Por: Alessia Genoves
Definido como un “hombre muy importante” y un “fundador de la guerrilla popular”, Salvador Guerra fue comandante de las Fuerzas Populares para la Liberación Farabundo Martí (FPL). Participó en la Guerra Civil de 1979-1992, para “reivindicar las demandas sociales”, hecho que se prolongó hasta la firma de los Acuerdos de Paz.
Se comprometió con las causas sociales de la izquierda salvadoreña que abanderaron el partido Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), al que fundó y militó en las elecciones internas de 2019-2021. Lo hizo con su identidad legal: Atilio Montalvo. Sin embargo, transcurrieron 30 años, y los desacuerdos con el partido se concretaron en su “renuncia definitiva”.
Al partido que definió como “un estandarte que enarboló históricamente las luchas populares y el proyecto político de la Revolución democrática” incurrió, finalmente, en “corrupción y nepotismo” Estas palabras las refieren en una misiva oficial, a la cual ContraPunto tuvo acceso. En el documento, el ex-comandante sostiene que el FMLN se convirtió “en una partido político más de éste sistema tradicional”.
“La verdad es que yo no estoy en ninguno de los grupos que supuestamente han estado manejando el partido. Nunca me he considerado parte. Mi política ha sido, mi idea ha sido de ver a un FMLN unificado”, expresó, en su momento, el ex-comandante a ContraPunto, en una entrevista exclusiva.
El ex-comandante había sostenido su contribución en el partido sobre los ideales de la izquierda salvadoreña. Sin embargo, valoró que el FMLN terminó en la “disputa de grupos de interés por el control del burocrático del aparato partidario”. A ContraPunto indicó que el partido se fomentó una “política de exclusión de la gente, de la sociedad, a nivel del ejercicio político”.
Un crítico
Guerra es crítico: corrupción y nepotismo son los “vicios” que señala del FMLN. Sin embargo, es una generalización. La Fiscalía General de la República (FGR) y el Ministerio de Justicia y de Seguridad Pública (MJSP) han perseguido indicios de corrupción de los ex-presidentes Mauricio Funes y Savador Sánchez Cerén. A las denuncias se suman decenas de funcionarios públicos, ministeriales e institucionales.
También es crítico de los tres años de gobierno del presiente salvadoreño Nayib Bukele, sobre el que señala “un escandaloso aumento de la corrupción”. Define como “un fracaso” la gestión sanitaria para la contención del covid19, pese a que el gobierno ha sido reconocido por la Organización Mundial de la Salud (OMS), y múltiples estudios de opinión, nacionales e internacionales.
La información de gobierno no puede verificarse, no se puede definir aún si los funcionarios públicos del gobierno de Bukele han incurrido o no en delitos de corrupción. Los datos han sido reservados, por decreto. Los ex-gobernantes del partido FMLN tampoco han sido vencidos en juicio. Muchos de éstos últimos se han asilado en el extranjero, tras denunciar “persecución política”.
A la fecha, la justicia salvadoreña sólo ha reconocido, formalmente, los actos de corrupción en los que fueron señalados los ex-presidentes Francisco Flores y Elías Antonio Saca, representantes del partido Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), firmante de los Acuerdos de Paz.
La Paz
La renuncia del ex-comandante se celebra el día de la trigésima conmemoración de los Acuerdos de Paz. El tratado le habría dado fin a medio centenar de gobiernos militares, sólo alternados por gobiernos civiles. Procedieron seis gobiernos democráticos antes del actual, ambos participantes de la guerra. Sin embargo, al de Bukele lo define como una “dictadura”.
“Esta dictadura se ha caracterizado por la permanente violación de la Constitución y las leyes que poco a poco van derivando en la violación de los derechos civiles, políticos y sociales de la población salvadoreña”, dijo.
El presidente contradice las valoraciones. Antes de que que ganara la mayoría de alternativas democráticas en las elecciones legislativas y municipales el partido oficial, Nuevas Ideas, el ex-comandante dijo a ContraPunto que el gobierno buscaba “acumular poder”. Las críticas se hicieron patentes por la comunidad internacional, tras la elección parlamentaria del fiscal general y de los magistrados de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia (CSJ)
Las controversias políticas permanecen, y también salpican sobre el FMLN. Según el ex-comandante, la corrupción del FMLN ha sucedido “apocando el heroísmo de los héroes y mártires que derramaron su sangre por un futuro mejor para nuestra patria”.
Montalvo firmó su renuncia del partido, del Concejo Nacional y de la Comisión Política. Informó que se incorporaría a la “batalla de las organizaciones populares, sociales y de los distintos sectores de la sociedad”.
Su participación política ya abarcó 42 años, desde que se involucró en la guerra.
Informó a ContraPunto que sus ideales respondían a “el sueño revolucionario de Farabundo. El sueño de Roque Dalton, con ver a una intelectualidad comprometida. Con los cambios para mejorar el país; el sueño de Ana María, el de Mélida Anaya, de ver al pueblo organizado y luchando por su conquista; y el de Schafik, de una estrategia de transición de democracia hacia la revolución”.
No quisiera interpretar la renuncia de Atilio como un acto “heroico y digno”, mas bien, como un acto propagandístico tardío para salvar su imagen de dirigente histórico; es como un salto al vacío -sin salvavidas- desde la “proa” de un barco que naufrago sin brújula y que nada ni nadie puede evitar su hundimiento; pues, desde la “firma”, y en todo el período anterior a sus últimos 3 años en la dirección del FMLN, guardo silencio de la horchata que se fermentaba: el divorcio con las bases y la población, la simulación de ser la “vanguardia”, mas el retorno de sus máximos dirigentes al “discreto encanto de la burguesía”; hubiese sido mas digno renunciar años atrás y atreverse a criticar las desviaciones de la máxima dirigencia en su debido tiempo, pues ya estas alturas -del partido- derrotado moral y electoralmente como están, cualquiera se retira. Su incorporación a cualquier proyecto de una nueva “izquierda” pasará por una “ácida” autocrítica de no reproducir la desigual relación entre dirigencia-masa-dirigencia, sino empezar humildemente como “soldado raso”, “mandando-obedeciendo”, sin prepotencias y arrogancias que no caben en un proyecto popular verdadero.