Sexo entre reyes: relaciones que cambiaron la historia

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Durante siglos se ha cuestionado el encuentro entre el conquistador Alejandro Magno y un grupo de 300 amazonas como un episodio legendario más, pero tiene una plausible base histórica

El 330 antes de Cristo estaba siendo un buen año para Alejandro Magno. Apenas un año antes, el rey macedonio habí­a terminado de ocupar Persia, y se preparaba para emprender un viaje definitivo hacia su última frontera, la India. Fue durante ese año cuando el legendario conquistador conoció a una de las mujeres de su vida, la reina Talestris, en algún lugar de Hircania, al sur del mar Caspio.

Según cuenta la leyenda, se trataba de una reina de las amazonas que no dudó en presentarse ante Alejandro Magno al oí­r hablar de sus hazañas, acompañada por un ejército de 300 mujeres a caballo. Su objetivo no era otro que quedarse embarazada del rey macedonio para dar a luz a una nueva estirpe de niños que combinase los talentos y habilidades de los dos. Era la unión perfecta, como unos ‘Brangelina’ de la época.

Según la leyenda, pasaron 13 dí­as y 13 noches juntos hasta que garantizaron que su sucesor habí­a sido engendrado

No es que Talestris fuese una ‘groupie’. Todo lo contrario. Más bien consideraba que era Alejandro el que debí­a sentirse halagado por el hecho de que una guerrera de primer nivel como ella quisiera procrear con un extranjero. Las fuentes históricas coinciden en que este no opuso demasiada resistencia ““pasar varios años vagando por el desierto acompañado de 30.000 hombres debe ser duro”“, y los dos pasaron 13 dí­as y 13 noches juntos hasta que se garantizaron que el sucesor habí­a sido engendrado.

A nadie se le escapa lo audaz de esta leyenda. No solo une a Alejandro Magno, uno de los iconos de la Antigua Grecia, con una bárbara (muy probablemente se trataba de una escita, el nombre con el que se conocí­a a los pueblos de origen iranio), sino que también tiene como protagonista a una mujer guerrera que engendra un nuevo linaje de héroes que une lo mejor de dos civilizaciones. Así­ visto, tiene más de ‘Juego de tronos’ que de ‘Alejandro Magno’, la pelí­cula de Oliver Stone.

¿Lo mejor de todo? Que, como sugiere la historiadora de la Universidad de Stanford Adrienne Mayor en un artí­culo, esta leyenda, aunque fuese adornada a lo largo de los siglos, muy probablemente tiene una base real. Y si de alguien nos podemos fiar es de la autora de ‘The Amazons: Lives and Legends of Warrior Women across the Ancient World‘ (Princeton University Press), probablemente la mayor experta mundial sobre el tema.

Choque de titanes entre las sábanas

Uno de los relatos históricos más completos sobre este episodio histórico es el que reproduce Quinto Curcio Rufo, autor de la ‘Historia de Alejandro Magno de Macedonia’, diez volúmenes que relatan con todo lujo de detalles la campaña desde Asia Menor hasta la India. Según el relato del historiador que adoraba a Homero  por encima de todas las cosas, Talestris se dirigió con un séquito de 300 amazonas a encontrarse con Alejandro una vez obtuvo permiso por parte del propio conquistador.

Talestris quedó un poco decepcionada por la altura del épico conquistador, y que no debí­a ser muy acorde a la leyenda que le precedí­a

Suya es una de las descripciones más certeras de los ropajes de la mujer, seguramente sacada de alguna vasija de la época: “Una túnica de mangas largas de color claro con bordes dorados, cinturón con hebilla de oro, alguna piel  de animal en el cuello, una falda larga para montar a caballo, botas de  cuero y una capa de piel de leopardo. En el cinto llevaba una daga de tamaño medio, arco y flechas tí­picos de los escitas, dos lanzas cortas y una silla de montar sobre una manta con ribetes dorados”.

Una  vez se encontró delante de él, y debido a que la comunicación probablemente no fuese sencilla, la amazona se bajó de su caballo armada  con dos lanzas. Al parecer, siempre según el relato de Curcio que la historiadora reproduce, Talestris quedó un poco decepcionada por la altura del épico conquistador, y que no debí­a ser muy acorde a la leyenda que le precedí­a. Tampoco le pareció especialmente guapo ni carismático,  pero bueno, ya que estaba allí­ no iba a dejar pasar la oportunidad. Fue  muy directa, y cuando Alejando le preguntó qué la llevaba hasta su campamento, respondió que pretendí­a quedarse embarazada de él ya que se consideraba una de las pocas mujeres dignas de darle un heredero.

