domingo, 12 mayo 2024
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Para las hijas de Berta Cáceres: gracias y adelante

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En El Salvador también tenemos nuestros mártires y desafortunadamente nos olvidamos fácilmente de ellos

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Quiero antes que nada, disculparme por no haber conocido a su madre por ningún medio sino en ocasión de la noticia de su muerte. Su labor fue demasiado importante pero por esa misma razón considero que se hací­a lo posible por callarla y por tanto era desconocida para la mayorí­a de personas, incluso para muchas de los paí­ses de la región centroamericana.

Como es común las grandes personas solo se destacan en razón de su muerte, su madre es ahora tanto conocida como reconocida. Se ha vuelto para Centroamérica y posiblemente para el mundo, el sí­mbolo de la lucha contra la industria extractivista, la resistencia indí­gena, la restitución del derecho a la soberaní­a de los pueblos sobre los recursos naturales y la entrega incondicional y comprometida por la justicia, solidaridad, dignidad humana y el bien común.

El asesinato de su madre ha puesto de nuevo la atención en Honduras. Con su proceso de golpe y su gobierno impuesto llamó la atención hacia afuera ganándose la censura sobre sus execrables actos. Desde adentro los hondureños y hondureñas son quienes luchan porque los derechos humanos, lejos de ser meras declaraciones románticas e hipócritas se concreticen en cada uno de los ámbitos de la vida nacional.

Su madre tení­a una lucha definida y eso la hizo grande: grande frente al nefasto poder estatal hondureño -según la teorí­a, acá son útiles los derechos humanos, que sirven como frenos a los abusos del poder opresor-; grande frente a los intereses del capital, constituyéndose en un obstáculo para la realización de sus fines; pero para nosotras más grande aún, como lideresa y representante de una lucha que a pesar de incumbirnos a todos y todas, es propia de personas en quienes concurren diversas caracterí­sticas, todas ellas causantes de exclusión.

Su madre es ahora un llamado a la reflexión-acción y hoy que no está fí­sicamente, la lucha de ustedes en no dejarla morir realmente. Los pueblos tenemos como dicen algunos, poca o ninguna memoria histórica, por ello, agradezco que se tomen la lucha de su madre como suya, porque haciéndola suya la hacen nuestra.

Ahora me es imposible ignorar lo que pasa en Honduras y cómo la industria extractivista se cobra cada vez más vidas de ambientalistas y personas comprometidas con la idea de un mundo mejor. En El Salvador también tenemos nuestros mártires y desafortunadamente nos olvidamos fácilmente  de ellos porque no comprendemos que no podemos escapar de las consecuencias del capital. Nos afecta o nos afectará a todos y todas de diferentes maneras, pero sin duda lo hará. Por ello, reconozco y admiro en ustedes la continuación de su legado, que no ha muerto, se ha multiplicado.

Su tarea ahora es importante: reivindican a su madre y presionan para conseguir su objetivo. Teniendo descendientes como ustedes el mundo cambiaria definitivamente. Por tanto admiro su valentí­a de erguirse frente al poder no como ví­ctimas sumisas, sino empoderadas y conscientes de sus derechos. Admiro su labor para poder mantener vigente la imagen de su madre y de convertirla en el icono de la lucha contra la impunidad, la negligencia del Estado y la omisión de la debida diligencia para esclarecer su asesinato. Admiro que se entreguen a la lucha contra el modelo extractivista y la dignificación del pueblo lenca para no dejar el legado de su madre como una lucha ajena a nuestra generación o frente a lo cual debemos carecer de protagonismo. Admiro que su labor sea ya de carácter organizativo, traspasando fronteras y admiro sobre todo  que nos hagan comprender que su lucha es la lucha de todos y todas.

Berta hizo una gran tarea con ustedes. Cambiar sus rutinas y afrontar el dolor de la pérdida con entereza, reivindicando a su madre desde su muerte es una entrega que sólo podemos admirar y celebrar. En medio de tanto dolor, sépanse dignas hijas de su madre y alégrense al ver que cada dí­a está más viva, que hay cada vez más solidaridad con ella, con ustedes, con su pueblo, con sus rí­os y sus recursos. Que hay más quienes exigen justicia y que hay más quienes se identifican  y adhieren a una lucha que antes les era ajena.

Dar claveles a los verdugos no es fácil. Por eso hermanas Cáceres: gracias y ¡adelante!

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El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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