Quien lea mis columnas de opinión sabrá que no suelo escribir sobre contenidos político-electorales. No porque crea que no sean importantes, sino porque creo que suficiente tinta se vierte sobre ese tema en todas las secciones de opiniones de los medios escritos del país, sean estos físicos o digitales. Prefiero enfocar mis textos en temas sociales, culturales, literarios o de comunicación.
Pero en esta ocasión no pude evitar hacerlo, luego de descubrir con desagrado lo ruines que pueden llegar a ser nuestros políticos cuando están en campaña electoral, y los peligros que esto conlleva.
El primer caso de esa mezquindad de los políticos criollos lo protagonizó la diputada del PCN, Cristina López, quien con una desfachatez pasmosa posó con un candidato a alcalde, a quien le “donó” un par de llantas viejas. “Apoyo para el candidato a Alcalde de Tonacatepeque con llantas de carga para el vehículo de trabajo con el cual siempre está cercano a la comunidad”, fue la publicación de la parlamentaria en una red social. Era tal mi asombro al leer la noticia que, al principio, pensé que se trataba de una de esas informaciones inexistentes que abundan hoy día en las redes sociales. Pero de mi inicial asombro, pasé al rechazo al comprobar que no había ninguna falsedad en la nota en mención: ¡La diputa estaba regalando llantas usadas!
El segundo caso fue del candidato a diputado por San Salvador, del partido ARENA, Emilio Corea, quien en una acción que destilaba populismo, se dedicó a repartir discos compactos con “cumbias navideñas”. El candidato repartió 300 discos como parte de los obsequios que lleva a sus recorridos en busca de potenciales votantes, ya que anteriormente había regalado sandalias y delantales con el logo de su partido.
Finalmente, me enteré del episodio del alcalde de San Miguel, Miguel Pereira: En una evidente muestra de marketing político, se le ve cargando indigentes para darles, se supone, resguardo del frío clima de días pasados. Ya se sabía de políticos cargando bebés, pero, ¿cargando menesterosos?
Con estos ejemplos, a lo que quiero llegar es que los políticos están tan desprestigiados, con una imagen tan precaria ante sus electores, que son capaces de hacer lo que sea por mostrarse solidarios con los desposeídos, empáticos con la población y dispuestos a socorrer al necesitado, aunque eso les suponga quedar como ridículos, insensatos y oportunistas.
Cuando uno platica con la gente, encuentra que dos características son las que más resaltan en los políticos: son corruptos e incompetentes. Nuestros políticos, para la mayoría de la población, ni son ni parecen tener la capacidad para estar en donde están; por el contrario, para lo que sí tienen suficiente competencia es para las prácticas corruptas, las negociaciones bajo la mesa y el aprovechamiento de lo que los beneficie. Ejemplo de eso son los 2.7 millones de dólares que hace unos día se recetaron en concepto de “bono navideño”.
Entonces, mientras no se cambie la mentalidad de aprovecharse de los recursos del Estado; mientras los políticos sigan viendo a sus votantes como números y no como personas de carne y hueso, con necesidades apremiantes; mientras los candidatos a diputados sean seleccionados a dedo y no por su idoneidad en el cargo; mientras los intereses partidarios sean los que prevalezcan, en lugar de los de los salvadoreños y salvadoreñas, me temo que ese abismo entre políticos y población seguirá siendo más y más profundo. Algo sumamente peligroso, que hace que nuestra sociedad caiga en la tentación de apoyar mesianismos y redentores, todo por culpa de una clase política inescrupulosa, egocéntrica y miope.