El  relato de Curcio reproduce otros dos interesantes detalles que no recogen otras fuentes. Por una parte, que Talestris ofreció a Alejandro un pacto por el cual si el descendiente era un niño se lo quedarí­a el macedonio y si era una niña crecerí­a en Oriente, lo cual reforzaba la visión de una viril Grecia y una femenina irania. Además, Alejandro ofreció a la amazona unirse a su ejército, pero Talestris se decantó por quedarse en su hogar protegiendo a su descendencia.

¿Demasiado bueno para ser verdad?

Ni  qué decir tiene que la leyenda fue puesta en duda a lo largo de los siglos. El testimonio más esclarecedor en este sentido fue la dispuesta entre Onesí­crito, pupilo de Diógenes de Sinope que acompañó a Alejandro durante dicha campaña, y su compañero Lisí­maco de Tracia,  sucesor del conquistador. El primero siguió la máxima de ‘print the legend’ y afirmó que todo era verdad. Sin embargo, cuando escuchó la historia, Lisí­maco respondió: “¿Dónde estaba yo entonces?” Es posible que no se fiase de su amigo, pero también, que lamentase haberse perdido la acción.

Los  detalles en todos los testimonios son lo suficientemente consistentes para afirmar que Alejandro se encontró con un grupo de amazonas

Plutarco  recopiló en su biografí­a de Alejandro Magno hasta 14 fuentes que afirmaban la veracidad de la historia, con distintos matices, aunque da pábulo a la historia de Onesí­crito y Lisí­maco. 23 siglos después, Mayor ha intentado distinguir entre ficción y realidad en dicha historia, y el saldo no es negativo para aquellos que afirman la veracidad de la misma. Como la historiadora recuerda, los detalles en todos los testimonios son lo suficientemente consistentes para afirmar que Alejandro se encontró con un grupo de amazonas con el que intimasen de una forma u otra.

La  escritora intenta responder a algunas de las grandes preguntas que plantea esta historia de amor. ¿Cómo se comunicaban? Seguramente, a través de gestos y de un intérprete, aunque para el objetivo de ambos reyes, no hací­an falta muchas palabras. ¿Por qué se prestarí­a Alejandro a  engendrar un bastardo con una bárbara? Como señala Mayor, “Alejandro soñaba con crear un gran ‘melting pot’ de culturas a través de alianzas de matrimonios e hijos de padres mixtos”. Como reproduce Curcio, tení­a en mente “abolir toda distinción entre conquistador y conquistado”.

La  gran pregunta es, no obstante, qué pasó con los hijos del rey Alejandro  Magno y la amazona Talestris. Casi ninguna fuente se preocupa por la supuesta descendencia, de igual manera que nadie se pregunta en una pelí­cula porno si los protagonistas terminaron casándose. Tan solo el historiador romano Marco Juniano Justino cierra la historia, aunque el final de ‘Perdidos‘  es una obra maestra a su lado. Según su versión, la amazona “volvió a su reino y murió poco después, y con ella todo rastro de las amazonas”. Chimpún.

Otra  posibilidad plausible ““y mucho menos romántica”“ es que en realidad Talestris no fuese una reina amazona, sino la hija de un cacique escita que intentó medrar proponiendo un pacto a Alejandro. En una carta enviada por el propio conquistador al regente Antí­patro de Macedonia,  explicaba que un rey escita le habí­a ofrecido a su hija como obsequio de buena fe, además de otras jóvenes para el resto de su ejército, un trato que Alejandro rechazó. Sin embargo, las fuentes históricas coinciden en que la reputación como guerrera de Talestris la precedí­a. Posiblemente procedí­a de los Saka, una tribu nómada acostumbrada a cabalgar y cazar a caballo.

Alejandro trata a las guerreras como iguales, mantienen conversaciones pací­ficas y se relacionan en términos amistosos

Dejando aparte el hecho de que los dí­as fuesen trece o dos, o que el coito salvaje se tratase en realidad una charla cordial, no cabe duda de que las implicaciones históricas y culturales del hecho son jugosas.  Como recuerda Mayor, “Alejandro trata a las guerreras como iguales, mantienen conversaciones pací­ficas, se abstienen de enfrentarse hasta la  muerte y se relacionan en términos amistosos”. Es una visión muy similar a la de la leyenda persa de Iskander y Nushaba, de  la que pueden haber evolucionado algunos aspectos de la historia, y que  muestra que la campaña colonizadora de Alejandro quizá fuese menos violenta de lo que se sospecha. Al menos con las amazonas.

Ví­a: El Confidencial.

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