miércoles, 11 diciembre 2024
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Por Roque Dalton y por aquellos que no tiene ni tumba ni nombre

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Hoy se cumple otro aniversario del nacimiento de mi padre y es otro año en que el crimen navega en la total impunidad y en ese sentido quiero decir lo siguiente: Realmente mi padre no fue el único asesinado en esas circunstancias y esos crí­menes no solo fueron patrimonio del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP).

En las FPL, organización armada integrante también del FMLN, se cometieron otros asesinatos y varios de sus dirigentes actuales son cómplices de semejantes asesinatos que están igual en la total impunidad.

En otras organizaciones también hubo casos de los cuales no se quiere decir nada y muchos son atroces.

De mi padre se ha sabido por lo que significa, por su obra, su universalidad, pero no fue el único porque hay una larga lista de obreros, estudiantes, gente de pueblo, mujeres y hombres, que son parte de los desaparecidos y parte de toda una gran tragedia de los salvadoreños.

Una herida muy difí­cil de cerrar. Una tragedia que involucra a la derecha tanto como a la izquierda. No se sabe dónde quedaron sus cadáveres y las familias ignoran qué fue de sus restos, igual que lo sucedido con mi padre, los desaparecieron.

Todo eso es parte del reino de injusticia y ocultamiento de la verdad que prevalece en esta pequeña república.

Los asesinados, por ejemplo, por el comandante Mayo Sibrián, sobrepasa lo dantesco y el actual presidente de la República, Salvador Sánchez Cerén, como otros dirigentes de las FPL, como otros dirigentes del FMLN, saben perfectamente de esos crí­menes y no dicen una sola palabra.

Estos lí­deres han obrado de la misma manera que han obrado los genocidas de los regí­menes militares que asolaron Chile, Uruguay, Argentina, Guatemala, Paraguay, etc. Salvador Sánchez Cerén deberí­a responder ante la sociedad porque sale directamente involucrado.

Todo eso seguirá en la impunidad porque hay un gran pacto de silencio entre todos esos dirigentes del FMLN que están corrompidos desde hace mucho tiempo y se han guardado todo porque son DEMASIADO COMPLICES!!!!

Casi todos han contribuido a que no se sepa la verdad. Por ejemplo, está el caso del dirigente comunista Rafael Aguiñada Carranza: un crimen perpetrado igual por los ex comandantes Joaquí­n Villalobos y Jorge Meléndez (Jonás);  los mismos que asesinaron a mi padre, pero el propio dirigente ya fallecido Shafick Handal, sabiendo perfectamente que ellos habí­an sido sus ejecutores, prefirió guardar silencio e incluso compartir el poder con los asesinos de quien fue su colega y hermano de militancia comunista en gran parte de su vida.

He sabido que su familia ha sabido toda la verdad recientemente. Shafick Handal murió y nunca dijo una sola palabra de ese caso. El propio Shafick Handall estaba en la lista de los condenados a muerte por Villalobos y Jorge Meléndez.

Los asesinatos dentro de la izquierda tampoco son patrimonio de El Salvador. Si se revisa los casos de asesinatos dentro de la izquierda durante el conflicto armado guatemalteco y que son parte del INFORME DE LA VERDAD DE LA ONU se nos paran los pelos de punta. Si se revisa en ese informe, los testimonios de los testigos, de los ejecutores, de las fosas comunes con cadáveres de gente que no se saben sus nombres que se asesinó en Nicaragua durante el conflicto salvadoreño y guatemalteco, es algo terrible.

Están enterrados en casas que eran “de seguridad” en Managua y los que saben de todo eso, son los dirigentes actuales y la lista de asesinados no es poca.

En Argentina también hubo casos porque toda la izquierda está marcada por un engendro terrible y venenoso que se llama: ESTALINISMO, algo que la izquierda hasta la fecha no se acaba de desligar porque no puede o porque no quiere. Creo, incluso, que el Socialismo nació con ese mal de raí­z, con ese mal de origen y por eso ha sucumbido en todos lados, tarde o temprano.

El ESTALINISMO es la base de la gran impunidad y lo que constituye: “EL GRAN TERROR”. El caso del comandante Mayo Sibrián que asesinó entre 900 y 1.000 combatientes, así­ como colaboradores de la población civil, acusándolos de “sospechosos” y “colaboradores con el enemigo”.  

El caso de Ana Marí­a y Marcial, como bien menciona Jorge Aguilar, el caso del asesinato de mi padre, del lí­der obrero Armando Arteaga, de Aguiñada Carranza y muchos más salvadoreños, son el sí­mbolo de ese “GRAN TERROR SALVADOREí‘O”.

Todos los métodos utilizados para asesinar la discrepancia, la crí­tica en el Socialismo y en toda la izquierda latinoamericana, incluyendo El Salvador, fueron métodos estalinistas y maoistas y, por eso a estas alturas, toda esa dirigencia corrupta y corroí­da que prevalece en el FMLN, hizo colapsar el “Proyecto Revolucionario”.

No hay Proyecto Revolucionario que funcione ni sobreviva con el Estalinismo, a la larga siempre sucumbirán, porque los Estalinistas detestan a los revolucionarios, los han anulado, reprimido, aplastado siempre y los han asesinado en todas las épocas a lo largo del Siglo XX y el Siglo XXI.

Es por eso si la izquierda en El Salvador pretende ser nueva, tendrá que ser sin el Estalinismo. Pero también la dirigencia de izquierda actual está obligada a rendir cuenta a la sociedad de tales crí­menes y de todo su pacto de silencio e impunidad por el bien del futuro de las nuevas generaciones.

Esa izquierda nueva le corresponde a las nuevas generaciones pero le corresponderá entre muchas cosas también llevando adelante la justicia, siendo ante todo, democráticos, con respeto profundo por la libertad, la independencia, la diversidad, la prosperidad, con un profundo conocimiento también de la historia y un compromiso con la verdad.

Todos estos años en la lucha por la justicia y la búsqueda de la verdad, mi familia no solo lo hace por mi padre, lo hacemos por todos esos hombres y mujeres asesinados, por todos esos que no tienen ni tumba ni nombre.

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Jorge Dalton
Jorge Dalton
Cineasta cubano-salvadoreño. Director de cine y documentalista. Reside en El Salvador y es colaborador de ContraPunto

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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