“Cuanto más sabemos del zika, peor parece la situación”, declaró el 21 de marzo, Margaret Chan, Directora General de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Estudios realizados en Brasil y Panamá, donde se han dado las primeras muertes por microcefalia, así como investigaciones de las universidades Johns Hopkins, Florida State y Emory, vinculando el virus del zika a la microcefalia, han sido ratificadas el 13 de abril por el Centro de Control de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos que afirma “hemos confirmado ahora lo que las crecientes pruebas sugerían, ahora está claro que el virus causa microcefalia”.
En El Salvador la epidemia de zika inicio en noviembre de 2015, la rápida actuación del Ministerio de Salud logró reducir su propagación y en este momento parece un problema controlado, con solo unos 70 nuevos casos por semana.
Pero las declaraciones de la OMS y últimamente del CDC de USA, merecen ser tenidas en cuenta y poner atención al riesgo de salud existente, por la posible aparición de embarazos con microcefalia o problemas neurológicos.
Hasta la primera semana de abril el MINSAL había contabilizado un total de 9,839 casos de personas infectadas por el virus del zika, de las cuales 254 son mujeres embarazadas, a las que da un seguimiento especial, no habiéndose diagnosticado hasta ahora, ningún caso de anormalidades fetales aparentes.
No obstante, como afirma la OMS, la microcefalia no se detecta, mediante ecografía, hasta el segundo o el tercer trimestre de la gestación. Por tanto, teniendo en cuenta que la epidemia del zika en El Salvador tuvo su expansión en diciembre de 2015, será a partir de finales de mayo que se tendrá mayor certeza sobre la ausencia o existencia de casos en nuestro país, cuando las mujeres embarazadas con zika tengan por lo menos 6 meses de gestación. Hay que desear, que en ese momento, se siga confirmando la buena noticia de que no existen casos de microcefalia producidos por zika en El Salvador.
Sin embargo, esta epidemia y sus posibles consecuencias en la salud reproductiva de las mujeres, están evidenciado nuevamente, la inequidad producto de factores sociales, económicos y políticos que determinan brechas, por lo que no todas las personas, pueden enfrentar este riesgo de salud en las mismas condiciones.
La posición económica de las mujeres influye, en su riesgo a enfermar de sika, ya que vivir en comunidades con condiciones de saneamiento deficientes eleva la presencia del mosquito transmisor y las posibilidades de infección. Si estas mujeres están embarazadas, sus posibilidades de acceso a medios de diagnóstico, a pesar de los esfuerzos del MINSAL por brindarlo a todas las mujeres, serán menores que las de mujeres que tengan recursos económicos para buscar diagnósticos sistemáticos.
En caso de que se detecte microecefalia en el feto u otro problema neurológico, sus posibilidades de enfrentar la continuidad del embarazo o el posible nacimiento y cuidado de una criatura con problemas neurológicos, serán totalmente diferentes según su posición económica.
Por ello esta crisis es también una oportunidad para que el Gobierno, con un enfoque de derechos humanos, garantice una educación integral en sexualidad en la escuela pública y el acceso a métodos modernos de anticoncepción, para promover que todos los embarazos sean programados y deseados, así como un marco legal, que permita a las mujeres decidir de forma informada, autónoma y en base a sus valores personales si considera que la continuación de un embarazo en estas condiciones pone en riesgo su salud o su vida.