viernes, 13 diciembre 2024
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Reflexiones sobre las Izquierdas en Yo Menor

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La experiencia que El Salvador está viviendo no necesariamente inspira la existencia de partidos polí­ticos, sin embargo estos son necesarios para fortalecer el estado y desarrollar la democracia. Aunque la transformación del mundo, expresada en la globalización económica y cultural que vivimos, ha sido acelerada y notoria en nuestra era, la conducta de los partidos polí­ticos y la estructura polí­tica de los pueblos han avanzado muy poco.  Mientras las repúblicas retroceden en su funcionamiento y propósito, algunas monarquí­as constitucionales se actualizan y elevan la calidad de vida de sus poblaciones. El neoliberalismo ha impactado tanto a la sociedad, que ha transformado en empresas a los mismo partidos que lo promueven — o sea, destruye a su padrino y protector, el estado.  Así­ es que la autodestrucción partidaria no es exclusiva de El Salvador. Muchos paí­ses están experimentando una comercialización o empresarización de sus partidos polí­ticos, cuyas propuestas ideológicas se reducen a los intereses económicos de sus dirigentes.

No obstante tal predicamento, los partidos polí­ticos y las ideologí­as son necesarios para el desarrollo institucional, democracia, convivencia pací­fica y avance de los pueblos. Las deficiencias de la experiencia Soviética de acuerdo a las expectativas de los individuos que abrazaron la ideologí­a marxista y/o socialdemócrata el siglo XX, simplificada en el término “izquierda”, erosionaron la utopí­a que moví­a a los pueblos a luchar por un futuro mejor. Pese a su papel histórico en la derrota del fascismo y la transformación de la Rusia zarista, la URSS dejó a muchos pueblos en distopí­a.

El deterioro moral de los dirigentes polí­ticos que redujeron los partidos a empresas electorales ha aniquilado esa utopí­a, dejando a los pueblos en una realidad de sálvese quien pueda. El fracaso del Socialismo del Siglo XXI en Latinoamérica, que se limitó a la solidaridad venezolana, propuesta por Hugo Chávez, convirtió a dirigentes de izquierda en empresarios e inversionistas, y adormeció a sus bases, también deja en bancarrota a las izquierdas que han gobernado en las últimas dos décadas.  Esa es la realidad organizativa que debe ser abordada.  Tanto el concepto de partido-empresa electoral como el de partido-frente polí­tico, y organización social, deben visitarse, para emprender una reconstrucción tanto del pensamiento como de la organización en las izquierdas.

En El Salvador, una reconstrucción o construcción organizativa no debe estar centrada en el FMLN, ni limitarse a reconstituir o embalsamar a un partido electoral solamente.  Cualquier esfuerzo que se limite a reemplazar individuos en la dirección de un partido, sin consensuar su rumbo, reduce la perspectiva y posibilidades de dicha organización. Para emprender un rumbo certero en la búsqueda de la justicia social, es necesario definirlo, para estar acuerdo en la meta que se persigue, y más aún, determinar los objetivos del momento que vivimos. La definición de una meta pasa por un análisis de la realidad a transformar, con una mente abierta que determine las causas de la injusticia, la pobreza, violencia y deterioro moral en la sociedad salvadoreña, que afectan su convivencia pací­fica y desarrollo.  Hay que definir la realidad y cotejarla con la interpretación de los demás — luego determinar cómo y con quienes se está de acuerdo para transformarla con realismo. Después se puede elegir a las personas que mejor interpreten esa realidad y estrategias para alcanzar la meta trazada.

Un movimiento espontáneo e inmediatista, guiado por sed de venganza y poder, conducirí­a al fracaso cualquier organización. Es necesario evaluar con responsabilidad los aciertos y desacierto polí­ticos y orgánicos. La purga, o medida ordinaria que las organizaciones de izquierda aprendieron de Stalin, más que a una depuración puede llevarla a una implosión orgánica, polí­tica e ideológica. Los pensantes expulsados de un partido, se llevan el criterio polí­tico e ideológico consigo, dejando el dogmatismo, el nihilismo y la adulación como comunicantes en las viejas estructuras partidarias. Cuando los pensantes son asesinados, su inspiración aumenta y trasciende.  Buscar lealtad religiosa para propósitos racionales es incoherente, y simplemente pospone la erosión de cualquier consenso coyuntural.

Actualmente, existe consenso entre revolucionarios que no hay solamente una izquierda. En estos dí­as se habla de izquierdas, quizá para simplificar o incluir tendencias, socialdemócratas, demócratas, socialistas, marxistas y otras formas de pensar y organizarse. En las últimas elecciones quedó demostrado que personas con pensamiento de izquierda pueden organizarse y alinearse bajo cualquier nombre y aliarse pragmática y coyunturalmente, para expresar y hacer prevalecer su voluntad, en una coyuntura determinada. Para el caso, hay más personas con pensamiento de izquierda fuera que dentro del FMLN.  Considerando el resultado electoral del 3 de febrero y la participación de la juventud, junto al criterio por el cual muchos fueron sacados del padrón del FMLN el mes pasado, se puede concluir que hay más gente de izquierda fuera que en el frente. La juventud es revolucionaria por naturaleza. Si se tiene pensamiento joven y se quiere obrar por el futuro de una nación, se puede ser revolucionario y de izquierda, dentro y fuera del FMLN.

Al igual que el pensamiento de derecha, el pensamiento de izquierda puede hacer ejercerse desde múltiples trincheras, incluyendo sindicatos, iglesias, cooperativas, mercados, gremios profesionales, estudiantiles, artí­sticos y hasta empresariales, sin perder su propósito. En 1979, Monseñor Romero sacudió el fanatismo entre los miembros del BPR y FAPU, cuando dijo que las banderas eran transitorias. Dos meses después estas organizaciones formaron parte de la CRM, y un año después en el Frente Democrático Revolucionario.  Ahora, quien sabe dónde estén esos muchachos de ayer; en qué partido, iglesia o empresa realizaran su acción social.

A muchos les resultarán muy abstractas estas lí­neas — pero de eso se trata, de superar la repetición de consignas y suposiciones, de darle paso a nuestra imaginación e inventiva. Se intenta reactivar, revivir un movimiento que se dedique a conocer, reconocer y comprender la historia de su paí­s en un contexto global, para darle una perspectiva inequí­voca hacia el desarrollo de condiciones que resuelvan los mayores problemas sociales: pobreza, violencia, corrupción, distopí­a y erosión familiar.  La tecnologí­a que usan las redes sociales no deberí­a alienarnos ni esclavizarnos. La melena y los colores psicodélicos, incluyendo el rojo, prevalecieron después de 1968, pese al disgusto de nuestros padres con Los Beatles. Fue John Lennon, un Beatle precisamente, quien creó, produjo y diseminó en todo el mundo el mensaje revolucionario más sucinto, claro y completo, en su canción, Imagine, que nos incita a eso mismo: a imaginar un mundo mejor, y a organizarnos. Esta, es una invitación a un proceso de racionalización, tomando en cuenta los últimos sucesos de la polí­tica en El Salvador.

 

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Mauricio Alarcón
Mauricio Alarcón
Columnista Contrapunto

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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