Sentimiento prehispánico: la milicia

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Durante el conflicto armado revivió el sentimiento patrio por el ejército, como protector supremo de la soberanía nacional, la constitución y la población de las amenazas ideológicas y armamentistas de ese entonces. Era orgullo para una madre que un hijo optara por la carrera de las armas durante la década de los 80s. “Tengo un hijo defendiendo a la patria” decía en alguna locación cantonal una orgullosa madre a su vecina, así también lo hacían las madres que tenían a sus hijos en las filas de la guerrilla y la clandestinidad.

Lo cierto es que este sentimiento social de orgullo por la milicia tiene un origen prehispánico que nadie a notado.

El imperio mexica era el tronco fuerte de dominio, militar y comercial, era el referente de los demás pueblos en Mesoamérica, ellos nacían para la guerra, y como fuerte imperio debían ir sometiendo a los pueblos cercanos a tributar. Existían los Yoaquizques que eran plebeyos que poseían conocimiento militar. También estaban los pipiltzines que eran guerreros profesionales y que se ubicaban en un estrato de nobleza. El estado mexica siempre tenía la visión de expandirse por medio del uso de la fuerza. Exigían a muchas ciudades – estado, tributo o si no guerra, las guerras eran violentas y de muchas capturas de enemigos para llevarlos al sacrificio, y esto servía de iniciación para muchos guerreros, para adornar el huey tzompantli.

Uno de los grandes anhelos dentro de la sociedad mexica, para dejar de ser mazehual de la plebe era incursionar en la milicia, donde se conferían grandes privilegios. Como lo dijimos anteriormente, un guerrero se destacaba por sus habilidades, entre ellas los tlamanis o captores que buscaban tomar la mayor cantidad de enemigos en batalla. Dependiendo de esas capturas vendrían los méritos militares y las asignaciones a los diferentes batallones.

Parte de nuestra mirada al militarismo mexica, nos puede dar la ruta  sobre el estilo de vida de las sociedades pipiles antes de la llegada de los invasores de ultramar, ciudades militares de Tacuzcalco, la Ciudad Murciélago  (Cinacán o Cinacantán) de la cordillera del Bálsamo hasta llegar Panchimalco, donde la orografía del territorio brindaba una protección natural a las fuerzas militares; además de la invasión y saqueo de Cihuatán pudo ser parte de ese mismo sometimiento y expansionismo  del imperio mexica.

Más que guerreros y conquistadores los pipiles defendían su territorio ganando una gran reputación como ávidos guerreros, tomando como referencia la estructura militar mexica también contaban con preparación y adiestramiento desde muy jóvenes, combinando su cosmogonía y su valentía en el arte de la guerra; asi también castas militares como la del Jaguar, Águila, Murciélago y Búho. Esa admiración a permanecido flotando en la genética cuscatleca que mira a los militares como la autoridad bajo cualquier deferencia social moderna en El Salvador, atizada en el conflicto armado.  

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Carlos F. Imendia
Carlos F. Imendia
Comunicador, publicista y mercadólogo salvadoreño; columnista y colaborador de ContraPunto
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