Los migrantes que huyen de la violencia y la pobreza en sus países enfrentan, desde el primer día, un ciclo de amenazas por etapas. Para muchos, el ciclo no termina. El domingo 23 de junio, Óscar Martínez (25 años) y su hija Angie Valeria (1 año) murieron ahogados en el Río Bravo, que separa a Estados Unidos de México. Su caso recorrió el planeta en medios y en redes sociales.
La foto de Martínez y Angie resultó en especial conmovedora porque, hasta donde se puede ver, padre e hija murieron abrazados. Esta imagen incluso movió algo de los sentimientos de Donald Trump, el presidente de los Estados Unidos. “(Esa foto) la odio. Y creo que esto podría terminar de inmediato si los demócratas cambiaran la ley. Tienen que cambiar las leyes”, criticó Trump, durante una conferencia que dio antes de partir a una gira por Asia y Oriente Medio.
Aunque Trump suele hablar con desprecio de los migrantes, modificó un poco su discurso al hablar del joven migrante salvadoreño: “Y este padre, que de seguro era un tipo maravilloso, con su hija”¦ Cosas como esta no ocurrirían (murieron ahogados), porque la travesía en ese río es muy peligrosa”, insistió Trump.
En esencia, Trump y su equipo quieren reducir al mínimo la cantidad de extranjeros que llegan a Estados Unidos por motivos económicos o de protección. Para eso es necesario modificar las leyes migratorias, de manera que las deportaciones sean más ágiles, y las posibilidades de quedarse (refugiados o con asilo), más complicadas.
Mientras Trump repite sus fórmulas electoreras de 2016, El Salvador anota otra familia destrozada. Otro sueño que no se cumplió. Una vida de pobreza y abandono que vuelve a comenzar con una madre que perdió todo y una abuela devastada. Una tragedia entre las millones que se han escrito en la ruta del migrante hacia el norte, desde los albores de la guerra civil.
El papa Francisco, a través de un comunicado que publicó el Vaticano, expresó su solidaridad con los migrantes salvadoreños fallecidos. “Con inmensa tristeza, el santo padre ha visto las fotos de un padre y su hija bebé que se ahogaron en el Río Grande mientras trataban de cruzar la frontera”, aunque como murieron del lado mexicano, ahí se llama Río Bravo. Cambia su nombre al pasar a la frontera de Estados Unidos: Río Grande.
“El papa está profundamente entristecido por su muerte y está orando por ellos y por todos los migrantes que han perdido sus vidas mientras buscan escapar de la guerra y de la miseria”, consignó el comunicado.
Según relatan medios como Mundo Hispánico, Reuters, El País, Efe y también medios salvadoreños, esta familia buscaba tener un hogar propio y mejores ingresos. Tania Ávalos, madre y esposa, dejó su trabajo como cajera para poder cuidar a su hija. Los dos estaban empleados en el sector servicios, uno de los que tiene los salarios más bajos y la mayor inestabilidad.
Foto: Redes sociales
Pudieron entrar a México y recibir una visa humanitaria. Tal como relata el periodista Mario Guevara, de Mundo Hispánico, tenían toda la intención de completar su travesía en regla con las leyes.
Los tres se quedaron en un albergue, en México. Luego de dos meses esperando, agobiados por la precariedad y una lista de espera que ronda las 4,000 personas (según El Reforma), decidieron arriesgarse y cruzar. El País destacó que no los condujo ningún coyote o pollero. Llegaron al río y ahí fue que ocurrió la desgracia que ya se conoce.
Pero en caso que hubieran llegado, la pesadilla no iba a terminar ahí. Medios internacionales destacaron que el plan de Óscar y Tania era entregarse a las autoridades migratorias de Estados Unidos, para que desde ahí pudieran comenzar el trámite de asilo.
Con esta decisión, se exponían a que los agentes los separaran. Todavía corrían con mayor riesgo porque iban a entrar del lado de Texas. De esta manera, mientras los padres se encargaban del trámite, Angie habría terminado en los centros de detención en los que están miles de niños, de manera simultánea, en Estados Unidos. La congresista neoyorquina Alexandra Ocasio los llamó “campos de concentración”.
Organizaciones humanitarias estadounidenses denunciaron que las condiciones de los menores de edad en los centros supuestamente temporales de detención eran denigrantes. En Clint (Texas), por ejemplo, encontraron entre 200 y 350 niños que vivían hacinados. No tenían cepillos de dientes, no tenían jabón ni champú, los mayores cuidaban a los bebés (aunque no fueran familia) y algunos no tenían ni siquiera un colchón para dormir. Todo eso, sin tomar en cuenta los abusos que puedan cometer los agentes al maltratarlos física o psicológicamente, pero esto aún está bajo investigación.
Las agencias responsables del trato a los menores de edad migrantes son el Departamento de Aduanas y Protección de Fronteras (CBP, en inglés); el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, en inglés, o “la Migra” para la comunidad latina); los Servicios Humanitarios y de Salud (HHS, en inglés) y la Oficina de Reasentamiento de Refugiados (ORR, en inglés). En todos estos casos se reportan niños que han muerto bajo custodia de las autoridades, niños a quienes les perdieron el rastro, abusos sexuales, maltrato psicológico, deportaciones.
La CBP, por ejemplo, apoyada por las palabras de Trump, han pedido ayuda humanitaria para poder enfrentar la crisis. Muchos estadounidenses se acercaron por su cuenta con bienes como pañales, jabón, cepillos de dientes y ropa, pero las autoridades no los dejaron donar: solo las organizaciones establecidas pueden hacerlo.
En realidad, para Angie, Tania y Óscar había opciones poco halagadoras: quedarse en el país que no les dio la oportunidad de prosperar, o exponerse al infierno de la separación familiar al cruzar la frontera hacia Estados Unidos.
El resto de familias que todavía está pensando en irse tiene ahora dificultades mayores. En junio, Trump y el gobierno mexicano de Andrés Manuel López Obrador llegaron a un acuerdo. Si México lograba contener el flujo de migrantes antes de que lleguen a la frontera estadounidense, entonces, Trump no le subiría el costo a las exportaciones mexicanas. La administración de López aceptó el trato, y envió militares a la frontera con Guatemala. Pero Trump no se quedó ahí. Ahora están buscando que Guatemala se convierta en tercer país seguro (como México o Canadá). De esta manera, los que quieran llegar hasta las tierras estadounidenses por refugio o por asilo, tendrán que esperar en terreno guatemalteco. Ya sea que acepten la solicitud, o no.
Mientras tanto, los cuerpos de Angie y su papá regresan al país. Tania también. Esta vez sí los apoyará el Estado, gracias al llamado que hizo un familiar en Twitter. La canciller Alexandra Hill pidió a los salvadoreños desesperados por irse que le den “una oportunidad” al gobierno de Nayib Bukele. Días atrás, en una entrevista con Vice News, Bukele dijo que así como Trump no quiere que lleguen, él no quiere que se vayan.
Aunque Óscar se sacrificó hasta el último minuto por su familia, no pudo salvarlos. Ni del río, ni de la pobreza, ni de regresar al país donde no querían estar. Pero su muerte sirvió para que nadie olvide la travesía del migrante ni la lentitud de los gobiernos para reaccionar ante esta crisis.
Foto: Cortesía