En esta entrega, propongo una reflexión sobre el comportamiento electoral de las mujeres salvadoreñas durante las elecciones del pasado 4 de marzo. Los resultados electorales muestran el triunfo de fuerzas políticas conservadoras para las cuales lo femenino es absolutamente tradicional. Los ejemplos de esta afirmación son muchos y por ello mencionaré sólo a dos: Pro vida que es activista de la penalización del aborto, aún en los casos estupro e incesto, obligando con ello a parir a niñas y mujeres que han pasado por esa terrible experiencia. ¡Qué monstruosidad! En segundo lugar, la militarización de los hospitales porque de otra manera una no se explica cómo los médicos /as y personal de enfermería denuncien y manden en prisión a mujeres que han sufrido abortos espontáneos o voluntarios en muchos casos consecuencia de los delitos antes mencionados , renunciando con ello al juramento de Hipócrates contenido en la Convención de Ginebra en 1948.
El movimento feminista y de mujeres ha luchado desde hace años, con mucho más énfasis durante la post guerra, por los derechos de las mujeres. Múltiples han sido los logros y muchas las agendas que se han propuesto a partir del trabajo con mujeres. Durante los últimos nueve años han proliferado leyes y medidas para erradicar la violencia hacia las mujeres. Un ejemplo importante de este período político es la Ley Especial Integral para una vida libre de Violencia para las mujeres y por qué no mencionar los esfuerzos realizados desde el Isdemu y Ciudad Mujer.
¿Por qué a pesar de los resultados positivos obtenidos a través de indicadores que nos ayudan a medir el impacto de las acciones a favor mujeres realizadas desde instituciones del Estado no cuadran con el comportamiento electoral femenino? El índice de satisfacción positivo nos haría defender los logros obtenidos y tendencialmente buscariamos darles continuidad.
¿Entonces qué es lo que no ha funcionado? Pienso que el problema radica en que ha quedado pendiente un importante punto de agenda: nuestra seguridad y la de nuestros cuerpos que el Estado ha mostrado no poder tutelar, solo controlar. Las mujeres ( y niñas) salvadoreñas seguimos siendo violadas y asesinadas sin que los culpables sean castigados. El Estado no ha podido dar respuesta a la angustia que viven las mujeres que todos los días arriesgan sus vidas y sus cuerpos al realizar actividades simples como abordar un bus para dirigirse a sus trabajos.
La autonomía, la libertad física y económica no son posibles si el Estado no es capaz de garantizar que sus ciudadanas se movilicen por el territorio nacional sin miedo a ser objeto de violencia por parte de conocidos y desconocidos. Una porción de ese territorio nacional son también nuestras casas que debieran ser ámbito de gestión pública en el cual el Estado garantizara que los delitos cometidos contra mujeres y niñas dentro de los muros del “hogar” no queden impunes. Mientras esta agenda se continúe abordando de manera conservadora y mojigata las mujeres continuaremos a pasar la factura a quienes nos gobiernan.