo central de Trump.

Jacques sostiene que la incapacidad por parte del Partido Laborista británico de llegar a un acuerdo con el thatcherismo es la razón principal por la que pasó casi dos décadas en el yermo polí­tico. Él cree que el primer ministro Tony Blair fue el primer lí­der en reconocer al thatcherismo por lo que era: una nueva ideologí­a que derribó reglas y presunciones hondamente arraigadas. Pero Blair, asegura Jacques, simplemente se adaptó a la nueva ideologí­a, en lugar de intentar cambiarla.

Nada de esto es un buen augurio para los opositores de Trump, que todaví­a están muy lejos de reconocer las implicancias ideológicas de su presidencia. En verdad, siguen tan distraí­dos con la aparente falta de cualidades de liderazgo y hasta de capacidad mental de Trump -que, innegablemente, no se puede comparar con la que mostraba Thatcher- que todaví­a les falta entender la profundidad de las divisiones y las neurosis que ha expuesto Trump.

Podrí­a resultar catártico decir que Trump es un idiota, y reí­rse de sus tuits con errores de ortografí­a y de su corbata sujeta con cinta adhesiva, pero las implicancias de su presidencia son serias. Si los opositores progresistas de Trump no logran involucrarse seriamente con las fuerzas que reflejó y reforzó la victoria de Trump -en particular, la reacción violenta contra el neoliberalismo-, ni siquiera un juicio polí­tico bastará para volver a poner al genio trumpiano en su botella.

Mark Leonard es director del Consejo Europeo sobre Relaciones Exteriores.

Copyright: Project Syndicate, 2017.

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Mark Leonard
Mark Leonard
Mark Leonard es un científico político británico y escritor. Es el director del Consejo europeo de Relaciones Exteriores. Analista internacional y columnista de ContraPunto

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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