martes, 10 septiembre 2024

Para cuando ya no importe

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Para cuando ya no importe

30 de Julio de 1975

"Para cuando ustedes regresen a este lugar ya no importará lo sucedido, será mentira lo que diga la radio, será mentira lo que diga la televisión, ya ni se acordarán de nosotros. Nunca será suficiente lo que se escriba para redimir lo que ocurrió aquel 30 de julio de 1975".  Rigoberto Chinchilla

A nadie se le deberí­a olvidar que fue un dí­a gris nublado ese 30 de julio de 1975, el helicóptero que sobrevoló el campus universitario mientras se hací­an los preparativos para la marcha, las amenazas que el entonces Ministro de la Defensa Carlos Humberto Romero hací­a por radio del ejército violando el derecho de expresión y manifestación es propósito de él, para desalentar a la comunidad universitaria para que no se uniera a la histórica marcha.

Ya el 25 de julio,  el dí­a mayor de las fiestas julias en Santa Ana, los estudiantes del Centro Universitario de Occidente habí­an sentido la represión del Gobierno del Coronel Arturo Armando Molina, quien temiendo ser ridiculizado en el tradicional desfile bufo, reprimió a los estudiantes que exigí­an autonomí­a universitaria y mejor calidad educativa.

Por eso en San Salvador,  se organizó la marcha como respuesta a la agresión militar contra los estudiantes  de occidente, la concentración salió desde el recinto de la Facultad de Humanidades y la Facultad de Jurisprudencia  las más numerosas de la Universidad de El Salvador, se incorporaron, los estudiantes de la Facultad de Economí­a, medicina y el resto de miembros de la comunidad universitaria, incluyendo jóvenes estudiantes del tercer ciclo del Instituto General Francisco Menéndez conocido como “el tercinframen”  que funcionaba donde hoy está el Albert Camus, se formaron cuatro columnas y cuatro bloques. La marcha de estudiantes universitarios se consolida y parte para integrarse a la 25 avenida norte.

Las consignas se gritaba a una sola voz  en un estruendo que se hací­a  sentir, se ondean la pancartas, luego de pasar por la ex embajada estadounidense y bordear la llamada fuente luminosa, las consignas aumentan su volumen, se demanda autonomí­a  se escucha  la tradicional  esta es la  U U U U…U U U  sorprendentemente algunos estudiantes del Externado San José se incorporan  y algunos médicos de la privada Policlí­nica Salvadoreña también salen y aplauden el paso de la marcha.

De pronto se divisa a la altura de la primera calle poniente una columna transversal de policí­as de verde cardamomo, se trata del inconfundible uniforme represivo de la extinta de la Policí­a Nacional.

Cuando la marcha transita a la altura del paso a desnivel aparecen las tanquetas, sobre la tercera calle oriente y la primera calle poniente  se inician los disparos, el temible G-3  de origen alemán usado por los policí­as nacionales de la dictadura militar del PCN  empieza a vomitar plomo, la capacidad de 50 disparos de manera automática y otros tiros a tiro, una molotov revienta, el olor a pólvora aparece y el gas lacrimógeno se mezcla con los gritos, la dispersión comienza, otros gritan ¡mantengámonos unidos¡ otros optan por tirarse de paso a desnivel sobre la entonces séptima calle poniente.

En las celosillas que bordean el Seguro Social caen los primeros estudiantes que son flanqueados por los disparos de los policí­as, otros ayudan a los heridos, ví­sceras, sangre y fluidos corporales mezclados con la suciedad del polvo y el asfalto es la escena de muchos jóvenes que cayeron ese dí­a.

“Recuerdo a esa compañera de pantalones acampanados y de su pelo de flequillos que cayó pegada en la acera del Seguro Social, en aquel fatí­dico dí­a. Ella habí­a escrito una hermosa consigna, que está grabada en mi mente ¡Resistamos compañeros el futuro tiene que ser diferente ¡ con el disparo en el pecho hizo el último esfuerzo para levantar su puño izquierdo, logré vislumbrar su clara piel y al intentar sentir su tacto se debilitó, ya nunca la encontré, se desvaneció entre mis brazos”.

Este martes 30 de Julio se cumplen 44 años de ese acontecimiento, el informe oficial nunca se conoció, el gobierno militar de Arturo Armando Molina, solo reconoció  en ese momento la muerte del estudiante Roberto Miranda, pero a lo largo de estos años sabemos que han sido más junto a un número de desaparecidos, heridos y golpeados que hasta hoy se desconocen pues los militares levantaron sus cadáveres, se llevaron a los heridos, y capturaron a varios estudiantes, algunos de ellos no llegaron jamás a casa esa noche, el cuerpo de bomberos dirigido por un militar mandó las pipas motobombas  la lavar con la presión del agua a lavar  la sangre y las aceras de los alrededores para borrar cualquier evidencia.

Ojalá la muerte hubiese estado en huelga también ese 30 de julio de 1975, pero trabajó y se llevó a muchos estudiantes, truncó la vida y sueños de muchos jóvenes que lo único que buscaban era su derecho a estudiar en un régimen  educativo autónomo, seres humanos que esa noche no llegaron a casa y la angustia de sus familiares de saber de ellos no fue reflejado en los medios de comunicación que callaron, convirtiéndose en cómplices del gobierno militar de Molina.

Esto fue el augurio de lo que iniciarí­a en 1980 y la historia continua y es maestra ya lo sabemos. Siempre será mejor ver a un joven perseguir y luchar por sus sueños, que ver a un militar o a un policí­a perseguir para reprimir a los jóvenes a los que históricamente ha sido  incomprendidos y utilizados para proyectos populistas y en el peor de los caos asesinados por sus ideas, para cuando ya no importe, recordemos aquel el 30 de Julio, con un nunca más.

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Rigoberto Chinchilla
Rigoberto Chinchilla
Periodista salvadoreño. Graduado en la Universidad de El Salvador (UES); colaborador y columnista de ContraPunto
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