Estas pasadas vacaciones se dio la trágica noticia de la muerte de Wilmer Alexander Luna de 22 años, la playa Ticuisiapa, en San Diego, La Libertad y de otros dos jóvenes que vacacionaban en la playa Costa del Sol, en San Luis la Herradura, La Paz; todos ellos fallecieron tras ser arrastrados por corrientes marinas. Personalmente, me uno al luto de los familiares y siento un vuelvo al corazón en pensar en los jóvenes y sus muertes, ya que yo mismo hace unos años casi fui víctima del mismo destino de ahogamiento. Es esa sensación horrible de ver cada vez más lejos la costa y la impotencia de ser arrastrado por el mar, lo que me lleva a reflexionar que hubiera hecho yo desde la playa si un ser querido estuviera en esa misma situación.
Ahí, frente a la playa, exponiéndome a ese horripilante escenario: pensando en la situación de qué hacer si un familiar se estuviera ahogando y solo segundos para llamar a un salvavidas. Lo más lógico que se me ocurre es pedir más puestos de salvavidas en todas las playas, más vigilancia de las autoridades, aprender nado olímpico, una lancha de motor… y en eso, un zumbido pasa sobre mi cabeza. Un dron anda filmando la costa. Un dron.
Un dron es un vehículo aéreo no tripulado a control remoto. Una de las expresiones de la llamada cuarta revolución industrial. La tecnología de drones es ampliamente usada para plantación y mapeo de terrenos, vigilancia policial, entregas de paquetes, uso comercial y recreativo, así como aplicaciones militares. Sin embargo, un uso relativamente poco explotado es el empleo de drones para labores de salvar vidas.
Si bien poco explotado, el uso de drones salvavidas está bien documentado en países como Chile e Israel, donde la política de rescate en mar abierto incluye el despliegue de vehículos a control remoto para la asistencia del rescatista. La lógica es sencilla: el vuelo de un dron desde la playa hacia la víctima acorta en segundos el traslado de un flotador u otro dispositivo mientras se coordina y ejecuta el rescate desde la playa. En Australia, el uso de drones especializados para labores de vigilancia se usa en playas para monitorear actividad de tiburones y alertar a surfistas y bañistas si un escualo entra en el perímetro de seguridad.
Se puede argumentar los costos, la relación tiempo-efectividad, la posibilidad de hurto de los aparatos, etc. Ciertamente la implementación de este tipo de mecanismos puede resultar altamente costosa para el cuerpo de salvamento, en especial, en países con extrema pobreza como la nuestra donde es más importante tener bien alimentados a los rescatistas que un dron. Sin embrago, es un país de contrastes, este pasado agosto que fui a la playa, había por lo menos tres drones sobrevolando la playa en todo momento; drones de uso particular que eran usados para labores de turismo y recreación. Y ninguno equipado para labores de rescate.
Si uno diera rienda suelta a la imaginación, podría imaginarse una red de vigilancia continua en las playas mediante la coordinación de mecanismos de cámaras y drones que retroalimenten en tiempo real a los puntos de control y vigilancia. Un sistema inteligente que de aviso a las autoridades con fotos y video de un accidente en la playa, de tal forma que el dron sea desplegado en labores de reconocimiento y rescate preventivo mientras se monta el plan de salvamento. Estas redes de información y actuación pueden estar en coordinación simultánea con la Policía Nacional Civil, Protección Civil, Cruz Roja, Comandos de Salvamento, etc., de tal forma que todas las llamadas a la acción sean activadas de forma oportuna.
Por lo pronto, mientras las ideas llegan, estas cosas lo pone a uno pensar: ¿puede esta tecnología ayudar salvar la vida de una persona, de un familiar? La posibilidad, al menos, amerita ir a un taller al respecto o cuando menos aprender más sobre el tema.