“No es lo que te ocurre, sino cómo reaccionas”
Graham Green
Por Luis Antonio Chávez.
Enfrentarse a lo virginal de una página para recrear apreciaciones sobre un libro recién publicado, no es tarea fácil, sobre todo cuando se nos invita a decir algo, y escribimos un texto en el que podemos quedar como héroe o villano…
Presentar la novela El viaje a San Salvador, escrito por nuestro dilecto amigo Roberto Pineda, me invita a plasmar la experiencia de la lectura poniéndome entre la espada y la pared, pues debo sopesar su amistad y mis apreciaciones sobre un libro recién salido del horno.
Antes de entrar al tema intentaré pergeñar el significado de NOVELA. La Real Academia de la Lengua detalla que “es aquella que narra una acción fingida en su totalidad o en parte, cuyo fin causa placer estético al lector con la descripción de los hechos”.
La misma describe a los personajes, pasiones y costumbres que nos hacen reflexionar o nos introyectan la historia sacándonos, sin proponérnoslo, sonoras carcajadas o lágrimas a borbollones.
Esta narración se distingue por su carácter abierto y la capacidad para contener elementos diversos en un relato complejo, dándole libertad al autor a expresarse e integrar personajes en historias cruzadas o subordinadas entre sí.
También presenta hechos en un orden distinto al que se produjeron o incluye textos variados, ya sea de carácter epistolar, bélica, romántica, testimonial… insertándole poemas, documentos, leyendas, todo ello bien urdido que gozará de la complejidad que el autor presente a los demás.
Dicho en otras palabras, la novela es una narrativa de cierta extensión, un “género literario que precede a la Antigüedad grecolatina y se desarrolla a partir de la Edad Moderna”.
Reseñaré que antes había leído del mismo autor Viaje a Moscú, texto que me dejó -como decimos los salvadoreños- “picado”, donde se narra la vida de Víctor, padre del personaje de esta historia que trataré de hilvanar, quien abandona el país por cumplir una misión del Partido Comunista en los años 30 durante el Martinato, pero muere en Tbilisi al no poder regresar a El Salvador.
Mientras Víctor vive en Rusia se dedica a diversas actividades para subsistir, pero también es el lugar donde se casa y procrea tres hijos: Boris (hijo mayor), Serguei y Ernesto, personaje principal de esta nueva aventura que se ve envuelto en infinidad de hechos donde aprenderemos sobre la historia, costumbres y culturas alimenticias en el lejano oriente.
“Ernesto, el menor, adoraba su vida en Moscú (y) a la vez se sentía atraído (igual que su padre) por el espíritu de aventura de viajar a otro país, aunque éste estuviera en la misma URSS, y en particular, el Cáucaso”. (Pág. 16)
La novela El viaje a San Salvador posee una memoria retroactiva del autor, pues con sus escritos Roberto nos lleva por parajes insospechados -utilizando la técnica de la crónica periodística-, a ciudades sacadas como de ensueño.
El autor perfila anécdotas muy fuertes, como el desprendimiento de rocas en plena carretera y la osadía del conductor cuando le dicen que se detenga optando por meter hasta el fondo el acelerador.
“Al haber avanzado unos kilómetros escucharon un ruido ensordecedor… muchos pasajeros emitieron gritos de terror, hasta descubrir que era una avalancha de piedras que se estaba desgajando de la montaña… le gritaban al conductor que detuviera el vehículo, pero éste más avezado desatendió el llamado y metió hasta el fondo el acelerador”. (Pág. 81)
También nos ilustra en pocas líneas el Leiv Motiv de la novela Un día en la vida de Iván Denisovich cuyo tema central es la denuncia de la miserable vida que llevaban los deportados en los campos de concentración en la Siberia.
“…subió a una cuesta que le llevó al patio de una mezquita adornada con seis minarretes que se encuentra frente al museo Hagia Sofia”. (Pág. 95)
Cada escritor plasma sus vivencias o historias narradas por terceros pero que dejaron en él un sabor agradable o llenos de malinchismo aprendió a vivirlas cual si fuese él el autor de esas mismas historias.
“Se adentró por una de sus calles laterales y se encontró con la parte trasera del jardín botánico, por lo que regresó sobre sus pasos y pudo ingresar a través de su pórtico rodeado de altas palmeras, era como haberse trasladado a otro mundo, se trataba de una verdadera selva tropical en medio de la ciudad”. (Pág.106)
En El viaje a San Salvador el amigo lector conocerá sobre las diferentes culturas turcas, árabes, griegas, italianas, neoyorquinas, rusas, germanas…
“Fue en idioma griego -le indicó Elena-, que se escribieron los textos fundacionales de la filosofía occidental, como los diálogos de Platón o las obras de Aristóteles, e incluso el Nuevo Testamento de La Biblia se escribió en griego”. (Pag.110)
Cabe mencionar que El viaje a San Salvador es una novela donde se muestra todo un bagaje de conocimientos de vistas y oídos pero que hacen vivir cada episodio cual si se estuviese viendo en 3D.
Roberto nos lleva de la mano por lugares paradisíacos “En Knossos recorrieron lo que pudo considerarse como la cuna de los palacios europeos, en unas ruinas descubiertas en 1878. Asimismo Knossos es considerado como el más antiguo antecedente de la cultura griega… “ese reinado y su palacio de mil habitaciones alcanzó su mayor poder hacia 1600 aC”. (Pág.116)
Pero no sólo eso nos refresca Roberto, sino que invita a leer, (algunos hemos visto la película) a acercarnos a obras maestras como la Ilíada donde el autor nos narra el porqué del título, así como de La Odisea, aquí da muestras de su sapiencia y su sagacidad en la narración.
“La Ilíada trataba sobre el asedio militar de la ciudad de Troya por los aqueos a fin de rescatar a Helena, esposa del Rey Menelao, la cual fue raptada por París, príncipe Troyano… Por su parte La Odisea versa sobre la aventura de Odiseo. También conocido como Ulises, en su viaje de regreso a su patria, Ítaca”. (Pág. 109)
Este libro de Roberto Pineda destila cultura, experiencia que invita -sutilmente- a conocer esos lugares paradisíaco, pero no sólo eso, sino que nos lleva a lugares inhóspitos como Turquía, Grecia, Italia, Estambul, Roma, Jamaica, Nueva York, La Habana, México… hasta su arribo a El Salvador.
“Llegó a Piazza Duomo (Italia) y le llamó mucho la atención las arcadas del pórtico dei Cavalieri Templari, un edificio medieval con grandes columnas, que funciona como museo. Cuenta la leyenda que ese edificio estuvo ocupado por la Orden de Los Templarios durante el Siglo XII” (Pág. 133)
En cada uno de esos lugares Ernesto tiene encuentros con amigos, la mayoría pertenecientes al Partido Comunista, asimismo conoce personajes importantes.
Me detendré hasta aquí, pues no deseo hacer un anecdotario de El Viaje a San Salvador, sino que este escrito sirva como una invitación a leer a Roberto y sus memorias.