A una amiga y un amigo de toda la vida, luego de los Acuerdos de Paz, seguí llamándolos por su nombre de guerra y me dijeron que ya no era necesario, que les dijera como aparecían en la partida de nacimiento. Sentí raro decirles su verdadero nombre. No los he visto desde hace un buen rato, pero ellos saben que están aquí, de pie en mi chacalele.
Entiendo que el nombre de guerra es un disfraz, un camuflaje para desconcertar al enemigo. Recuerdo que publiqué poemas incendiarios con un sobre nombre que ya no recuerdo, y que a lo mejor sirvieron para que los campesinos en las manifestaciones pusieran sus chengas con frijoles parados.
Era 1987, las Asociaciones de Letras y de Derecho de la UES, organizaron un certamen de ensayo relacionado con el legado de Roque Dalton. Después de idas y venidas, encontré que en sus “Historias prohibidas del Pulgarcito” hay un capítulo dedicado a los nombres de guerra de las prostitutas. Un florido abanico sazonado con la imaginación de Roque Antonio, nuestro “pueta”. Le entré con la pasión que debe leerse este libro muy nuestro. Trabajé una introducción semi académica y recogí dramáticos testimonios de tres “trabajadoras del sexo”, como hoy se les llama. Antes les decían “mujeres de la vida alegre, licenciosas, rameras”. Me consta que no es alegre la vida de estas mujeres que fueron violadas, golpeadas, abandonadas, víctimas del machismo, que vinieron del cantón a buscar porvenir a esta vieja ciudad. Es que a ellas les gusta que les hagan, decía un viejito apestoso a puro, al que estuve a punto de regalarle un desodorante. Envié el trabajo y merecí el primer premio (300 colones y un diploma mal diagramado).
Cuando llegué a la Facultad de Derecho a recibir el premio, salió a saludarme un académico que se identificó como jurado calificador. Me expresó que tuvo que defender mi trabajo ante los otros dos jurados, pues se trataba de una fusión creativa entre ensayo y testimonio, no el aburrido ensayo que da dolor de cabeza. Nos sentamos juntos.
Le dije al oído que cuando subiera a recibir el galardón pediría la palabra para denunciar y condenar a los asesinos del poeta. En este momento no hay condiciones para ese tipo de reclamos, cuando el pueblo gane la guerra, entonces se retomará el tema del poeta, en este momento te meterás en problemas, me dijo quedito el míster académico. No dije nada, simplemente (en mis adentros) pedí justicia por el más grande que ha parido esta tierra contradictoria.
Mario Noel Rodríguez.