Marcela Lagarde expresa que Democracia y Feminismo son mutuamente necesarios. Pero desde el inicio de la República y la democracia formal, la ciudadanía de las mujeres ha sido negada. Recordemos a una Olympia de Gauges que fue condenada a la Guillotina en 1793, después de proclamar sus Derechos de la Ciudadana. La república, la democracia y la ciudadanía eran pues solo masculinas.
En El Salvador, la lucha por la ciudadanía de las mujeres comenzó temprano del siglo XX. En 1922, una manifestación de mujeres que apoyaba al candidato Dr. Miguel Tomás Molina en contra del candidato de la dictadura Meléndez, fue reprimida. No se sabe el número de muertas, pero en el Cementerio de San Salvador, hay una placa en recuerdo a este hecho..
En 1930, la periodista empírica, poeta y feminista Prudencia Ayala, se autoproclama candidata a la presidencia de la república en las elecciones presidenciales. Su candidatura fue denegada por la Corte Suprema de Justicia, ella continuó en su lucha feminista y centroamericanista hasta su muerte en 1936.
En 1950 se instaura el voto universal. Por primera vez votaron las mujeres y fueron dos las primeras mujeres electas como diputadas en la Asamblea Legislativa en 1954. De ahí a la fecha, las mujeres han participado en los partidos políticos, siendo más concurrida esta participación a partir de los Acuerdos de Paz en 1992. Los Acuerdos de Paz dan inicio a una era en Democracia en el país. El número de mujeres electas ha sido mayor en 26 años de democracia y paz que en 60 años de dictaduras civiles y militares y guerra.
La ciudadanía y la democracia para las mujeres son vivencias que implican tensión y contradicciones muy concretas. Las organizaciones de mujeres han luchado por incorporar sus demandas al imaginario y la práctica política de los partidos y de la sociedad, y en ese sentido democratizar la la sociedad. Pero el camino de muchas mujeres en los partidos políticos no ha sido fácil, sino lleno de obstáculos. Las mujeres en los partidos políticos no entran a competir en igualdad de condiciones con los hombres. Las mujeres son víctimas de violencia simbólica y política, muchas veces a través de las redes sociales. Las organizaciones de mujeres y feministas han sido cuestionadas y atacadas desde muchos frentes, incluyendo el religioso, cuando demandan su derecho a decidir a ser madres o no, es decir el derecho al aborto.
Los partidos actuales surgidos antes o después de 1992, unos más y otros menos, arrastran características autoritarias, patriarcales, clasistas y racistas. El movimiento y el partido que llevó a Nayib Bukele al gobierno en las elecciones presidenciales de enero, no escapa a estas características. En su plataforma aparece el apartado “Mujeres” donde se expresan como promesas, una serie de demandas que vienen del Movimiento de mujeres y feminista. Las mujeres debemos estar atentas a que estas promesas se cumplan y a desenmascarar al gobierno electo si estas promesas solo quedan en palabras. Pero también no debemos olvidar demandas radicales como la despenalización del aborto, que no caben en ninguna agenda partidaria. Como sea, la lucha de las mujeres por nuestros derechos continúa más vigente que nunca, la unidad en la diversidad del movimiento es necesaria y urgente en el nuevo escenario que se avecina para que la democracia se fortalezca y el feminismo siga siendo un movimiento plural y crítico hacia el poder.