Sobre el selfie, el tweet y un discurso en Naciones Unidas

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Recientemente se ha hecho noticia el acto del presidente Nayib Bukele en Naciones Unidas, el gesto (tomarse la selfie y llamar obsoleta a la ONU) sería expuesto al menos a 193 delegaciones de países representados en el organismo y tendría un eco en redes sociales de alcance global. Me parece que el gesto del presidente es importante ya que colocó a El Salvador en la palestra mundial y nos relanzó como lugar en el que están pasando cosas interesantes. Sin embargo, el contexto de esas cosas merece una reflexión.  

Por lo anterior, dos cosas:

En primer lugar, al César lo que es del César, el gambito político que llevó el presidente Bukele a la ONU tuvo el efecto deseado. Efectivamente, aquello que adelantó en su discurso se cumplió perfectamente ya que más personas vieron su selfie que las que se molestaron en escuchar el discurso que dio en Naciones Unidas. Ello tiene dos implicaciones importantes, primero, que su crítica a la asamblea de naciones en pertinente en el ámbito de cambios generacionales mundiales y transformaciones tecnológicas. En este sentido el presidente Bukele, es síntesis de dos procesos: cambio generacional en la política y cambio en la forma de ejercer y hacer efectiva esa política. Segundo, que en este caso la forma de realizar el mensaje y los medios que hicieron ese mensaje posible vienen a ocupar mayor trascendencia que el mensaje en sí, o bien, que la forma absorbe al contenido y se transfiguran en un nuevo mensaje.

Claves del nuevo mensaje vendrían a ser aspectos como la novedad, la fugacidad, la tecnología, la innovación, la era millenial, la nueva comunicación de masas, la era tecnológica, la nueva política, la nueva economía, etc. Todas estas son claves que descifran un mensaje oculto en el medio: de las bondades ilimitadas que ofrece la tecnología al mundo nuevo.  

En segundo lugar, a Dios lo que es de Dios, cuando analizamos el sentido esencial del mensaje, vemos que en realidad no hay un contenido discernible del marketing en cuestión. O bien, que el contenido no estaba a la altura de los retos de Centroamérica o El Salvador. ¿Cuáles son esos retos? Bueno el presidente de Costa Rica, Carlos Alvarado, nos dio algunos temas a reflexionar en su discurso ante la ONU: desigualdad económica y social, cambio climático, tensiones políticas por el derecho humano al agua, crisis humanitaria por la migración, etc. Todos estos son temas mucho más graves en el triángulo norte que en Costa Rica. O bien, el mensaje del ministro de Relaciones Exteriores de República Dominicana, Miguel Vargas, quién advirtió de la brecha intolerable entre ricos y pobres exacerbada, en gran parte, por las tecnologías.  

Y aun así, el presidente Bukele no incluyó ninguno de estos contenidos en su selfie.

¿A que me refiero? Bueno, yo hubiera sugerido que se tomara sí, la selfie, pero, con algún mensaje de trascendencia como: “#detenganelCAMBIOCLIMÁTICO”, o bien, “#losMIGRANTES_PRIMERO”, o quizá porque no,  “#PORelDERECHOHUMANOalAGUA”, o que tal “#POR_UNA_SOCIEDAD+JUSTA!”, en fin, algún mensaje o acción que buscara impulsar la agenda política regional y nacional en temas que no avanzan y aquejan en serio. En realidad, el gambito se pensó como una jugada de damas chinas y no como una jugada de ajedréz. Puede que sus asesores le plantearon la idea cool de romper el protocolo en la Asamblea llamando dinosaurios a los vejetes ahí reunidos, pero, no se pensó dos o tres jugadas adelante. El impulso millenial llevó a un movimiento que si bien impactante, no tiene una trascendencia dentro una agenda estratégica mayor, porque no parece haber tal agenda a priori.  Y si existe tal agenda, o se formuló en el camino, se desperdició una oportunidad única de hacer avanzar la lucha de reivindicación hacia temas de la región centroamericana y de Latinoamérica. 

Lo anterior tiene el agravante de que el mensaje, si bien producto de un equipo innovador en términos de marketing político, no es ajena ni disruptora en el espacio territorial o el público al que se orientó. A fin de cuentas los pueblos ya saben de la importancia de las redes sociales y aprovechan dichos medios para agilizar los cambios políticos en sus países, ejemplos de ello son la Primavera Árabe o el movimiento Occupy Wall Street. Y por otra parte, Estados Unidos, sede de la ONU es también sede mundial de los cambios tecnológicos de los que nosotros somos simplemente usuarios. Por lo anterior se genera un movimiento contradictorio en el trasfondo del mensaje: el presidente Bukele sí fue innovador al plantear el mensaje pero no fue innovador con el mensaje.

Por tanto:

Dotar de un contenido disruptivo así como la forma de plantear el contenido marcaría el cambio de los tiempos, y es que la tecnología y las transformaciones políticas ya tienen una agenda global definida, marcada por el capital y los gobiernos más poderosos reunidos en el Consejo de Seguridad de la ONU. El ritmo y los tiempos de dichos cambios se entrelazan en medio de dos fuerzas contrarias pero complementarias: la fuerza centrífuga de los patriotismos y populismos desmedidos y la fuerza centrípeta de la globalización capitalista.  Es la lucha de los pueblos por su dignidad e independencia lo que marca el rumbo de una narrativa transformadora y auténtica en el mundo nuevo, ese que no está en la Asamblea de la ONU.

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José E. Montoya Martínez
José E. Montoya Martínez
Profesor de Universidad de El Salvador e investigador de temas económicos y educativos. Columnista y analista de ContraPunto
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