viernes, 2 mayo 2025
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Trump busca oficializar el inglés como idioma único de EE. UU.

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"Imponer el inglés de manera exclusiva no solo es innecesario, sino también contraproducente, pues no garantiza la unidad nacional": Mario Escobar.

Por Mario Escobar.

La reciente orden ejecutiva del expresidente Donald Trump, que declara al inglés como el idioma oficial de la nación, ha generado un fuerte debate sobre la identidad y la integración en un país que, por siglos, se ha forjado a partir de una amalgama de culturas y lenguas. Este debate no solo abarca cuestiones legales, sino también implicaciones históricas y socioculturales que afectan la vida cotidiana de millones de personas.

Estados Unidos nunca ha sido monolingüe. Antes de la llegada de los colonos europeos, cientos de lenguas indígenas ya existían en el territorio. Aparte, potencias coloniales como España, Francia y Holanda también sumaron sus respectivos idiomas, consolidando un mosaico lingüístico que perdura hasta hoy. Desde el siglo XIX, comunidades enteras han mantenido sus lenguas maternas, ya sea el alemán, el italiano o el polaco, coexistiendo con el inglés.

En la actualidad, ciudades como Nueva York, Los Ángeles o Miami reflejan esta diversidad lingüística, donde el español, el chino, el tagalo y otros idiomas forman parte del tejido social. La idea de declarar al inglés como idioma oficial ignora la realidad cultural de un país que ha prosperado gracias a su diversidad lingüística.

Desde el punto de vista legal, la Constitución de Estados Unidos no establece un idioma oficial. Desde su inicio, los proceres optaron por no imponer restricciones lingüísticas, reconociendo la diversidad de la nación. Durante décadas, han existido intentos de declarar el inglés como idioma oficial a nivel federal, pero ninguno ha logrado dicho propósito. No obstante, alrededor de 32 estados han adoptado leyes que reconocen al inglés como idioma oficial en distintos grados.

En el año 2000, la administración de Bill Clinton emitió la Orden Ejecutiva 13166, que obligaba a las agencias federales a proporcionar asistencia en idiomas distintos al inglés para garantizar el acceso a servicios públicos. La orden ejecutiva de Trump revierte esta política, asegurando que promover el inglés unificaría al país y simplificaría la gestión gubernamental. Por su parte, expertos en derecho constitucional y derechos civiles advierten que una medida de este tipo podría entrar en conflicto con precedentes legales, tal como el caso Meyer v. Nebraska (1923) y Lau v. Nichols (1974), que protege la diversidad lingüística como un componente esencial de la libertad individual.

La declaración del inglés como idioma oficial tiene serias implicaciones socioculturales. Por un lado, la medida podría interpretarse como la exclusión de aquellos que aún se comunican en otros idiomas. Más de 60 millones de personas en Estados Unidos hablan una lengua distinta al inglés en su vida diaria, por lo que la medida podría afectar el acceso a servicios esenciales, la educación y la participación civil.

Imponer el inglés de manera exclusiva no solo es innecesario, sino también contraproducente, pues no garantiza la unidad nacional, al contrario, ignora la pluralidad lingüística que existía antes de la llegada del inglés.

Organizaciones como La Unión Americana de Libertades Civiles conocida como ACLU ((American Civil Liberties Union) han criticado la orden, señalando que, aunque la medida no prohíbe el uso de otros idiomas, pone en desventajas a quienes dependen de servicios en su lengua materna. La organización señala que la disponibilidad de información en los portales gubernamentales en la lengua materna de sus ciudadanos es crucial para garantizar la seguridad y la igualdad de acceso a la información.

De forma similar, lingüistas y activistas, sostienen que la medida pueden violar los derechos constitucionales, al impedir que funcionarios provean asistencia en otros idiomas; ya que son incompatibles con la libertad de expresión y el derecho a la igualdad ante la ley.

Sin embargo, para los defensores de la medida, el inglés representa un elemento unificador que puede reforzar el sentido de pertenencia y cohesión. Dicha visión ignora que la identidad estadounidense se ha construido a partir de la interacción de múltiples culturas y lenguas. El lema “E pluribus unum” (“De muchos, uno”) no llama a la homogeneización, sino a la integración de diversas voces.

Ante este escenario, la orden de Trump enfrenta ya un escrutinio legal. Hakeem Jeffries, líder demócrata en la Cámara de Representantes, advirtió que examinarán si el decreto cumple con la Constitución y, de no ser así, “será desafiado en los tribunales”. Por su parte, organizaciones de derechos civiles y representantes de minorías lingüísticas aseguran que, incluso con la flexibilidad anunciada, la declaratoria oficial envía un mensaje excluyente y discriminatorio.

La orden ejecutiva de Trump requiere un debate más amplio ya que pone en tela de juicio asuntos de identidad, derechos e inclusión. A su vez, la medida también puede traer consecuencias en el ámbito de la educación. Tal medida podría reforzar las corrientes a favor de la educación monolingüe en inglés. Durante el último siglo, el péndulo educativo ha oscilado entre la asimilación lingüística y el bilingüismo. Hubo épocas, especialmente a comienzos del siglo XX, en que estados prohibieron la enseñanza en idiomas distintos al inglés, y generaciones de inmigrantes dejaron de hablar su lengua materna para evitar la discriminación. Si bien la orden ejecutiva no ordena cambios explícitos en las escuelas, su tono podría influir en las políticas locales: algunos temen recortes a la educación bilingüe o menos voluntad de imprimir materiales educativos en otros idiomas. “English only” en la escuela no necesariamente acelera la integración. Todo lo contario, la medida puede retrasar el aprendizaje y, a su vez, atrasa la integración social y cultural.

En lugar de imponer la uniformidad, el reto consiste en fomentar la inclusión y valorar la pluralidad. Las políticas públicas deben fortalecer la educación bilingüe, garantizar el acceso a la información en varios idiomas y respetar el derecho de cada ciudadano a preservar su lengua y cultura. Solo así se podrá construir un país en el que la diversidad sea celebrada y en el que todos los ciudadanos, sin importar su idioma de origen, se sientan parte de la nación.

Como profesor de idiomas, y como muchos que apuestan por la diversidad lingüística, nos queda esperar si la apuesta por el inglés oficial será asumida como un símbolo de integración o si, por el contrario, la propia sociedad estadounidense reafirmará que su verdadera fortaleza reside en su diversidad lingüística, convirtiendo este episodio en una oportunidad para celebrar –más que restringir– el multilingüismo que ha sido siempre parte integral de la historia de Estados Unidos.

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Mario Escobar
Mario Escobar
Poeta y activista salvadoreño, radicado en California, Estados Unidos. Catedrático y vicerrector del Departamento de Idiomas y Sociedades Globales de Los Angeles Mission College, en Los Ángeles, CA.

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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